Esta columna es una plaza pública.
Y, desde ella, uno nunca ha tenido el menor empacho en
mezclar lo social, lo político, lo taurino, los deportes y,
sobre todo, el fútbol. Aunque debo reconocer que las
opiniones se han basado más en analizar la vida política y
social de la localidad.
En este mes de septiembre, recién comenzado, he escrito ya
varias columnas futbolísticas, y, como en otras ocasiones
que ello sucedió, ha habido lectores que me han recordado ya
que les gusta más que opine sobre cuestiones ajenas al mundo
del balón. Y aunque he tomado nota del asunto, hoy no tengo
más remedio que volver a las andadas: es decir, me veo
obligado a contar cómo la Asociación Deportiva Ceuta
consiguió eliminar a la UD Melilla en el Álvarez Claro. Y ha
quedado a la espera de recibir la noticia de un
emparejamiento copero que podría ser un bombazo. Por más que
ya lo sea el hecho de poder enfrentarse a un equipo de
Primera División. De entre los que participan en los torneos
europeos.
El trabajo es malo para el hombre, la prueba es que cansa,
sostenía González-Ruano. Yo no sé lo que hubiera
dicho el insigne periodista y escritor de haber visto el
partido entre melillenses y ceutíes. Seguramente se hubiera
llevado las manos a la cabeza ante el derroche físico de
unos hombres que eran conscientes de lo que sus clubs se
jugaban en el envite. De modo que unos y otros quedaron
derrengados. Exhaustos. Después de haber tenido que soportar
ciento veinte minutos corriendo tras un balón con el que el
viento se divertía en ocasiones.
Las anécdotas sobre la pereza española son múltiples. Pero
en el Álvarez Claro los contendientes parecían conjurados
para acabar con esas exageraciones tan hispanas. El partido
fue jugado intensamente. Sin que ninguno de las
participantes se diera la menor tregua. En el ambiente
flotaba la responsabilidad de saber que el premio al ganador
era de lujo. Y el Melilla, hasta un segundo antes de
finalizar el partido, parecía el afortunado. Gracias a un
gol conseguido por medio de una falta bien lanzada por
David Vázquez; eso sí, al alimón con el viento.
Cuando parecía todo perdido, y los jugadores daban muestras
de estar pasando fatigas de muerte y los melillenses
comenzaban a celebrar la victoria, surgió la voz de Carlos
Lamorena, en el plató de la televisión pública, para
manifestarse con el clásico tópico: “Hasta el rabo todo es
toro”. Y allá que apareció Javi Navarro para que Carlos
pueda estar presumiendo mucho tiempo de ser un hombre de fe.
Y yo pegué un brinco que me hizo perder la estabilidad. De
Javi Navarro, con quien jamás he hablado ni mucho ni poco,
dije yo a quien no le puedo negar mi opinión, que es un
futbolista al que se le puede sacar mucho rendimiento esta
temporada. Y argumenté lo dicho. Sin saber, además, que el
trabajo de Navarro pudiera estar en entredicho. Cuando
Navarro marcó el segundo tanto, allá cuando la prorroga
tenía ya a los contendientes con la lengua fuera y con caras
tan sufridas que hubieran causado alarma en el ya citado
González-Ruano, di el grito de la alegría de saber que ya se
estaba poniendo la primera piedra de los triunfos. Al margen
de la lotería de los penaltis. Y es que en Melilla hubo
entusiasmo a raudales en unos jugadores que necesitan
complementarse. No se ganó Zamora en una hora. Otra frase
hecha. Para imitar a Carlos Lamorena.
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