Suma y sigue. Lo advertía el otro
día en la Cadena SER de Ceuta tras la peculiar visita del
inefable ministro de Interior, el inquietante Rubalcaba, a
la capital de Reino Alauí, Rabat: los problemas con
Marruecos no han sido siquiera aparcados, la tensión seguirá
in crescendo hasta que… dos opciones: o Rabat consigue de
este España pánfila y botarate lo que quiere… o España
reacciona y para las veleidades de Rabat en seco. Poder se
puede y no, no me malentiendan, no hablo de la política de
cañoneras. La cosa puede ser más sutil y con una amable
misiva al real sobrino de Don Juan Carlos, escrita con el
debido respeto pero resaltando los escollos como en una
carta para navegantes, bastaba y sobraba. Y cada mochuelo a
su olivo. Hombre, la retirada a las respectivas líneas no
sería en las espesas y enrevesadas relaciones
hispano-marroquíes un trasunto de la “Paz Perpetua” de Kant…
pero casi. Y una matización: a partir de ahora y como
cariñosa respuesta a la peculiar e implacable OPA que sobre
España ha lanzado Rabat a comienzos de primavera (el intento
de rotura del frente data de esa fecha), este escribano del
“limes” no hablará más del “Reino de Marruecos” sino del
“Reino Alauí”, denominación más sugerente y ajustada a la
realidad. Y el que quiera entender que entienda. Digo.
La verdad es que estoy como de vacaciones pasando una
forzosa noche en esta bella y recia tierra extremeña, en el
corazón de la antigua Cáceres cuya ciudadela amurallada
(romana, judía, islamo-beréber y cristiana), uno de los
mejores conjuntos arquitectónicos en su género de toda
España y Patrimonio de la Humanidad, como la medina
“andalusí” de Tetuán, les invito a visitar. También les
aseguro, de hecho disfruté de este paisaje a fondo hace una
treintena de años, que el “paisanaje” extremeño es cortés y
leal, muy buena gente, profundamente apegada a su tierra
pero con la suficiente inteligencia como para no sacar los
pies del tiesto mentando la inviable y ridícula “bicha” del
casposo y panfletario independentismo eusko-galaico-catalanista.
Vaya.
Varado en Aldea Moret, con mi viejo coche en el taller
mecánico, repaso la prensa del día en la que descubro
exultantes en la portada de uno de los diarios nacionales a
mis amigos de Nador, Abdelmonaim Chaouki y Said Chantri,
esforzados activistas de la Coordinadora de la Sociedad
Civil del Norte de Marruecos y de la Asociación Gran Rif de
Derechos Humanos. Ya les remití un correo pidiéndoles su
opinión sobre los recientes exabruptos del Primer ministro
marroquí, el vetusto Abbas El Fassi, travestido como
presidente de ese partido fascistoide del Istiqlal avalado,
en su momento por los capullos del Partido Popular para
integrarlo en la Internacional Demócrata de Centro. Esta vez
Abbas El Fassi ha sido más sutil que cuando comparó la
“ocupación” (sic) española de Ceuta y Melilla con la de
Israel en Gaza y Cisjordania, brutal y peligrosa asociación
que fue contestada por cierto con dureza en esta columna.
Creo una vez más que Rabat se equivoca: España está
empezando a reaccionar y España, vecinos y amigos
marroquíes, no es el lelo de vuestro querido amigo, el
presidente Rodríguez Zapatero. Por lo demás y si unos
sacuden el árbol y otros recogen las nueces, Rabat debería
valorar que en esta peculiar movida el holding yihadista de
Al Qaïda está metiendo mano. En román paladino: Rabat está
echando leña al fuego alentando, involuntariamente desde
luego, un atentado terrorista de la organización islamista
Al Qaïda. Y cuando aun en toda España la ciudadanía se sigue
preguntando, cada vez con redomado interés, donde acaban de
conducir los flecos sueltos de los atentados de Madrid del
11-M, aun sin esclarecer, el resultado en el debe y haber
puede ser letal. ¿Qué quiere provocar Rabat, una guerra?.
Visto.
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