Resido en un barrio burgués, de
una gran ciudad, que se denomina Peramás, donde los
catalanes configuran su mayoría.
Más al Suroeste hay un barrio con una mezcla cultural de
andaluces, extremeños, gallegos y gitanos… pero ningún
ceutí, al menos que yo sepa. Este barrio se llama Plà d’en
Boet. Es el barrio obrero por excelencia. Casi todas las
empresas e industrias están en él.
Al Noroeste tenemos Cerdanyola, barrio en el que la mezcla
de razas es más común
Al Norte, mucho más arriba existe otro barrio que se llama
Cirera, donde residen inmigrantes del África no negra como
mayoría.
Al Este está Rocafonda, el barrio más densamente poblado.
Una inmensa mayoría de inmigrantes copan poco a poco todas
las casas y comercios de éste barrio. Muchos más musulmanes
que negros.
El barrio de Centro hace honor a su nombre, es el barrio que
contiene la ciudad vieja.
He iniciado este artículo citando barrios porque quiero
expresar un malestar creciente en uno de ellos: Plà d’en
Boet.
Este barrio tiene una parroquia, Virgen de Montserrat, que
está en el candelero por culpa de una polémica sin cuento.
Esta parroquia ha cedido un espacio bastante amplio para la
instalación de un Centro de Acogida para Niños y Niñas,
procedentes de familias desestructuradas, que han venido
residiendo en un Centro Residencial de Acción Educativa, Mas
Sant Jordi, que se está quedando pequeño.
Unos cuantos vecinos, alarmados por informaciones
infundadas, han levantado la polémica sobre el traslado de
los menores y se oponen tenazmente al mismo.
Los niños y niñas están confundidos y extrañados de que los
confundan con delincuentes, que no lo son, y declaran: “Los
niños y niñas de Mas Sant Jordi solo queremos un sitio donde
residir…”, ya que no pueden estar en sus casas familiares,
quieren que les dejen vivir en un lugar normal.
Lamentable posición de unos vecinos que se consideran
agraviados por la proximidad del futuro Centro sin pensar en
que ellos, en su momento, fueron acogidos con los brazos
abiertos cuando emigraron de sus pueblos.
Es posible que el miedo de esos vecinos esté fomentado sobre
la base de que en su barrio residen numerosas familias de
etnia gitana. Miedo infundado.
La actitud de esos vecinos de Plà d’en Boet tiene las trazas
de incitación al odio y la negación de la convivencia más
elemental.
Con esta polémica encima, participo en la Diada de Catalunya
invitado por el Ayuntamiento.
No escribo sobre las incidencias de esta Diada celebrada en
la capital, Barcelona, con sus reivindicaciones habituales,
esta vez incrementadas por las desavenencias y reproches
entre los partidos políticos, sino en la de mi ciudad de
residencia.
Ante el monumento a Rafael Casanova, una simple roca con una
placa, van desfilando todo tipo de gente, musulmanes
incluidos (de raza negra), que depositan sus coronas y ramos
de flores para, a continuación, soltar su correspondiente
discurso.
No entro en detalles, tal vez porque pienso que a los
lectores no les interesarán, pero algunos momentos han
resultado emotivos y otros bastantes fríos y desangelados.
Esta Diada se ha convertido en un estrado de disensiones.
Aunque es interesante, y a veces necesario por la
proximidad, participar en los actos de la Diada de Catalunya,
no se puede comparar esta con el Día de Ceuta.
Son conceptos totalmente diferentes.
La Diada de Catalunya es pluralmente participativa y el Día
de Ceuta es un acto simplemente institucional en la que los
ciudadanos solo pueden observar pero no tocar.
Sin intención de ofender.
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