Algunos días paso las vacaciones
en el Delta del Ebro, connotaciones del Sahara por sus dunas
de arena, practicando el buceo.
No es como en anteriores ocasiones, ahora la edad pesa
bastante en el ánimo y en el físico de uno, lo que significa
que las inmersiones sean más breves. Cada vez más breves.
Sin embargo, he notado que el mundo subacuático ha cambiado
bastante: menos peces, más suciedad. Y no precisamente por
los sedimentos que arrastra el río Ebro a lo largo de su
curso.
He perdido la ilusión de encontrar playas vírgenes. De
aquellas playas limpias de otros tiempos.
He perdido la ilusión de estar en una sociedad tranquila.
Donde tomar una copa en la terraza de un bar esté libre de
sobresaltos.
Ando con la mano en el bolsillo. Cacos los hay por doquier.
He perdido la ilusión de aquellos tiempos en que podía
transitar tranquilamente por las calles de la ciudad.
Sin ir más lejos, hago una visita a mi amigo el fotógrafo.
Justo cuando pongo el pie en el primer escalón de acceso a
su estudio, una trifulca me llama la atención.
Cuatro moros andan a tortazos con un chino, con la esposa e
hija pequeña delante.
El follón está garantizado con la presencia de la policía,
ambulancias y curiosos.
Se llevan la policía a tres moros, las ambulancias a uno y
al chino. Separados.
Me informan de que, del grupo de musulmanes, uno de ellos
había estado robando en la tienda del chino días atrás y
éste le denunció.
Cuando paseaba con su esposa e hija, el chino, el grupo de
moros, que estaban sentados ociosos en el reborde de un
escaparate, lo insultaron gravemente con palabras soeces
(aprendidas del castellano) y al ir a replicarles el chino,
se armó la marimorena.
Una anécdota más de la larga y cotidiana lista de incidentes
que ocurren en la ciudad… y siempre con los moros como
protagonistas principales.
¿Qué quieren que les diga? Eso está ahí. A la vuelta de cada
esquina.
No existe la tranquilidad social. Desde que se toleran
ciertas cosas.
La ilusión de pasear tranquilamente con la familia… no
existe. Se perdió cierto día en que el Estado toleró la
intromisión de otras culturas y religiones.
No existe la equidad. Todo son imposiciones forzosas.
Antes, en las mismas zonas donde ocurren esas incidencias,
solía pasar que los gitanos arramblaban con coles y
lechugas, que birlaban de los huertos, para después
venderlas en los mercadillos. Sin peleas callejeras de por
medio. Sin molestar al resto de ciudadanos.
Bueno, sería muy largo y negativo de contar todas y cada una
de las incidencias que suceden cotidianamente en la ciudad,
en cualquier ciudad. Pero…
¿Lo dejamos como está?, no, no señores y señoras. Debemos
luchar por lo que hemos venido luchando largo tiempo, aunque
antes fuera desde las sombras.
Tenemos derecho a mantener una sociedad sana, conseguida con
sudor y sangre, en la que respetemos a todos, pero que todos
nos respeten.
En fin. Señoras y señores… Vds. sabrán.
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