Paseo por cierta calle de la
ciudad, acompañado por dos ciudadanos que me cuentan sus
cuitas. De pronto, para nuestra sorpresa salen del portal de
uno de los edificios, que delinean la mencionada calle, una
pareja de musulmanes. Ella está huyendo de la paliza que le
está dando él. Ignoramos por qué.
En fin, no deberíamos asombrarnos ante semejante escena.
Deberíamos cabrearnos.
Ya sabemos que los musulmanes (en su concepto no existen las
musulmanas) siguen a pie juntillas los preceptos de su fe y
ello conlleva que, desde que nacen, tengan cerrado el
cerebro a todo pensamiento que no sea el que les ofrecen sus
ulemas.
El escándalo mediático que se ha levantado en torno a la
justicia musulmana iraní –tema de la próxima lapidación de
Ashtiani Sakineh- viene adobado con los insultos hacía la
esposa del presidente francés.
Ya sabemos, desde siempre, que la fe de los moros es la
misma que tuvieron los occidentales cuando las Cruzadas y
ello nos lleva a observar que la historia es tremendamente
repetitiva. Aunque con otros actores.
No sólo ese dios árabe es vengativo sino que corrobora la
versión integral del macho machista.
Para las mujeres musulmanas, cualquier roce con extraños,
aunque sea con los ojos) ya es un pecado tremendamente
ofensivo para su religión y por ello merecen ser lapidadas
hasta que suelten el último estertor.
Para los hombres musulmanes, no sólo es cualquier roce con
extrañas un pecado sino un derecho que le confiere su propio
dios con total impunidad.
Una mujer musulmana ha de cumplir el requisito de «en casa y
con la pata quebrada», que antaño era de uso común entre los
carpetovetónicos.
Un macho musulmán ha de cumplir la regla del mundo animal:
estar por encima del bien y del mal respecto a la mujer.
Tratarla como el jefe de manada de mandriles y demás
congéneres trata a sus hembras.
En suma, la mujer musulmana solo puede ser una fábrica de
hijos. Nada más. La mejor herramienta de los musulmanes para
hacer proselitismo de su religión.
Pero lo cierto es que no podemos hacer nada, ni mucho menos,
por nuestro propio pasado. Tuvimos una Inquisición que ya es
hablar.
Cada pueblo, cada religión tiene su propia Inquisición… y el
Papa la toma contra los laicos.
Un mundo sin dios no puede convertirse en infierno, según
sus palabras, las palabras del Papa.
Al revés.
En un mundo con dioses… impera el infierno.
Que se lo pregunten a Alá, Yavhé y demás. La Religión, desde
siempre, es la única que hace levantar en armas a toda una
nación.
Es la que mata.
Los USA siempre tiene a “que Dios te bendiga” cuando manda a
sus tropas a matar a otros.
Los árabes tienen la Yihad.
Los católicos tienen a Dinero. Engatusar a sus fieles para
que les donen sus bienes…, si no, no les dan la
extremaunción.
Eso de que los ciudadanos británicos se nieguen a financiar
el viaje del Papa a su país es lógico, los protestantes
hacen eso: protestar.
Lo malo es que se le ocurra decir al Papa, dirigiéndose a
los jóvenes, que es más importante la fe religiosa que el
trabajo. ¿No te jode?
Con la fe no se come “ná”, excepto las hostias, ni se puede
comprar coches.
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