Volvió a sembrar de sangre el
asfalto y ocasionó, una vez más, una auténtica tragedia, con
sus accidentes y muertes en la carretera.
Es el cáncer de hoy, es la muerte anunciada, aunque no se
sabe, de antemano, para quien será, es la conclusión
nefasta, tras unos días de merecido descanso, en la playa o
en la sierra, siempre buscando salir de ese ajetreo diario
de la ciudad y del trabajo.
Y este año, por aquello de que el final de mes no coincidía
con fin de semana, esa operación retorno del verano se ha
hecho más escalonado, pero siguió siendo nefasto.
Ni por esas, la carretera se cobra lo que parece que
considera suyo sin serlo, una serie de vidas humanas, como
desde hace años se viene repitiendo.
Aquí no hay advertencias que sirvan de nada, unas
advertencias macabras que, casi siempre, salen de la DGT
elaboradas por algún “enchufadete” y que más que servir de
prevención, sirven de miedo permanente, pero sin atenuar la
catástrofe en las rutas.
Ahora, tras esa cifra de más de 25 fallecidos, en nuestras
carreteras, entre el viernes al mediodía y el domingo a las
doce de la noche, no he oído al incompetente Pere Navarro
salir pavoneándose y haciéndose publicidad de que esa es la
cifra más baja, en no sé cuantos años, meses, semanas o
días.
Ahora, como es una cifra sensiblemente más alta de la que
hubo en momentos similares del pasado año, aquí no ha salido
nadie a hablar del resultado de los métodos ordenados para
controlar la seguridad de las carreteras.
Está visto que, también, en esto el modelo está gastado y
que ni empujando a ciertas fuerzas de seguridad en las
carreteras, para hacer caja, denunciando más, ni aun así
sacan algo que pueda ser positivo.
Es lo malo, que tengamos que valorar unos métodos seguidos,
haciendo balance con la pérdida de vidas humanas, para ver
si hubo éxito o no, pero siempre tras haber muerto un
determinado número de personas.
Todavía, aunque ya en menor cuantía, al persistir el fuerte
calor, faltan por desplazarse una serie de personas, desde
su lugar de veraneo. Todavía, pues, la operación retorno no
se ha ultimado y, por desgracia, es posible que tengamos que
añadir más víctimas, aún, a las que ya se han contabilizado,
un triste balance que, seamos sensatos, no hay que imputar a
nadie en concreto, salvo en circunstancias aisladas, por
supuesto, ni mucho menos se las podemos imputar a Pere
Navarro, como tampoco le ponemos en su “haber” el descenso
en momentos puntuales.
¿A qué se deben tantos accidentes, pues?. A circunstancias
muy variadas, casi siempre circunstanciales, en unos
momentos en los que la ciudad ha aumentado tremendamente en
los últimos tiempos, a la mala suerte, a la fatalidad y, sin
lugar a dudas, también, a ciertos errores humanos,
inexplicables, incomprensibles, pero que se producen.
Una vez más, tras un largo puente o, tras unas merecidas
vacaciones, tenemos que hablar de la parte negra de esos
viajes, al no poder volver a casa con bien, y con la ilusión
de programar una nueva salida, en cuanto las ocupaciones y
“el bolsillo” lo permitan.
Nunca me agradaron los finales vacacionales, y mucho menos
me agrada tener que hablar de ellos por circunstancias de
este tipo que se tienen que repetir, más veces de las que
uno quisiera citar.
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