Es algo que parece haberse
desatado en una gran parte de ámbitos, especialmente de
ámbitos políticos que, en definitiva, son los que marcarán
la pauta definitiva.
Y lo malo es que la casta política sea la que llegue a
regular ciertas normas de conducta que pretenden cambiar, en
gran medida, ámbitos y costumbres.
Particularmente, soy un no fumador y lo soy desde casi
siempre, pues únicamente fumaba cuando, por cuestión de edad
y para llevar la contraria a lo que no me estaba permitido,
encendía algún cigarrillo y, a escondidas, me lo fumaba.
Ahora bien, el hecho de que me encuentre, por decisión
propia, entre los “no fumadores” no quiere decir que tenga
que admitir todo lo que vaya en contra del tabaco y de
quienes fuman.
Es más, todo aquello que implica prohibiciones, y
prohibiciones gratuitas, me repele, especialmente cuando
esas prohibiciones no vienen avaladas por unas razones
científicas o sociales que hagan mejorar al grupo humano.
En definitiva, que no admito la prohibición por la
prohibición, y mucho menos la admito cuando parte de unas
personas que lo único que están haciendo con ello es tratar
de apuntarse tantos que no les pertenecen, en ciertos grupos
de la sociedad.
A mí que, repito, no fumo, me desagrada que cualquiera de
mis colegas de instituto, por ejemplo, profesores con muchos
años de docencia, ahora, en sus horas libres, tengan que
salirse del centro a fumar un cigarro y que ni siquiera en
el patio, abierto al aire libre, como la calle a la que
salen, no lo puedan fumar.
¿Por qué en el patio, totalmente, abierto NO y dos metros al
lado, al haber traspasado una simple verja, pero en la
calle, SI?. Eso ni se puede justificar, ni habría razones
para ello.
Ahora bien, el tabaco que tan buenos dividendos aporta a las
arcas del Estado es combatido, sin piedad, con lo que esos
ingresos ya veremos si no nos llegan a base de otros
impuestos más, en cualquier momento. Esto es la demencia.
Y como aquí, además, con eso de haber trasmitido
competencias hasta a “periquito el de los palotes”, tenemos
el país troceado en cualquiera de las facetas que podamos
pensar, nos encontramos ya con que, en el País Vasco se
prohíbe fumar en el coche si allí viajan menores.
Los partidos políticos hacen su agosto, o tratan de hacerlo
incluso cuando estamos en septiembre y como aquí, entre las
diversas facciones políticas parece que están jugando al “y
tú más”, pues el PP propondrá salas especiales en los
restaurantes.
Éstos, los políticos, por algo lo son, no piden “café para
todos”, aunque lo que pidan sea unas veces café y otras
achicoria, dependiendo de sus intereses para adquirir votos.
Sobre una misma circunstancia se presentan alternativas,
según quien decida y el PP tiene in mente proponer
intercambios con un margen de tolerancia, frente a las
rigurosidades de las prohibiciones.
La pregunta, una vez más está en ¿Quiénes buscan los votos
mejor?.
Y para que, mientras vivan, puedan seguir votando, el PP se
plantea una medida de gracia en los geriátricos, con la
creación de salas especiales para que aquellos ancianos que
no lograron dejar de fumar antes, no sufran el choque
drástico de la prohibición.
Lo que he dicho, guerra al tabaco, pero unos la hacen con
fusiles y otros con “tira chinas”.
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