Me miro al espejo. Es imposible
ser más guapo. Incluso pienso que a la hora de afeitarme me
debería dar un pequeño corte en la cara para, de esa manera,
acortar algo esta belleza sin igual. Estoy a punto de llevar
a cabo semejante corte en mi preciosa cara, cuando caigo que
no existe cuchilla tan buena, que sea capaz de realizar el
corte sin ser destruida por a dureza de la misma. A la cara
me refiero.
Para nadie es un secreto semejante belleza. No tengo culpa
alguna de haber nacido así. De lo que si soy culpable es de
estar escribiendo esta chorrada.
Me pongo serio, inicio el correspondiente rasurado, teniendo
mucho cuidado en no darme un corte en la cara, para no
quedarme sin cuchilla de afeitar y, de esa manera, poder
estar en perfecta forma de revista que, dentro de unos diez
minutos, me tengo que poner al frente de una expedición de
turistas españoles, llegados desde la tierra de Julio Romero
de Torres, pintor de mujeres guapas, incluida la imagen de
la señora que salía en los billetes.
Ustedes, por toda lógica, se preguntarán si me he metido a
guía turístico. No, no me he metido a guía turístico, aunque
tal y como está la cosa en mí paupérrima economía igual me
tengo que subir, otra vez, al “madero” a presentar
espectáculos. Que ya lo dijo el “Pipo”, aquel que fuese el
apoderado de “El Cordobés”, “más corná da el hambre”.
La culpa, de todo esto, la tiene mí enano, que desde que
estuvo en Ceuta acompañado de toda su prole más un
matrimonio amigo sevillanos, y les enseñé, los contenedores
de basura, colocados cuesta abajo y en la puerta de la
iglesia de “Los Remedios”, se ha corrido la voz por
Andalucía, por culpa de ese matrimonio sevillano que son los
que han contado semejante asunto, y es raro el día que no me
llame el enano, para rogarme le sirva de guía turístico a la
correspondiente expedición que viene a ver Ceuta, pero sin
que falte, en esa visita, la parada ante los contenedores
colocados cuesta abajo y a la puerta de una iglesia.
Ese es el único motivo que me obliga a ser guía turístico,
sin cobrar un euro, por hacerle un favor al enano, cuyos
amigos sevillanos, son los culpables de todo este lío en qué
me han metido, y qué ya veremos cómo puedo salir del mismo.
Les recibo en el puerto, furgoneta en estado de revista,
subo a los catorce expedicionarios e iniciamos el recorrido
turístico por todas las maravillas que tiene esta tierra
mía,. La vuelta completa hasta llegar a la Plaza de la
Constitución donde abandonamos la furgoneta, para realizar
el resto a pie.
A mi derecha en ese edificio de ahí, había un bar llamado
“El Campanero Chico”, un poco más arriba estaba “El
Campanero” y entre ambos, estaba “Casa Rejano”, que es donde
mejor se comían los calamares fritos.
Oiga nosotros queremos ver, la iglesia de “Los Remedios” y
los contenedores de basura, cuesta abajo instalado en su
puerta. Bueno, pues vamos. Llegamos a la puerta. Señores
aquí están los contenedores a los que hemos añadido una
campana que le sirva de soporte y además se pueda depositar
vidrio. Aplausos y foto y más fotos de las cámaras que
llevaban colgadas al cuello, mientras gritaban “¡único,
increíble, maravilloso espectáculo!. Visita turística
terminada.
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