Luis Francisco Esplá,
torero alicantino con fama de ilustrado, tuvo que escuchar
en una de sus actuaciones en la Maestranza sevillana, en la
que estaba haciendo alardes de sus dotes como “director de
lidia” y demás recursos enciclopédicos, lo que un
aficionado, harto de tanta “variedad”, le gritó:
-¡Esplá, tienes más pamplinas que un mueble bar!
Semejante comentario, de una demoledora concisión e
intención, se me viene a la memoria nada más conocer la
alineación que presenta España frente a Argentina en el
“Monumental” del River Plate. Así que me dije para mí: “ni
siquiera Vicente del Bosque, con la cabeza tan bien
amueblada, se salva de comportarse como lo hizo el maestro
alicantino, en aquella tarde de feria sevillana.
A Del Bosque, por más que haya dado pruebas evidentes de su
mesura, educación, saber estar, bondad, sapiencia
futbolística, y de tantas otras cualidades que le han ido
descubriendo y aireando, todos los que se suelen apuntar al
carro de los éxitos, tras ganar el Mundial de Sudáfrica, las
pamplinas le salieron a relucir en el sitio menos indicado y
ante un rival sediento de éxitos y con poder suficiente para
dejar en ridículo a cualquier selección. Por muy campeona
del Mundo que ésta sea.
De las pamplinas no nos salvamos nadie en esta vida. Ni
siquiera la persona más centrada, sobria, equilibrada y
hasta capaz de habernos convencido de que se muestra ajena a
los ditirambos y halagos encadenados, como es el caso del
seleccionador nacional. Las pamplinas y los melindres, los
remilgos y los caprichos, antes o después, salen a relucir
en el momento más inoportuno. Porque no hay humano que no
acabe endiosándose cuando lo colman de honores por todos los
sitios.
El primer aviso de que Del Bosque estaba todavía suspendido
en una nube, la tuvimos en el partido contra los mejicanos,
un día del agosto pasado, en el Azteca. Cuando Guardado,
Giovanni dos Santos y Chicharito se presentaron
ante Casillas, una y otra vez, y lo mismo que le hicieron un
gol pudieron hacerle tres. Y si no lo consiguieron fue
porque entre mejicanos y argentinos, en cuestiones
futbolísticas, hay todavía una diferencia abismal.
Antes del partido, alguien me llamó para hablarme de la ADC
y, de paso, me pidió mi opinión del Argentina-España. Y le
dije, no tengo por qué jurar, que podía ser el día más
triste en la vida deportiva de Reina. Que me parecía
una faena darle la oportunidad de parar en ‘El Monumental’.
Cuando el seleccionador tuvo a huevo concederle la
titularidad en el partido jugado en Lichtenstein. Como
prueba de confianza o premio a sus cualidades profesionales
y personales.
Pero las pamplinas, de las que nadie está libre, y mucho
menos los que han conseguido situarse en el pináculo de la
fama, suelen ser malas consejeras y siempre terminan
causando estropicios. España tiene un estilo de juego y con
él, estando en el campo Xavi Hernández e Iniesta,
a pleno rendimiento, resulta una selección extraordinaria.
Verdad de Perogrullo. Aun así, con ellos en estado de
gracia, tampoco nos aseguraría el triunfo teniendo enfrente
a los argentinos con Messi, en su sitio ideal, y a
Higuaín arropado por futbolistas como Tevez y ese
medio centro, escudo protector de la defensa, que se llama
Mascherano. Las pamplinas, basadas en una absurda
alineación, se cobraron una víctima: Reina. Y nos ha dejado
ver el lado caprichoso del seleccionador.
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