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sociedad - MIÉRCOLES, 8 DE SEPTIEMBRE DE 2010


Hermanos Franciscanos. fidel raso.

ocio
 

“Como caída del cielo”

Más de 40 abuelos disfrutan de los últimos días de vacaciones en ‘Villa Rosa’, una finca de la ceutí Mariló Ferrer que ha cedido en la temporada estival a Cruz Blanca
 

CEUTA
Cristina Marzán

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Los milagros todavía existen, las buenas acciones aún llegan “como caídas del cielo” y la solidaridad no ha perdido su papel dentro de la sociedad ya que “el que es bueno, lo es siempre, aún en tiempos de crisis”.

Esta ha sido la experiencia que durante el verano han vivido los más de 40 mayores que residen junto a los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca, quienes veían que sus “abuelos se iban a quedar sin vacaciones” hasta que, de la noche a la mañana, apareció como cual ángel la ceutí Mariló Ferrer, quien no dudó en ceder a la entidad religiosa su finca, ‘Villa Rosa’, y contribuir en que esta se convirtiese en el “pulmón” de este casi medio centenar de personas durante la temporada estival. “Teníamos en mente encontrar algo cerca de nuestra casa del Príncipe hasta que un día un periodista vino a hacernos una entrevista y nos comunicó esta idea, que se ha convertido en un proyecto real”, relataba el Padre Aurelio.

Relajantes vistas al mar, aires de paz y sosiego, sabor a Atlántico y verdes pastos monte arriba. Y mientras todo se da la mano para crear un ambiente idóneo para la ensoñación, “jugamos al parchís, vemos la tele, bajamos a la playa y conversamos con los amigos. No ha habido nada tan fantástico como este chalé. Ojalá los hermanos tuviesen más dinero para tener esto siempre”, revelaba Lola, que en estas vacaciones se ha convertido el la líder de las partidas de mesa.

Pero detrás de estos momentos mágicos e inolvidables, las vivencias que “han cambiado la actitud y el estado de ánimo de los abuelos” y la buena fe, muchos han sido los voluntarios que han aportado este granito de arena que han convertido la ilusión en una fotografía real. “Lo cierto es que días antes de trasladarnos con los dos grupo que hemos formado, muchas personas nos ayudaron a subir hasta Calamocarro muchos de los muebles, pintar las paredes, limpiar la casa y adecuar las instancias porque, de estar tanto tiempo cerradas, estaban descuidadas”, añadía el Padre Aurelio.

Tan exquisitos momentos no han pasado inadvertidos por los entrañables “abuelos” de Cruz Blanca; tanto que Manuel Vilches no puede contener sus lágrimas al imaginar “cómo mi amigo, que ya descansa en paz, hubiera disfrutado de estos ratitos en la terraza viendo el atardecer y respirando la brisita marinera”, lamentaba, emocionado, este ceutí de 83 años “con muchas ganas de vivir”.
 

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