Benigno Sánchez es
entrenador de fútbol. Y lo fue de la Asociación Deportiva
Ceuta, no ha mucho, gozando incluso de las mieles del
triunfo en su primera comparecencia en el cargo. Todo le iba
sobre ruedas en Ceuta. Hasta el punto de recibir la Medalla
de Oro de la Ciudad. Pero un día, quizá por causa de los
malos efectos que suelen producir los agasajos desmedidos, a
Benigno Sánchez se le fue la olla. Y se presentó ante los
periodistas, tras varias derrotas del equipo, para que éstos
les contaran a los aficionados que había decidido cortarse
el pelo al cero, porque reconocía que no estaba trabajando
tan duramente como le correspondía.
Lo de Sánchez me produjo un ataque de risa. Y, desde luego,
me hizo pensar que esa forma de querer éste dorarle la
píldora a los aficionados estaba fuera de lugar. Al día
siguiente de semejante declaración, me crucé con Benigno por
la calle. Y allá que iba como un sonámbulo, vistiendo un
chándal que más bien parecía un pijama comprado en una
rebaja de mala muerte. Y, claro, se me vino a la memoria
algo que es de cajón: el entrenador, como el torero o el
artista, además de serlo debe parecerlo.
Ahora Sánchez está de entrenador en el Lorca Atlético. Y el
domingo, cuando lo enfocaron las cámaras de televisión en el
partido de su equipo frente a la Asociación Deportiva Ceuta,
pude comprobar que Benigno era nuevamente un trasunto de
Yul Brinner. Y dije para mis adentros: otra vez ha
vuelto este tío a usar la cabeza como medio para tratar de
hacerle la pelota a los pocos aficionados que acuden a
presenciar los partidos en el Artés Carrasco.
Si el entrenador murciano usara la cabeza para menesteres
más necesarios, seguramente que dada su juventud y las
oportunidades que está teniendo, acabaría haciendo carrera
en un deporte tan difícil como es el fútbol. Pero, una vez
más, pude comprobar que la testa de Benigno Sánchez está
vacía de contenido futbolístico.
Y no lo digo porque el conjunto lorquino juegue un fútbol
directo, sin más pretensión que llegar cuanto antes a la
portería contraria y que sus jugadores tengan en mente sólo
dos ideas: presionar a los rivales y anular cada cual a su
par. Ya que tales armas son tan buenas como cualesquiera
otras y, si me apuran, muy necesarias para competir en
segunda división B. Una categoría donde la cabriola, el
regate en corto, el pasecito horizontal, la triangulación en
el centro del terreno, no conducen a nada práctico. Lo digo,
sin duda, porque Benigno Sánchez fue incapaz de aprovecharse
de la superioridad numérica de su equipo durante casi
sesenta minutos de juego. Lo cual es un error tan monumental
como para decirle a Benigno que deberá recurrir a partir de
ahora, y durante una buena temporada, a cilicios más
dolorosos, como prueba de torpeza, que esa pantomima de
lucir cráneo faraónico.
El técnico ceutí, Joao Deus, sin embargo, parece
sentirse muy a gusto con su melena. Y no creo que sea capaz
de sacrificarla por ningún brindis al sol. El domingo pasó
la prueba con nota alta. Él sabe, pues parece no tener un
pelo de tonto, que hay cosas que aún no funcionan en su
equipo. Pues el centro del campo, lugar donde se cuecen los
éxitos y los fracasos, no está aún logrado. No obstante,
merece un sobresaliente por la ayuda prestada a sus
jugadores con sus decisiones en momentos delicados.
Decisiones merecedoras de explicaciones en las páginas
deportivas.
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