LUNES. 23
A mí me cae la mar de bien Pepe Jordán. Por lo que,
en cuanto se me presenta la oportunidad, me pongo a hablar
con él sin que el tiempo me preocupe lo más mínimo. Lo cual
ha ocurrido hoy en el Hotel Parador La Muralla. A Jordán lo
acompaña Pepa, su señora, de la que nunca me cansaré de
decir que es encantadora. Yo la definiría de otra manera.
Pero creo que mi modo de verla debe tener nada más como
oyentes a ella y a su señor marido. Jordán es persona
dialogante. Con quien da gusto conversar. Máxime cuando le
da por hacer acopio de su memoria y saca a relucir hechos de
un pasado lejano que uno gusta de oír. El hablar, como el
escribir y el leer, ayuda a pensar. Y hablando, con quienes
saben hacerlo, se aprende muchísimo. Se debe hablar de todo.
Lo malo es que los hay que no salen de lo mismo. Y terminan
durmiendo y durmiéndose ellos. Gracias a Pepa y a Pepe por
el rato tan agradable que me han hecho pasar.
MARTES. 24
Muchas son las veces que me tropiezo con Manuel Díaz, “Lolo”.
A quien conozco desde hace la friolera de veintinueve años.
Y en cuantas ocasiones nos vemos, Lolo siempre tiene
palabras de aliento hacia mi persona. Y que son merecedoras
de reconocimiento por mi parte. Manuel Díaz nació cantando.
Y lo seguirá haciendo hasta el fin de sus días. Lolo es un
artista que lo ha tenido todo para convertirse en un
profesional del cante en su momento. Pero hizo uso de ese
refrán que dice que más vale pájaro en mano que ciento
volando. O lo que es lo mismo: no quiso arriesgar por temor
a perder el empleo, y que los suyos se quedaran a la
intemperie. A Lolo le chiflan, desde que tuvo uso de razón,
los cantes de ida y vuelta. Dentro de ese estilo se engloba
la milonga, la vidalita, la rumba, la colombiana y la
guajira entre otros. A Lolo hay que prestarle mucha atención
cuando se arranca a cantar porque sí. Porque está a gusto.
Porque le da la real gana. Y porque se siente capacitado
para deleitar a quienes coincidan con él en el momento que
le da por decir esta voz es mía y hago con ella lo que me
apetece.
MIÉRCOLES. 25
Ayer estuve en el Murube para ver el partido de la Copa del
Rey entre el primer equipo de la ciudad y el Atlético Mancha
Real. Mi localidad estaba muy cerca de la que tenía Ángel
Muñoz Vega. Y hablé con él unos minutos. Fue en mayo
pasado, precisamente, cuando tuve el placer de dedicarle una
columna al padre del editor de este periódico y presidente
de la Asociación Deportiva Ceuta. Para contar, entre otras
varias cosas, cómo Muñoz Vega deseaba que la selección
española fuera campeona del Mundo. Y, puesto a pedir, me
dijo Muñoz Vega que la felicidad sería completa si acaso se
produjera también el ascenso de la Asociación Deportiva
Ceuta. Lo primero se cumplió. Y, tras recordárselo, le dije
que lo segundo quizá pueda darse muy pronto. Máxime viendo
cómo el equipo se desenvuelve en el terreno de juego. Junto
a Ángel Muñoz Vega, y haciendo de ángel de la guarda, estaba
uno de sus muchos nietos. En esta ocasión, le tocaba el
turno a David: el menor de los hijos de José
Antonio Muñoz.
JUEVES. 26
Durante la cena se charla de todo un poco. De la crisis, de
lo ocurrido en Melilla, de lo bien que le ha venido a la
ciudad la designación de José Fernández Chacón como
Delegado del Gobierno -de quien me permito adelantar que se
le echará de menos cuando ya no esté-, y de que agosto está
tocando a su fin y habré de volver al tajo. De pronto surge
el nombre de Conchita Iñiguez: esposa de Pedro
Gordillo. Y a mí me falta tiempo para decir que se ha
conducido, tras lo ocurrido en su día a su marido, como una
gran señora. Lo que es. Conchita, con la que hasta hace
apenas un año nunca había hablado yo, ha comprobado en muy
corto espacio de tiempo de qué manera los que decían ser sus
amigos y le doraban la píldora a cada paso le dejaban de
hablar y le retiraban el saludo. Una situación dolorosa que
me consta ha superado. Eso sí: gracias al afecto de otras
muchas personas que nada le debían. Al final de la cena, y
cuando ya hacía tiempo que habíamos dejado de hablar de
Conchita, yo levanté mi copa para brindar por ella.
VIERNES. 27
El calor se deja sentir y, por tanto, la mañana invita más a
permanecer en la piscina del Hotel Parador La Muralla, donde
se está de maravilla, que a pasear por la ciudad. Pero a mí,
no sé por qué motivo ni razón, me da la ventolera por hacer
lo segundo. Y la suerte me acompaña. Puesto que a la altura
de la Plaza de los Reyes me topo con Ramón Cutillas
García y decidimos sentarnos en la terraza de una
cafetería, donde la sombra nos cobija mientras le damos a la
sinhueso. Y debo decir que nos cundió. De Ramón Cutillas ya
he escrito en otras ocasiones, para decir cosas agradables
de él. Las mismas que diría hoy si la galbana no se hubiera
apoderado de mí. Quien parece estar inmunizado contra la
galbana es Ramón Ruiz. A quien, tras despedirme de
Cutillas García, lo encuentro en ‘El Mentidero’. Y nos
enfrascamos en una conversación de fútbol. Porque Ramón me
pide que le hable de la Asociación Deportiva Ceuta. Y le voy
contando detalles del equipo. Todos favorables. “¿Qué hay de
los defectos?”, me pregunta él. Los defectos que los cuenten
los especialistas en escribir sobre este deporte. En suma:
que RR, con sólo invitarme a una cerveza, quedó enterado de
todo lo bueno que le he visto al equipo tanto en Rota,
frente al Xerez Deportivo, como en el Murube contra el
Atlético Mancha Real. Ojalá que en Écija se repita la
historia..
SÁBADO. 28
Juana Romero Lavi es paisana mía. O sea, que nació en
El Puerto de Santa María. Juana está harta de decirme que la
nomine como Juanita. Pero a mí se me olvida siempre de
atender a su ruego. Y ella no duda en recordármelo a cada
paso. A Juanita siempre se le encuentra risueña, con esa
expresión tan suya y tan llena de vitalidad. Hoy, cuando la
saludo en la piscina del Hotel Parador La Muralla, se halla
conversando con Carmela Partida. Otra mujer con la
que charlar siempre es motivo de satisfacción para mí. De
modo que disfruto pegando la hebra con ambas. Juanita, por
si ustedes no lo saben, está casada con Pedro Fernández
Olmedo: director del Hotel Parador La Muralla. Juanita y
Pedro Rezuman amabilidad.
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