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OPINIÓN - DOMINGO, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES. 30

Coincido con Ángel Gómez en sitio céntrico y nos ponemos a charlar. Y lo primero que hago es recordarle que acaba de cumplir un mes como director general de Protección Civil. Y lo siguiente es preguntarle cómo le ha ido en su nuevo cargo. Y Ángel Gómez no tiene el menor inconveniente en decirme que, hasta el momento, se siente satisfecho de la labor que ha emprendido. Y me dice, además, que está muy ilusionado con la tarea que le espera. Habla de proyectos. Aunque, en un momento determinado, reconoce que todavía le cuesta trabajo hacerse a la idea de que no está ejerciendo como lo que es: superintendente Jefe de la Policía Local. Y es que han sido muchos los años figurando al frente de un Cuerpo que él modernizó en todos los aspectos. Aun así, Gómez reconoce que el nuevo empleo le gusta sobremanera. Luego, como quien no quiere la cosa, hablamos de cuestiones que no se deben contar aquí. De momento. Claro.

MARTES. 31


Mi veraneo se va consumiendo entre las cuatro paredes del mejor sitio que tiene la ciudad para poder soportar el calor: El Parador “Hotel La Muralla” de Ceuta. Uno, que ha tenido la suerte de veranear en los mejores lugares, cuando las circunstancias no eran propicias para que muchos españoles pudieran hacerlo, ha encontrado a la vejez viruela unas instalaciones adecuadas para combatir las tremendas incomodidades del estío, sin tener que moverse de Ceuta. Y, además, no tengo el menor empacho en proclamar lo bien que se come en este establecimiento. Así se lo hago saber a Lucas Artesero Caballero: jefe de comedor del hotel. Lucas agradece mis palabras. Y a mí me da por preguntarle por el tiempo que llave prestando sus servicios en el Parador. Y me dice que forma parte de la plantilla desde 1969. Así que yo conozco a Lucas desde 1971. Ya ha llovido desde entonces. A los postres, Artesero Caballero, que es maître de mucha enjundia y buena memoria, me pone al tanto de cuestiones que a mí se me habían olvidado.

MIÉRCOLES. 1

Me alegro de verte. Le digo a María Antonia Palomo Fernández cuando la veo tomando el sol en la piscina del Parador “Hotel la Muralla” de Ceuta. Y toda sorprendida, pues no me había visto llegar hasta el sitio en el que ella estaba tostándose, reacciona para decirme que hacía un mundo que no me veía. A María Antonia Palomo se le nota muchísimo que su pertenencia a la política activa le sentaba muy mal. Vamos, como un tiro. Pues no hay más que mirarla para comprobar lo mucho que ha ganado desde que un día, de hace ya su tiempo, decidió desligarse de una tarea que le ocasionaba trastornos varios. Palomo Fernández es una señora que ha mejorado en todos los aspectos. Y con la que charlar resulta un ejercicio más que agradable y divertido. Por lo que debo decir que la risa fue la protagonista durante gran parte de nuestra conversación. María Antonia, como en otras ocasiones, quiso que le contara anécdotas referentes al partido socialista, pertenecientes a la década de los ochenta y noventa del siglo pasado, y yo me rendí a su sugerencia.

JUEVES. 2


No sé las razones, ni tampoco me voy a entretener en averiguarlas, por las que José Antonio Benítez y yo nos hayamos pasado tantos años sin cruzar palabra alguna. Todo cambió a raíz de que a su padre le concedieran la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo. Fue en ese momento, de hace meses, cuando nos pusimos a hablar nuevamente. El azar ha querido que José Antonio Benítez y yo compartamos ahora palco en el campo de fútbol. Y, claro, llevamos dos partidos en los que no dejamos de intercambiar impresiones sobre lo más destacado que ocurre en el césped del Murube. Decir, a estas alturas, que a JAB le chifla el fútbol, sería como airear que la Coca-Cola es invento de los estadounidenses. Benítez es muy buen aficionado al fútbol. Y, por tanto, se percata muy pronto de cuanto sucede en el terreno de juego. También es propenso a escuchar atentamente lo que opinan quienes están a su vera. De manera que a mí no me queda más remedio que alegrarme públicamente de tener la oportunidad de ver los partidos del Murube cerca de él y junto a otros dos compañeros de palco que me han tocado en suerte.

VIERNES. 3

A Carlos Chocrón lo conocí yo el primer día que puse los pies en esta ciudad. Carlos, por aquel entonces, destacaba sobremanera allá por donde se dejaba ver. Debo decir que nos caímos bien a las primeras de cambio. Y, aunque a veces Carlos se mostraba discordante con mi forma de ser, también yo le cantaba las cuarenta cuando me parecía que pecaba de algo molesto para mí. Cierto es que la vida ha cambiado muchísimo desde entonces. Estoy hablando de treinta años atrás. Pero los cambios nunca fueron obstáculos para que nuestra amistad creciera. De ahí que Chocrón fuera consciente del mucho pesar que a mí me habían ido produciendo sus desgracias familiares. Así, en bastantes ocasiones, me atreví a escribir de él y de Alicia con el único deseo de que se vinieran arriba. Que empezaran a vivir nuevamente ilusionados con los nietos que les iban naciendo y con el saber estar de Moisés Chocrón: el hijo que es director general de ‘Chocrón Joyeros’ y un tipo encantador. Lo que le ha ocurrido a Carlos Chocrón, durante la ceremonia del Día de Ceuta, jamás lo podré olvidar. Forma ya parte de ese dolor que se apodera de uno cuando las desgracias se ceban en los seres más queridos. Rezo, desde entonces, por la recuperación de Carlos. Y espero que mis rezos sean atendidos por ese Dios capaz incluso de atender a los ruegos de los más descreídos.

SÁBADO. 4

Durante el mes de agosto, y así lo he ido escribiendo en estas páginas, he pasado muchos ratos de ocio en el Parador “Hotel La Muralla”. De modo que he podido compartir charla con muchas personas. Una de ellas ha sido Cayetano Cuesta López. De quien conté, hace dos semanas, un pasaje de su vida como futbolista. Cayetano Cuesta me pareció persona de muy buena formación, de educación exquisita y un magnífico conversador. Así que tuve la fortuna de asegurarme charla interesante mientras disfrutábamos del baño o nos tostábamos al sol. Cuando agosto estaba tocando a su fin, Cuesta López me dijo que se iba a pasar unos días en Puente Genil. Y así lo hizo. Sin embargo, antes de irse tuvo el detalle de dejarme un libro en la recepción del Parador. Pero no un libro cualquiera, sino uno que ha escrito él y cuyo título es ‘Vivencias de mis pueblos’. Me lo han entregado hoy. Y ya he comenzado a leerlo. Gracias, pues, Cayetano Cuesta y que tu estancia en Puente Genil sea tan agradable como el amor que le profesas a ese pueblo cordobés.
 

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