Todos lo llevamos impreso en el
alma. En los momentos más duros siempre nos salva la
esperanza, el coraje con el que actuamos. Sabemos que grande
es el valor de los mineros, siempre lo ha sido, porque
adentrarse en las entrañas de la tierra es como ahondar en
uno mismo, en el espíritu de lo que somos. El orbe
constantemente ha reconocido la heroicidad de estos
incansables obreros de universos interiores, acompañándoles
en ese descubrir lo que el planeta tiene dentro. Ahora lo
está, si cabe aún más, con los treinta y tres mineros
atrapados en el yacimiento de San José, en Chile, porque sus
miradas y sus nombres nos han removido el corazón. Llevan la
marca de la dureza de la mina consigo, nos consta que van
bien de ánimo, algo necesario para resistir, todo lo pueden
con esta energía, también conmover al mundo y fraternizarlo
como está sucediendo. En su semblante, el que se percibe a
través de las fotografías publicadas en todos los medios de
comunicación, se dejan traslucir las señales de buena gente,
su perseverante lucha de enseñar los dientes al cansancio,
al sufrimiento y a la adversidad. Es cuestión de ganar
tiempo al tiempo y lo vamos a conseguir, ellos desde dentro
alargando su mano y el mundo desde fuera reduciendo
distancias.
Yo también provengo de una zona minera, la del Valle de
Laciana, en León, y sé de vuestro entusiasmo por la vida,
injertada por la sabiduría característica de quien está en
contacto con las habitaciones interiores de la naturaleza.
Sé, igualmente, de vuestra capacidad de ser agradecidos y de
compartir con los demás, la sencillez de tan hondas
costumbres y la fecunda generosidad que os caracteriza. Con
vuestro esfuerzo tenaz y constante, no exento de riesgos
como el que atravesáis en estos momentos, contribuís de modo
relevante al progreso económico y social de vuestra patria,
que es parte considerable del bien común del mundo,
globalizado como nunca. Por todo ello, me gustaría llegar a
vosotros con el aliento preciso, que hay puertas que se
abren y se cierran con la mente, sabéis que la vida es lucha
y que aquel que tiene un motivo para vivir se puede
enfrentar a todas las dificultades. Pensad que uno puede ser
feliz de muchas maneras. Servidor lo era cuando llevaba los
pantalones remendados y los zapatos rotos, pero el corazón
entero, por las montañas de carbón de mi tierra. Que la
entereza no os abandone. Los grandes poderes del mundo no
deben fallar en este rescate. Ayudar al que lo necesita no
sólo es parte del deber humano, sino también de lealtad por
la vida y el hombre.
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