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OPINIÓN - LUNES, 6 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Quim Sarriá

Por Abdelmalik


El artículo de opinión de Quim Sarriá (El Pueblo de Ceuta, domingo 5 de septiembre) viene a confirmar que si algo sobra en esta ciudad son personas como Sarriá, pues con ellos en cubierta difícilmente podrá esta ciudad navegar por las aguas del respeto y la tolerancia.

Sarriá es un hombre que vive abroncado permanentemente por sus prejuicios, que sin rubor ni el menor atisbo de vergüenza despliega cada vez que escribe. Su artículo del domingo es una muestra clara de lo que hay en la cabeza y en el corazón de este hombre, que vive sus días a destiempo, absolutamente alejado del respeto hacia los demás. Un artículo que empieza describiendo un suceso de violencia de género, tan comunes en cualquier espacio y lugar, para luego enlazarlo con sus deseos de mutilar y dejar en evidencia cualquier signo positivo de la religión musulmana.

La única cosa que puede agradecérsele a Sarriá es que ha tenido valor para salir de ese microcosmos tan activo-aparente y oculto que existe en Ceuta, y que como único fin guarda la no homogenización del Islam en la ciudad.

Sarriá no es un simple elemento perturbador de la paz social, sino que constituye parte de esa vieja guardia, tan áspera e indolente frente a la realidad que a diario se pasea ante los ojos de quien quiere ver, que no es el caso de Sarriá.

Si un musulmán escribiera algo parecido a lo que escribe Sarriá sobre religión ajena, a buen seguro que sería denostado desde hoy y para siempre, su condena social habría sido inmediata; sin embargo, si es al revés, no pasa nada. Está claro que el tribunal encargado de estas cosas sólo existe y protege a una parte, aquella a la que pertenece Sarriá, aquella que luego se manifiesta orgullosa de pertenecer a una sociedad multicultural. Es la hipocresía de aquella cara bonita que el racismo viene a poner cada vez que tiene delante audiencias ingenuas.

Nadie sabe cuánto durarán estas criaturas, pues su existencia no hace más que violentar y desestabilizar los trabajos que los nuevos tiempos y las nuevas enseñanzas viene madurando.

La mejor terapia que podemos aconsejar a Sarriá es que viva unos días en Inglaterra, de modo que pueda conocer los logros que la mixtura social puede conseguir, siendo su principal estandarte: el respeto hacia los demás.

Intente llegar, pues bastante lejos está.
 

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