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OPINIÓN - SÁBADO, 28 DE AGOSTO DE 2010

 

OPINIÓN / SNIPER

Afganistán: solidaridad militar en Mazar e Sharif
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

No quiero hacer política de caleya. Aunque podría. Pero con los cuerpos aun calientes del capitán José María Galera y el alférez Abraham Bravo, abatidos en la base conjunta de Qala-i-Now (Mazar e Sharif) por un policía afgano que trabajaba como chófer y escolta de los agentes, no me parece oportuno aunque solo sea por un mínimo de delicadeza para con los fallecidos. Y perdonen el inciso pero a las cosas por su nombre: para ganar una guerra hay que delimitar bien al enemigo y pese al vacuo e irreal discurso oficial del gobierno de Rodríguez Zapatero, en Afganistán las tropas occidentales no están repartiendo chocolatinas o en plan ONG, aunque también es obvia y encomiable la ayuda humanitaria. En Afganistán hay una cruenta guerra en la que se mata y se muere y la insurgencia talibán va a lo suyo, a eliminar soldados occidentales y a sus colaboradores, como pueden. Siempre ha sido así y, mientras no se asesinen civiles, por mí no hay nada que objetar. En la guerra como en la guerra. El método utilizado por el insurgente talibán que, por lo demás, sacrificó su vida al llevarse por delante a los dos oficiales de la Guardia Civil, ya fue empleado en contextos bien diferentes: durante la II Guerra Mundial o en la mal llamada Guerra de Independencia contra el ejército de Napoleón. ¿Y acaso los guerrilleros españoles eran terroristas?. En definitiva, un mínimo de respeto y decencia para los deudos de los dos oficiales y el Instituto Armado me impiden entrar, a saco, en colaterales aspectos de la sucia política española.

La populosa ciudad de Mazar en Sharif, en persa “Noble Santuario”, es la cuarta ciudad más grande de Afganistán. De mayoría étnica tayika, fue una importante base estratégica del ejército soviético desplegado en el país. En la pequeña base de Qala-i-Now presta servicio una dotación multinacional bajo mando directo norteamericano y en ella ondea la bandera de las Barras y las Estrellas. Tras la muerte de los dos oficiales de la Benemérita a manos de un policía afgano infiltrado por los talibán, el alférez de la Guardia Civil Alberto Blanco, al mando interino del pequeño grupo que allí presta servicio, solicitó del comandante de la base sustituir temporalmente la bandera de los Estados Unidos por la bandera de España a media asta para así, al frente de sus hombres, rendir un emocionado homenaje a sus compañeros oficiales abatidos. Así se hizo. Al anochecer y al formar ante la bandera roja y gualda el reducido contingente de la Guardia Civil superviviente, formado por solo cinco hombres, vieron con agradable sorpresa como, de forma voluntaria, se les iban uniendo progresivamente efectivos militares de las naciones allí representadas: marines norteamericanos, franceses, holandeses y polacos. ¡Dios, qué buenos vasallos si hubiera buenos señores!. Solo la disciplina mantuvo la emoción mientras, en un desgarrador silencio, la bandera de España era arriada en presencia de todos los militares occidentales presentes.

Estas prietas líneas van escritas, no solo en sincero homenaje para los dos oficiales de la Guardia Civil recientemente fallecidos, sino para todos lo militares occidentales que arriesgan día a día su vida en la inhóspita tierra afgana. Hoy día como aprendieron dolorosamente los Estados Unidos en Vietnam, las guerras no se ganan solo en el frente sino también en la retaguardia. Estamos en guerra, sí y nos estamos jugando nuestros valores y estilo de vida. Porque, ¿saben?, van a por nosotros. Si no ganamos y estabilizamos Afganistán, nos van a dar la del pulpo. Salir con el rabo entre las piernas será, el equivalente, a la derrota soviética en las mismas tierras afganas. ¿Qué “Muro” caería ahora…?. Visto.
 

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