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OPINIÓN - DOMINGO, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Carlos: échale bemoles
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llego al Parador “Hotel La Muralla” convencido de que puedo bañarme en su magnífica piscina y ligar color. Pero me encuentro con que los alrededores de la piscina, jardín con sabor añejo, están reservados para celebrar una boda de tronío. Ojalá que a los contrayentes, de verdad de la buena, la vida les ofrezca la oportunidad de mantenerse siempre asidos al carro de la felicidad.

Debido a que no puedo bañarme, decido acogerme a los beneficios que me ofrece ‘El Rincón’ de la barra de una cafetería que rezuma antigüedad por los cuatro costados. Y apostado en él, cuando aún está solitario, los recuerdos me llevan en volandas a unos años que jamás podrán borrarse de mi memoria, si acaso alguna dolencia no interfiere en ella.

“Aquí se viene a beber. De política ni hablar. Y antes de salir pagar”. Es el lema que sigue luciendo en una placa, colgada de la pared de ‘El Rincón’, que es donde las fuerzas vivas de la ciudad, allá en los finales de los setenta y principios de los ochenta, se reunían para tomar copas y hablar de todo cuanto se encartara.

En ese sitio, un 18 de julio de 1982, Eduardo Hernández, joyero prestigioso y abogado no ejerciente, me presentó a Carlos Chocrón. Otro joyero que aspiraba a convertirse en el mejor entre los mejores de su oficio. Carlos era, sin duda, un sibarita. Un tipo con un gusto exquisito y un saber estar que llamaba la atención.

Elegante en el vestir y de magnífica presencia tenía Carlos más que asumido que muchas miradas convergían en él. Y a veces se turbaba ante la atención que su presencia despertaba. Enamorado del amor, permítaseme esta cursilería, en ocasiones se subía de tono y había que recordarle que la realidad era muy distinta.

A Chocrón comencé yo a estimarle muy pronto. Tan pronto como principié a discutir con él. Por causas menores. Aunque en cada desencuentro nuestra relación salía reforzada. Vi crecer a sus hijos y tuve la suerte de relacionarme con ellos. De modo que me tocó sufrir lo que es conocido por todos los ceutíes.

En los peores momentos de Carlos y los suyos, procuré siempre hablar de ellos para recordarles que era necesario volver a la vida. Aunque en el intento pudiera pecar de pesado y de algo más. Pero nunca olvidé que los malos momentos vividos por Carlos y Alicia necesitaban soplos de aire fresco para que pudieran reaccionar por el bien de ellos y de Moisés. Ese hijo ejemplar que tienen y que ha sido capaz de convertirse en lo que Carlos más deseaba.

Carlos Chocrón está internado en el Hospital Universitario. Y me consta que está bajo la atención médica de un equipo compuesto por magníficos cardiólogos. Tal y como me ha reconocido Jesús del Real. Afamado cardiólogo y que fue premiado el año pasado con la Medalla de la Ciudad Autónoma.

Mira, Carlos, en estos momentos te diría muchas cosas. Y hasta he estado tentado de reproducir aquí muchas de las anécdotas que vivimos en ese ‘Rincón del Muralla’. Pero me las reservo con el fin de contarlas cuando tú le hayas pegado un regate monumental al infarto. Entonces, que será muy pronto, me vas a tener que aguantar. Porque bien sabes, Carlos, que mi memoria, a pesar de que ésta sea considerada la inteligencia de los tontos, sigue funcionando a la perfección. Así que hazme el favor de echarle bemoles a la cosa para que los médicos te digan que te puedes ir a tu casa cuanto antes. Y a mí me abandone la inquietud.
 

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