El usuario con discapacidad motórica que tuvo que viajar a
principios del verano en la bodega del barco ha vuelto a
sufrir la misma circunstancia. Según denuncia a la Oficina
de Consumo de la Ciudad Autónoma, el pasado día 1, a pesar
de que avisó a la agencia y al embarque de su limitación
física, fue embarcado en el ‘Alborán’, que carece de
accesos.
La historia se repite. Miguel Pérez Visa, el ciudadano con
una discapacidad motórica que tuvo que viajar en la bodega
del barco a principios de verano ante la ausencia de acceso
para discapacitados, ha vuelto a vivir la misma odisea el
pasado 1 de septiembre.
Según el relato del afectado, plasmado en una queja ante la
Oficina de Consumo de la Ciudad Autónoma, el día señalado
compró un billete en una agencia de viajes y, siguiendo el
protocolo de la naviera, preguntó si el barco tenía acceso
para discapacitados, a lo que se le contestó que el que
barco que salía a las 09.30 horas, el ‘Alborán’, disponía de
un elevador.
Cuando el usuario canjeó las tarjetas de embarque volvió a
poner su situación en conocimiento del personal
correspondiente, quien contactó con otro operario para
cerciorarse de que el ferry tenía elevador.
“Antes de embargar un señor nos buscó y nos dirigió y nos
colocó al lado de una puerta del garaje que está en la parte
superior. Me indicó que pusiera freno de mano y ya estábamos
embarcados”, prosigue Pérez en su escrito.
Se queja este ciudadano que donde fue dejado no existía
ningún elevador, ni ningún acceso para poder subir con silla
de ruedas. “Me sentí impotente, ya que estaba como atrapado
otra vez en el garaje del barco sin poder hacer nada. Pensé:
salgo con el coche y desembarco, pero ya era tarde, no se
podía salir porque tenía coches por delante y por detrás. Me
dije que me habían vuelto a mentir, estaba humillado y
apenado por lo ocurrido, viéndome otra vez en la misma
situación, como si fuera un vehículo. Aislado”, continúa el
usuario.
Miguel Pérez tuvo que tomarse una pastilla para los nervios
indicada por su psiquiatra más otro medicamento para el
dolor indicado por el traumatólogo.
El discapacitado pide que “no le mientan más” si el barco no
está adaptado porque en esta situación prefiere esperar a
otro buque. “Les ruego que solucionen los barcos que no
estén adaptados y tengan barreras arquitectónicas, para que
todos podamos viajar sin tener que esperar a los barcos que
lo estén. Su protocolo no funciona”, concluye.
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