LUNES. 30
Coincido con Ángel Gómez en sitio céntrico y nos
ponemos a charlar. Y lo primero que hago es recordarle que
acaba de cumplir un mes como director general de Protección
Civil. Y lo siguiente es preguntarle cómo le ha ido en su
nuevo cargo. Y Ángel Gómez no tiene el menor inconveniente
en decirme que, hasta el momento, se siente satisfecho de la
labor que ha emprendido. Y me dice, además, que está muy
ilusionado con la tarea que le espera. Habla de proyectos.
Aunque, en un momento determinado, reconoce que todavía le
cuesta trabajo hacerse a la idea de que no está ejerciendo
como lo que es: superintendente Jefe de la Policía Local. Y
es que han sido muchos los años figurando al frente de un
Cuerpo que él modernizó en todos los aspectos. Aun así,
Gómez reconoce que el nuevo empleo le gusta sobremanera.
Luego, como quien no quiere la cosa, hablamos de cuestiones
que no se deben contar aquí. De momento. Claro.
MARTES. 31
Mi veraneo se va consumiendo entre las cuatro paredes del
mejor sitio que tiene la ciudad para poder soportar el
calor: El Parador “Hotel La Muralla” de Ceuta. Uno, que ha
tenido la suerte de veranear en los mejores lugares, cuando
las circunstancias no eran propicias para que muchos
españoles pudieran hacerlo, ha encontrado a la vejez viruela
unas instalaciones adecuadas para combatir las tremendas
incomodidades del estío, sin tener que moverse de Ceuta. Y,
además, no tengo el menor empacho en proclamar lo bien que
se come en este establecimiento. Así se lo hago saber a
Lucas Artesero Caballero: jefe de comedor del hotel.
Lucas agradece mis palabras. Y a mí me da por preguntarle
por el tiempo que llave prestando sus servicios en el
Parador. Y me dice que forma parte de la plantilla desde
1969. Así que yo conozco a Lucas desde 1971. Ya ha llovido
desde entonces. A los postres, Artesero Caballero, que es
maître de mucha enjundia y buena memoria, me pone al tanto
de cuestiones que a mí se me habían olvidado.
MIÉRCOLES. 1
Me alegro de verte. Le digo a María Antonia Palomo
Fernández cuando la veo tomando el sol en la piscina del
Parador “Hotel la Muralla” de Ceuta. Y toda sorprendida,
pues no me había visto llegar hasta el sitio en el que ella
estaba tostándose, reacciona para decirme que hacía un mundo
que no me veía. A María Antonia Palomo se le nota muchísimo
que su pertenencia a la política activa le sentaba muy mal.
Vamos, como un tiro. Pues no hay más que mirarla para
comprobar lo mucho que ha ganado desde que un día, de hace
ya su tiempo, decidió desligarse de una tarea que le
ocasionaba trastornos varios. Palomo Fernández es una señora
que ha mejorado en todos los aspectos. Y con la que charlar
resulta un ejercicio más que agradable y divertido. Por lo
que debo decir que la risa fue la protagonista durante gran
parte de nuestra conversación. María Antonia, como en otras
ocasiones, quiso que le contara anécdotas referentes al
partido socialista, pertenecientes a la década de los
ochenta y noventa del siglo pasado, y yo me rendí a su
sugerencia.
JUEVES. 2
No sé las razones, ni tampoco me voy a entretener en
averiguarlas, por las que José Antonio Benítez y yo
nos hayamos pasado tantos años sin cruzar palabra alguna.
Todo cambió a raíz de que a su padre le concedieran la
Medalla de Oro del Mérito al Trabajo. Fue en ese momento, de
hace meses, cuando nos pusimos a hablar nuevamente. El azar
ha querido que José Antonio Benítez y yo compartamos ahora
palco en el campo de fútbol. Y, claro, llevamos dos partidos
en los que no dejamos de intercambiar impresiones sobre lo
más destacado que ocurre en el césped del Murube. Decir, a
estas alturas, que a JAB le chifla el fútbol, sería como
airear que la Coca-Cola es invento de los estadounidenses.
Benítez es muy buen aficionado al fútbol. Y, por tanto, se
percata muy pronto de cuanto sucede en el terreno de juego.
También es propenso a escuchar atentamente lo que opinan
quienes están a su vera. De manera que a mí no me queda más
remedio que alegrarme públicamente de tener la oportunidad
de ver los partidos del Murube cerca de él y junto a otros
dos compañeros de palco que me han tocado en suerte.
VIERNES. 3
A Carlos Chocrón lo conocí yo el primer día que puse los
pies en esta ciudad. Carlos, por aquel entonces, destacaba
sobremanera allá por donde se dejaba ver. Debo decir que nos
caímos bien a las primeras de cambio. Y, aunque a veces
Carlos se mostraba discordante con mi forma de ser, también
yo le cantaba las cuarenta cuando me parecía que pecaba de
algo molesto para mí. Cierto es que la vida ha cambiado
muchísimo desde entonces. Estoy hablando de treinta años
atrás. Pero los cambios nunca fueron obstáculos para que
nuestra amistad creciera. De ahí que Chocrón fuera
consciente del mucho pesar que a mí me habían ido
produciendo sus desgracias familiares. Así, en bastantes
ocasiones, me atreví a escribir de él y de Alicia con
el único deseo de que se vinieran arriba. Que empezaran a
vivir nuevamente ilusionados con los nietos que les iban
naciendo y con el saber estar de Moisés Chocrón: el
hijo que es director general de ‘Chocrón Joyeros’ y un tipo
encantador. Lo que le ha ocurrido a Carlos Chocrón, durante
la ceremonia del Día de Ceuta, jamás lo podré olvidar. Forma
ya parte de ese dolor que se apodera de uno cuando las
desgracias se ceban en los seres más queridos. Rezo, desde
entonces, por la recuperación de Carlos. Y espero que mis
rezos sean atendidos por ese Dios capaz incluso de atender a
los ruegos de los más descreídos.
SÁBADO. 4
Durante el mes de agosto, y así lo he ido escribiendo en
estas páginas, he pasado muchos ratos de ocio en el Parador
“Hotel La Muralla”. De modo que he podido compartir charla
con muchas personas. Una de ellas ha sido Cayetano Cuesta
López. De quien conté, hace dos semanas, un pasaje de su
vida como futbolista. Cayetano Cuesta me pareció persona de
muy buena formación, de educación exquisita y un magnífico
conversador. Así que tuve la fortuna de asegurarme charla
interesante mientras disfrutábamos del baño o nos tostábamos
al sol. Cuando agosto estaba tocando a su fin, Cuesta López
me dijo que se iba a pasar unos días en Puente Genil. Y así
lo hizo. Sin embargo, antes de irse tuvo el detalle de
dejarme un libro en la recepción del Parador. Pero no un
libro cualquiera, sino uno que ha escrito él y cuyo título
es ‘Vivencias de mis pueblos’. Me lo han entregado hoy. Y ya
he comenzado a leerlo. Gracias, pues, Cayetano Cuesta y que
tu estancia en Puente Genil sea tan agradable como el amor
que le profesas a ese pueblo cordobés.
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