Apuesto por la riqueza cultural
como despertar. Vivir y desvivirse por vivir la diversidad
dialogante del planeta, compartir la multiplicidad de la
creatividad contemporánea, comprender los modos de vida y
entender las maneras de ser, son el supremo y último fin de
la cultura. Tómese conciencia que el patrimonio cultural del
mundo es su pluralidad de pueblos, la fusión de costumbres,
el conversar todos con todos, puesto que cada civilización
se nutre de sus propias raíces, pero sólo se desarrolla en
contacto con las demás culturas.
También pienso que necesitamos repostar sencillez y
naturalidad. Los grandes eventos culturales casi nunca
sirven para nada. Precisamente, hace días participé en Torre
de Juan Abad en un encuentro de Coros y Rondallas, bajo la
mano protectora de Quevedo, y reflexionaba en voz alta, ante
un auditorio que no se perdía palabra, sobre la necesidad de
avivar esta unión efervescente de cultos a la cultura, donde
sólo importe la autenticidad y el ingenio. Este pueblo, de
la comarca del Campo de Montiel, provincia de Ciudad Real,
con poco más de un millar de habitantes, está volcado con su
alcalde al frente, Emilio Molina García, en dar fuelle al
cultivo del conocimiento, de la sapiencia más profunda y
honda, al saber más humano. Es la villa de la cultura con
mayúsculas. Allí nadie se siente un extraño. No en vano, nos
dimos cita gentes venidas de Granada, Algeciras, Toledo,
León, Madrid, Asturias…; y, todos, absolutamente todos,
coincidíamos en lo enriquecedor de las variadas expresiones
culturales.
No me resisto a transcribir parte de las palabras
pronunciadas por servidor, con motivo de ser galardonado con
la “VII Pluma de Oro Francisco de Quevedo”:
- “… Voy a contar mi historia de vínculos con Torre de Juan
Abad en unas breves, brevísimas líneas, porque realmente han
sido tan intensas las experiencias vividas en este lugar,
que dan para un libro, a pesar del corto espacio de tiempo.
Hoy mismo me ha sucedido algo especial, al llegar a esta
noble y querida Villa de Torre de Juan Abad, tuve la suerte
de reencontrarme en la soledad de sus caminos con Quevedo, y
el abecedario de las palabras y las musas de las ideas, se
pusieron a hacer vivas al aire. Fue emocionante. Y algo
natural como me dijo Quevedo entre susurros: Porque aquí
todo es corazón, todo es poesía, y, en verdad “los que de
corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”...
No recuerdo el día pero si recuerdo el momento de la
emoción, al recibir en el correo electrónico la petición
para publicar uno de mis artículos en la revista de este
pueblo. José Mª Lozano me participaba el deseo de dar luz a
uno de mis escritos, donde hablaba del retorno a los
pueblos, a la vida de los pueblos, a los paraísos perdidos y
reencontrados por el silencio. De aquí parte esta historia.
Diré que con 18 años ya tuve la ilusión de perderme por
Castilla-La Mancha, de la mano de otro soñador, ya
fallecido, Vicente Cano, que editaba todos mis poemas en la
revista inolvidable MANXA. Alguna vez me pidió que viniese
por esta tierra a dar recitales de poesía, a vivir la sana
bohemia, porque en esta comarca el verso se injerta en cada
amanecer, en cada puesta de sol, en cada luna y en cada
estrella. No fue posible por entonces. Y ahora otro ser
excepcional, enamorado de su terruño como nadie, José Mª
Lozano, ha conseguido prolongar y prologar esta historia
real, que el sueño de pisar esta región, vertida en tantos
poemas míos, fuese realidad. Gracias José Mª. Todo después
vino por añadidura, los que nos dedicamos a escribir, por
necesidad del alma, escribimos sobre lo vivido. Aquí
estuvimos un nutrido grupo de amigos de Granada, un autobús
completo, viviendo y conviviendo con las palabras más
hondas. Aquí escribí las crónicas más profundas de un
caminante, con ordenador en ristre, y las difundí por todo
el mundo con pasión de joven literato, como si fuese un
Torreño más, que a partir de hoy, con el permiso de
vosotros, sí lo soy y sí quiero serlo…
Me entusiasma esta villa que ama la música como nadie, hay
que seguir sentando cátedra como hasta ahora con los
inolvidables conciertos. No olvidéis que el órgano histórico
de Torre de Juan Abad está entre los ocho mejores
instrumentos Europeos. Me maravilla este encuentro de Coros
y Rondallas “Francisco de Quevedo”, porque sus aires y sus
voces son como las flores, que donde mejor resplandecen es
en la tierra buena de los humildes. Me encanta este pueblo
que ama el teatro y lo engrandece, a sabiendas que es el
único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma. Me
transporta esta tierra Quevediana, con su casa abierta de
par en par, y me asombran sus raíces humanas. Me conmueve el
respeto de esta gente por sus tradiciones culturales y la
devoción por la Virgen de la Vega. Aquí, en suma, se percibe
otro mundo, otra tierra y otro cielo, el corazón toma parte
del arte y es parte de la vida…”
Sin duda, pensaba después de regreso a mi lugar de
residencia, sobre la urgente necesidad de buscar formas
alternativas de pensar sobre otra manera de vivir, puesto
que el fracaso del paradigma de desarrollo dominante, prueba
de lo cual es la crisis económica mundial persistente, la
crisis ambiental del cambio climático y la erosión de la
diversidad biológica, exige cambios profundos. Aprovechar la
riqueza cultural de todos los pueblos del mundo, innata a su
desarrollo natural, estoy convencido que es la primera
salida ante un planeta aborregado por la mediocridad y
dirigido por los especuladores, a los que no les interesa
para nada que los pueblos cultiven la sana cultura del
corazón humano y de la mente despierta.
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