El artículo de opinión de Quim Sarriá (El Pueblo de Ceuta,
domingo 5 de septiembre) viene a confirmar que si algo sobra
en esta ciudad son personas como Sarriá, pues con ellos en
cubierta difícilmente podrá esta ciudad navegar por las
aguas del respeto y la tolerancia.
Sarriá es un hombre que vive abroncado permanentemente por
sus prejuicios, que sin rubor ni el menor atisbo de
vergüenza despliega cada vez que escribe. Su artículo del
domingo es una muestra clara de lo que hay en la cabeza y en
el corazón de este hombre, que vive sus días a destiempo,
absolutamente alejado del respeto hacia los demás. Un
artículo que empieza describiendo un suceso de violencia de
género, tan comunes en cualquier espacio y lugar, para luego
enlazarlo con sus deseos de mutilar y dejar en evidencia
cualquier signo positivo de la religión musulmana.
La única cosa que puede agradecérsele a Sarriá es que ha
tenido valor para salir de ese microcosmos tan
activo-aparente y oculto que existe en Ceuta, y que como
único fin guarda la no homogenización del Islam en la
ciudad.
Sarriá no es un simple elemento perturbador de la paz
social, sino que constituye parte de esa vieja guardia, tan
áspera e indolente frente a la realidad que a diario se
pasea ante los ojos de quien quiere ver, que no es el caso
de Sarriá.
Si un musulmán escribiera algo parecido a lo que escribe
Sarriá sobre religión ajena, a buen seguro que sería
denostado desde hoy y para siempre, su condena social habría
sido inmediata; sin embargo, si es al revés, no pasa nada.
Está claro que el tribunal encargado de estas cosas sólo
existe y protege a una parte, aquella a la que pertenece
Sarriá, aquella que luego se manifiesta orgullosa de
pertenecer a una sociedad multicultural. Es la hipocresía de
aquella cara bonita que el racismo viene a poner cada vez
que tiene delante audiencias ingenuas.
Nadie sabe cuánto durarán estas criaturas, pues su
existencia no hace más que violentar y desestabilizar los
trabajos que los nuevos tiempos y las nuevas enseñanzas
viene madurando.
La mejor terapia que podemos aconsejar a Sarriá es que viva
unos días en Inglaterra, de modo que pueda conocer los
logros que la mixtura social puede conseguir, siendo su
principal estandarte: el respeto hacia los demás.
Intente llegar, pues bastante lejos está.
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