Septiembre es lo que trae, el
final de vacaciones, la conclusión del verano, muchas
fiestas que hacen alusión a la recogida de las cosechas y,
al final, el comienzo de un curso nuevo.
Ahora, cuando los que ya llevamos unos cuantos años metidos
en la enseñanza, recordamos nuestra etapa de estudiantes, la
de incluso antes de llegar al instituto, no podemos olvidar
aquellos días de finales de septiembre, cuando el tiempo
para jugar se empezaba a acortar, porque había que comenzar
a estudiar.
Entonces, es preciso decirlo, acudíamos a las escuelas, a
los colegios o incluso a los institutos, con lo puesto, esto
es con casi nada y ese casi nada se explotaba al máximo para
poder sacar un rendimiento óptimo, para aquellos tiempos.
Hoy es otra cosa, al regresar para el comienzo de un nuevo
curso te encuentras con que aquello que sirvió, durante
muchos años, en un simple verano se ha quedado obsoleto y ya
no sirve.
Está bien eso y está mejor que con los muchos impuestos que
pagamos se mejoren desde las carreteras hasta las catedrales
y, por supuesto, las aulas de clase.
Otra cosa es que esos diseños que se hacen en las mesas de
unos despachos centrales, en Madrid, elaborados por
psicólogos, pedagogos y toda esa corte de “aprendices de
sabios”, sirvan para lograr el objetivo deseado, o lo que es
lo mismo, obtener una formación verdadera para los alumnos.
Hace unos días, nada más entrar al instituto Siete Colinas,
mi instituto, me encontré con la “sorprendente” realidad de
que lo que había sido mi departamento de Clásicas, durante
años y años, desde antes de que Zapatero fuera candidato a
nada, se había convertido en un aula más, acondicionada
mejor que una buena sala de cine.
Y no es que allí se vaya a dar cine, a diario, para los
chavales, allí donde yo preparé exámenes, corregí
ejercicios, programé cursos enteros y di cientos de clases,
ya no es lo que era, puesto que unas nuevas tecnologías
“piden” todo eso, luego, cuando pasen unos meses, ya veremos
lo que “dan”.
Es así, no es el simple fluir del tiempo, ni el ir
progresando, poco a poco, es el quiero todo y me lo van a
proporcionar, espero que para bien de todos.
Hace ya tres semanas, un buen día, yo escribí de la
proximidad de los exámenes de septiembre, algo que ya es
historia para unos cuantos y una pura quimera para todos
aquellos que no se han presentado en septiembre, que de todo
hubo.
Aquello, como digo, ya pasó y ahora se acerca el curso
2010-2011, cuando el verano nos está “diciendo” que deja
paso al otoño y cuando, es de suponer, el fuerte calor que
hemos soportado, a lo largo de más de dos meses, ya no
volverá hasta otro año.
El movimiento más grande estos días será el que se produzca
en las librerías, y eso que hay muchos que prefieren que
pase el tiempo para no tener que aguantar tarde y media,
haciendo cola, para comprar un simple libro de Historia, de
Geografía o de Matemáticas, del curso que a usted se le
ocurra.
Y muchos hacen esto pensando que, tras dos horas esperando,
cuando lleguen al mostrador se van a encontrar con que ya no
quedan existencias de esas materias y tendrán que volver
otro día, de no se sabe cual semana.
En Ceuta sucede esto con demasiada frecuencia, más de la que
desearíamos, ojalá este año haya cambiado. Lo dudo mucho,
pero es posible.
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