La entrada del mes de Septiembre siempre se ha caracterizado
por la ‘vuelta al cole’, y la llegada a los quioscos de los
clásicos coleccionables que, cada año, empiezan a recopilar
miles de ciudadanos. Muñecas de porcelana, piedras
preciosas, dedales del mundo, relojes, barcos por piezas,
dinosaurios, cursos de idiomas... hay para todos los gustos
y todas las edades. Pero detrás de este amable y entretenido
‘hobby’ podría subyacer un peligro latente, para ciertas
personas, de desarrollar antes un trastorno obsesivo
compulsivo. Así lo afirma la profesora Francisca López
Torrecillas, del departamento de Personalidad, Evaluación y
Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada y
experta en adicciones, que advierte de que en los últimos
años “se ha detectado un aumento muy importante“ de casos en
los que el coleccionismo exagerado ha desembocado en un
transtorno obsesivo compulsivo o en una adicción a las
compras.
Tampoco quiere decir que todas las personas sean igual de
proclives a desarrollar esta patología, según el estudio de
la UGR serían sólo aquellas con tendencia a padecer este
tipo de trastorno quienes pueden verse empujadas a
coleccionar de forma exagerada; y es que acumular objetos de
manera descontrolada es un síntoma de este grave problema
psicológico, una de cuyas variantes es el conocido ‘Síndrome
de Diógenes’ (caracterizado por la tendencia a aislarse en
el hogar y acmumular objetos desmesuradamente). Así, según
advierte Torrecillas, aunque coleccionar objetos con
moderación tiene befeficios psicológicos y permite
desarrollar habilidades y actitudes muy positivas para el
individuo como la constancia, el orden, la paciencia y la
memoria, entre otros, siempre ha de hacerse “de manera
controlada”.
La investigadora destaca en su estudio que rasgos como una
excesiva necesidad de control, el perfeccionismo o la
meticulosidad y el orden “son muy frecuentes en las personas
que tienen como ‘hobby’ coleccionar objetos, pero también
están muy relacionados con algunos trastornos psicológicos”,
como los señalados con anterioridad.
Torrecillas afirma que el coleccionismo llega a convertirse
en una obsesión (y por tanto en un problema), en los sujetos
“que presentan una vulnerabilidad personal”, o falta de
autoestima, carecen de habilidades sociales y por eso “su
coleccionismo compulsivo les ayuda a sentirse mejor”. La
profesora añade además, que el excesivo bombardeo
publicitario de algunas editoriales en este sentido, “puede
ayudar a los sujetos con predisposición a sufrir este
problema a desarrollarlo”. En cualquier caso, la experta
confirma que, como en todos los ámbitos de la vida, “es
necesario hacer más estudios en profundidad“ sobre la
materia, y que coleccionar “con control”, tiene “más efectos
positivos que negativos” sobre el individuo.
Ceuta colecciona poco
Frente a las conclusiones científicas del estudio de la UGR,
los quiosqueros ceutíes se muestran altamente escépticos
frente a esta teoría, y la mayoría simplemente no se cree
que alguien pueda desarrollar un trastorno psicológico por
aficionarse a los coleccionables. De todas formas, hacerlo
en la ciudad autónoma es cada día una tarea más difícil para
quienes se lo plantean, ya que en los últimos años ha
descendido mucho la oferta de material por entregas en los
quioscos locales. Según explican sus propietarios, no es que
ellos no estén interesados en venderlo, sino que tanto los
clientes como los distribuidores fallan a la hora de
adquirir un compromiso con el vendedor. “Hace un año que
dejé de ofrecerlos”, dice Miguel Encomienda Romero,
quiosquero desde hace diez años en el centro de la ciudad
que afirma estar “más tránquilo” desde entonces. “Tenemos
muchos problemas con las editoriales, en un coleccionable no
pueden pasar del número 7 al 14, pero muchas veces lo
hacían”, añade. “Hay veces, incluso, en que el cliente se
suscribe directamente con la editorial y desde allí le dicen
que no reparten en Ceuta ni Melilla”, confirma otra conocida
quiosquera del centro.
Muchos ‘números uno’ de ofertas coleccionables se amontonan
en la Boutique de la Prensa de la ciudad, uno de los pocos
reductos locales para los coleccionistas, pero la
dependienta afirma que la época de auge de los fascículos ya
pasó. “Sigue viniendo gente, sobre todo a por el primer
número de muchas ediciones, pero después lo dejan porque el
precio varía mucho. No hay un perfil de consumidor, lo
compran desde los más pequeños hasta los mayores, aunque yo
personalmente creo que las editoriales apuestan cada vez más
por vender entre los jóvenes”.
Entre los clientes hay quien dice que últimamente “se ven
menos anuncios” publicitando fascículos, pero quien más
quien menos, ha empezado alguna vez una colección de algo.
“Yo la hice el año pasado para mi nieta - dice Pedro, en una
de las expendedurías de tabaco, prensa y revistas de la
ciudad- era una colección de muñecas preciosa, pero al final
la tuve que dejar porque no llegaban los números”, se
lamenta.
La dueña de uno de los establecimientos que antes vendía
fascículos, admite que una vez llegó a terminar un
coleccionable de abanicos, eso sí, prefiere no pensar cuánto
dinero gastó al final. Según explica, en el almacén de su
quiosco se apilan montones de números de coleccionables,
pedidos por consumidores que después prefieren no
comprarlos. Para ella está claro, “en Ceuta, quien quiere
empezar una colección ha de pensarlo mucho”.
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