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OPINIÓN - DOMINGO, 12 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Pueblo de Ceuta será premiado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Pronto hará un año, concretamente el próximo 24, víspera del día de La Merced, Patrona de las Instituciones Penitenciarias, que estuve yo en el acto celebrado en honor de la Señora, en la planta quinta del Hotel Tryp. Acto que fue aprovechado para que el Consejo de Dirección del centro penitenciario de Los Rosales pudiera homenajear a personas e instituciones.

De aquella celebración, recuerdo perfectamente que me lo pasé muy bien formando parte de algunos corrillos. En los que tuve la suerte de compartir conversación -cito de memoria- con Manolo Muñoz, Jefe de Correos; con Fernando Tesón, siempre es un placer poder disfrutar junto a él de un tiempo de ocio; y con José Fernández Chacón, Delegado del Gobierno.

Cuando la cuchipanda estaba en su apogeo, y se comentaba la calurosa acogida que había tenido, por parte de sus compañeros, Juan Manuel Postigo Sánchez -funcionario de prisiones-, mientras se le imponía la Medalla de Bronce al Mérito Penitenciario, alguien, cuyo nombre no recuerdo ahora, tuvo el acierto de presentarme a Juan Hernández Rebollo: director del centro penitenciario de Los Rosales.

Debo decir que rápidamente me percaté de la afabilidad de Hernández Rebollo, de su campechanía, como buen extremeño, y no se me pasó por alto el buen manejo que hacía de la ironía. Con lo cual llegué a la siguiente conclusión: Juan puede quedarse, en cualquier momento, con el personal sin levantar sospechas. Y, tras un buen rato de cháchara, se me ocurrió decirle al director que mi impresión era la de estar hablando con un funcionario moderno, que dirigía los destinos de una cárcel vieja.

Cuando tocó despedirnos, le dije a Juan Hernández Rebollo que le haría una visita en su lugar de trabajo. Algo que él aceptó con sumo agrado. Pocos días más tarde, el director de la cárcel me llamó para preguntarme si aceptaba dar una charla a los reclusos participantes en el curso escolar que comenzaba el 14 de octubre. Charla previa a un acto que sería presidido por Aquilino Melgar: director provincial de Educación. Y dije que sí.

Y allá que acudí el día previsto y a la hora indicada, once de la mañana, a contarle a los alumnos la importancia de la lectura. La necesidad de aprender. “Y que la primera obligación de los jóvenes es la misma que tienen los adultos y hasta los viejos, si me apuras. Aprender. Quien no sabe puede tener arrebatos pero no aciertos... Por tal motivo, la lectura es primordial en la vida. Cualquier clase de lectura. Saber es poder”. Resalté la importancia de saber hablar. De decir las cosas más aburridas de manera agradable y las más banales de manera interesante. Y, desde luego, no me olvidé de recordarles a los alumnos que agradar e interesar continúa siendo el objetivo de innumerables personas. Y es que se agrada por virtud, por un don innato. Pero se interesa por voluntad, más que por natural disposición.

Tras calentarles la sesera a los reclusos, llegó el momento del refrigerio. Y puedo asegurarles que disfruté de lo lindo rodeado por los que estaban cumpliendo condena o esperándola. Hice promesa de volver a Los Rosales llevando conmigo libros para la biblioteca. La que no he cumplido. Vaya usted a saber por qué. El que sí ha cumplido es el Consejo de Dirección del Centro, decidiendo que sea galardonado este periódico. La víspera del día de La Merced.
 

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