La protesta que ayer protagonizaron los inmigrantes del CETI
se extendió a todo el centro de la ciudad para culminar
frente a las puertas de la Delegación del Gobierno. Todos
sus protagonistas, “cansados” y “hastiados” de la situación
que viven, sólo piden “una oportunidad para llevar una vida
digna”.
Vinieron caminando desde el propio CETI e irrumpieron en el
centro de la ciudad después de cruzar, ante miradas de
asombro, las inmediaciones de Parque Ceuta, las cercanías de
las Murallas Reales y la Gran Vía. Sus rostros reflejaban el
“cansancio” y el “hartazgo” al que todos hacían referencia.
Unos aporreaban, con botellas de plástico e incluso con sus
propias manos, improvisados tambores hechos de diversos
materiales. Otros, portaban pancartas y camisetas cuyos
rótulos hacían referencia a la libertad, y otros se habían
atado simbólicamente las manos para representar a su
situación “de prisioneros”. Algunos, presas de la
indignación, se atrevieron incluso a desnudarse
parcialmente. Todos cantaban y todos gritaban, y la
mencionada palabra libertad sonaba bien alto.
Los inmigrantes subsaharianos que ayer parecieron haber
tomado la ciudad pedían “una oportunidad, sólo una, para
poder seguir adelante con sus vidas”. “Algunos llevamos aquí
más de tres años” explicó, mientras se ajustaba su camiseta
en la cabeza al comenzar a subir el Revellín, Lurie, que
afirmó que le es “imposible” volver a su país, El Congo,
“debido a su situación de violencia” y que tampoco puede
entrar en la Península a buscar “una nueva vida; vivir en
paz”.
Estos inmigrantes residentes en el CETI, tras subir por el
Paseo del Revellín lanzando al aire las palabras “liberado”
y “libertad” y haciendo referencias a la prisión de
Guantánamo retornaron, ante los ojos asombrados de los
ceutíes, que les animaban y que se quejaban de su marcha a
partes iguales, al Paseo de Colón para realizar una breve
parada frente a la comisaría de la Policía Nacional, tras la
que retornaron a la unión entre la Gran Vía y el Paseo del
Revellín, el cual finalmente subieron hasta la Delegación
del Gobierno, en la Plaza de los Reyes, donde se apostaron
definitivamente y en donde entonaron canciones como ‘La
Guerre Commencé’ o el ‘Waka Waka’ de Shakira, con el que
demostraron tener todavía cierta dosis de buen humor a la
hora de afrontar su dura situación.
“No lloramos todos los días, pero ganas no nos faltan”
afirmó Egbo, que dijo ser de Nigeria y que declaró que “en
los últimos dos años lo único que he hecho ha sido comer y
dormir, comer y dormir, comer y dormir: no he tenido
formación, no he tenido cursos y tengo, como muchos de mis
compañeros, menos de 40 años; aquí muchos estamos en una
edad muy importante para trabajar y no podemos, y mientras,
nuestras familias no reciben nada en nuestro país”.
Michael, que no quiso decir de dónde proviene, confirmó que
“vinimos aquí para enviar dinero a nuestras familias y
algunos llevamos años sin enviarles absolutamente nada”.
Este joven explicó además, mientras se enjugaba la cabeza
perlada de sudor con el agua de la fuente de la Plaza de los
Reyes, que “tenemos otros problemas en nuestras residencias:
yo tengo dos amigos con problemas mentales y que no siguen
ningún tratamiento especial”.
Un compañero de Michael que aseguró ser de Camerún pero que
tampoco quiso decir su nombre explicó que “muchos llevamos
un año con la misma ropa, con el mismo pantalón y con la
misma camiseta: no se puede vivir así”.
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