El alumbrado de las mezquitas con motivo del mes de Ramadán
es absolutamente inadecuado, pues se trata de una fórmula
para verbenas y romerías, que no para centros de culto. Año
tras año la historia se repite, y cada vez que llega el
Ramadán se les quita el polvo y vuelta a poner.
Los musulmanes más agradecidos son aquellos a los que la
Ciudad prohíbe mediante subvenciones poner en entredicho sus
decisiones, siendo su agradecimiento más consistente por
esto último que por la luz incandescente de unas bombillas
que ya nadie usa.
De este modo, quienes deberían hablar, callan, aceptando así
un “regalo” que, a ciencia cierta, viene a usurparles el
polvo dejado por su dignidad perdida; sin embargo, la
mayoría de los musulmanes aún tienen ojos para ver otras
luces y otros sitios, envidia sana que surge una vez que se
acercan a sus mezquitas, llenas de sombras por luces de
podredumbre. Es una muestra del cómo y por qué se gasta los
euros el Ejecutivo de la Ciudad. Es cosa de Ceuta, “La
Rancia”.
Uno de los logros de la Ciudad, del que no se habla porque
no da brillo, es la catarata colectiva que produjo en las
lentes de los musulmanes de Ceuta, que viene impidiéndoles
ver con suficiente claridad lo que la realidad clama desde
hace tiempo, encapsulándoles en épocas de panes y sales, en
donde el agradecimiento al poder aplasta cualquier atisbo de
libertad y expresión personal, es el “gracias” del mendigo
por el “qué es esto” del ciudadano libre y moderno. Son los
gulags de una Ciudad atada a una conciencia cruel, que con
tierna mano mece las cunas de sus hijos pródigos, mientras
que con otra al pairo otras manda, bien antes quitándoles su
bien más preciado: su parte de Igualdad, que no es otra que
su derecho a ser igual.
Son muchas las casas y muchos los coches y muchas las cosas
que podrán comprar aquellos “representantes” y aquellos
“imames” que se sumaron a la causa de aquellos que mandan y
dinero dan, aquellos que pretenden un “islam nuevo y
español” tal como prefieren llamarlo; sin embargo, lo que no
podrán comprar nunca es el respeto de quienes bien conocen
la talla de sus conciencias. Es la diferencia entre “Ser” y
“Servir”, es la distancia entre el despojos que deja la
Dignidad vendida y aquella otra que permanece limpia y
autosuficiente.
Es el mercado intangible de los Hombres de la Ciudad, allí
donde se venden y compran voluntades, allí donde todo es
posible, es como el Dar Ghaleb de Casablanca, un lugar en el
que hasta las paredes de las tiendas se venden, la
diferencia es que allí el Precio se precia y es rey; sin
embargo, en el de aquí, el precio es lo de menos, lo que
impera es la palmadita y el puñadito, aunque en el suelo se
de.
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