Su columna es digna del mejor provincianismo, como viene
siendo desde hace tiempo. Leerle me hace el efecto de verle
correr raudo y con faz de enfado hacia los torreones que
siempre usa para procurarse sombra y protección, que no son
otros que la defensa de su condición y su pertenencia a una
identidad nacional, manifestándola como propia y excluyente.
Es desde ahí, y no desde la propia razón, desde donde viene
a abrir las exclusas de su ideología vetusta y trasnochada.
Yo no soy ningún fundamentalista; menos aún, el Abdelmalik
al que hace referencia, por razones obvias y evidentes. No
soy más que un simple musulmán que no acepta que personajes
como Vd. le insulten, y si decirle que no lo haga, es
hacerme reo de su concepción de fundamentalista, pues lo
soy, y con orgullo en el tiesto, aunque ya lo de
fundamentalista es cartucho quemado, no sirve.
Lo que se le pide es que respete a los demás, un principio
fundamental en cualquier comunidad civilizada, cosa que
personas como Vd. nunca entenderán, pues viven en una
dimensión propia, enraizada en verdades heredadas,
ensimismadas en su ombligo y en el color de su sangre,
siempre cuidando sus lindes, en las que no hay lugar a
servidumbre de paso, en las que no existe merced, siempre
atentos a cualquier amago de vuelo, atrincherados y bien
pertrechados, es su mundo…sus torres, y por eso, por estar
ahí, se creen en el derecho de herir a los demás. No seré yo
quien le deje, pues me da igual quien sea Vd., así como que
me da igual el grueso de sus torres, téngalo bien claro.
Es Vd. quien ha promovido este cruce de cartas, pues el
detonante ha sido su forma de escribir, su forma de definir
a los musulmanes. No pretendo abrir ningún debate sobre
contenidos religiosos -cosa que Vd. hace con extrema
ligereza-, no es la intención, sino pedirle que se
manifieste con respeto hacia los musulmanes. No se precisa
mucho esfuerzo, es sólo cuestión de educación.
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