Persisten los tiempos de la
esclavitud. Mueven mucho dinero. Y para más dolor, lejos de
disminuir, aumentan los vasallajes. Cueste lo que cueste hay
que detener la sumisión como sea. Quitémosle el negocio a
los dominadores. Multitud de personas están atadas de por
vida al comercio. Son parte de esa compraventa a la que
nunca debieron acceder. Menos mal, la ONU acaba de presentar
un Plan contra la Trata de Personas. Nunca es tarde si la
dicha es buena. Efectivamente, estamos ante la gran opresión
de los tiempos actuales. Por consiguiente, no podemos
dilatarnos más en el tiempo, ha llegado el momento de tomar
decisiones e intervenciones de manera global. Los hechos son
verdaderamente escalofriantes y vergonzosos. Cada año, miles
de personas, principalmente mujeres y niños, son explotadas
por criminales y obligadas a trabajos forzosos y al comercio
sexual. Ningún país está exento, ya sea como origen,
tránsito o destino, acaba de reconocerlo Ban Ki-moon,
Secretario General de Naciones Unidas.
El comercio de vidas humanas es lo peor de lo peor. Se ha
convertido la sexualidad en una mercancía más y lo infame es
que la industria de carne humana, no quiebra ni con la
crisis. Todo lo contrario, sigue dejando grandes beneficios
a los pudientes, mientras guillotina el corazón de los más
pobres. Hacen falta en la tierra cartas de libertad que
rompan cadenas. Urge destruir el virus de los viciados
poderes y quitarles el negocio a los comerciantes sin
escrúpulos. El ser humano no se compra ni se vende, y mucho
menos se puede promocionar turísticamente con fines
sexuales, tampoco se traspasa de boca en boca como si fuese
algo de usar y tirar. Ningún ciudadano es un producto de
mercado, ni debe prestarse a ser juguete de un escenario de
dementes. No se puede consentir que lo sea. Seamos francos.
Intervengan los Estados.
Cierto. El alarmante aumento de la trata de seres humanos es
uno de los problemas políticos, sociales y económicos
urgentes vinculados al proceso de globalización, que debemos
atajar de manera inmediata. Téngase en cuenta que representa
una seria amenaza a la seguridad de cada país. Lo considero
un asunto de justicia internacional impostergable. En esta
guerra debemos estar todos a una. Nos merecemos ser
personas, no cautivos de locos, en esta tierra de nadie y de
todos. Por propia dignidad.
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