Tras asistir a la Diada y pasar la
tarde montado en un burro catalán (igualito que los pegotes
que llevan los coches catalanes en la parte trasera) con el
que recorro casi toda la Cordillera del litoral Catalán, me
veo en la ineludible necesidad de darme masajes en los
glúteos.
Los tengo molidos. La silla del asno es demasiado dura. Vaya
día.
En el Casinet me encuentro con los contertulianos sin ganas
de tertulia. Con razón: esperan ver al Barça contra el
Panatinaikos griego por la tele.
Mientras ojeo el diario se me acerca un joven con cara de
espanto. Es un amigo de hace tiempo y al que ayudo de vez en
cuando con la lectura. No sabe leer.
Me entrega un documento para que le explique lo que
significa… ¡es una orden de desahucio!
Pobre chaval. No sé cómo explicárselo sin que se le caiga el
alma a los pies. Le invito a un Jack Daniel’s en intentos d
conseguir que se tome la cosa con calma.
Me cuenta que lleva parado más de dos años, que no cobra el
paro porque trabajaba por su cuenta y no se enteró a tiempo
de hacer los papeles para cobrarlo.
Le explico que suele ocurrir que los bancos conceden
hipotecas sobre la propiedad del piso, que luego lo ponen,
al piso, en subasta para cobrarse lo que han adelantado para
la compra del piso en cuestión.
Hasta ahora, desde el boom del ladrillo han sido
desahuciados más de 358.000 compradores ilusionados.
Los llamaría ilusos.
Lo malo en éste país es que en caso de impago, la
recuperación del inmueble hipotecado por parte del banco no
comporta automáticamente la cancelación de toda deuda, como
ocurre en otros países europeos y en Estados Unidos. Allí,
si no puedes pagar, cedes la vivienda y la deuda queda
cancelada. ¿Qué sentido tiene aportar como garantía del
crédito hipotecario una vivienda si, en caso de que el
acreedor no pueda pagar, la garantía del bien no baste y
persista la obligación de devolver hasta el último céntimo,
incluidos los intereses?
Otra cosa mala e injusta: las propias inmobiliarias, que
recibieron el importe de la venta, consiguen en las subastas
los pisos a mitad de precio, a veces menos, siempre que la
subasta pública quede desierta (en el 90% de los casos) con
lo que se monta un aquelarre de cuidado ya que el banco
desahucia a la familia, recupera la vivienda en subasta
pública y sigue cobrando hasta el final la hipoteca.
Cosas veredes.
Así y todo, me cuesta un montón explicárselo a mi amigo. Sus
ojos extraviados me lo impiden y en cuando veo entrar a
nuestro común amigo, el abogado, le paso la pelota
limpiamente como un pase de Xavi a Messi y de este a Pedrito
para que a la vez lo retorne a Messi y… ¡¡¡gooooool!! del
Barça.
Perdonen este exabrupto, los madridistas deben estar
mosqueados.
Bueno, lo siento por mi joven amigo. La cruel señora
Hipoteca, casada con don Banco, lo está colocando en un
estado súper depresivo.
Si por mí fuera, pondría coto a los desmanes de la banca
quitando la realidad abusiva y extorsionadora enmarcada en
una situación de asistencia permanente del Estado al sector
bancario.
En impago no es una coartada válida de estar en crisis, los
bancos, si tenemos en cuenta que el año 2009 obtuvieron
14.900 millones de euros. ¡Y era el año de la crisis de las
viviendas!
¿Los ciudadanos por qué no podemos apelar al apoyo estatal
para seguir en las viviendas? Los bancos apelan y lo
consiguen… así funciona el capitalismo.
Siendo como es, la vivienda, una cosa de primera necesidad,
las leyes deberían vigilar más atentamente para que no siga
siendo una fuente de corrupción y especulación.
En fin… unos pocos nadan en la abundancia y muchos, 358.000
por ahora, se ahogan entre documentos judiciales de
desahucio inminente… ¿esto es vida?
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