La credibilidad de nuestros
políticos es el tercer problema de los españoles, según
dicen los entendidos en la materia. Cada día la clase
política aparecer más deteriorada ante la opinión pública
española, que no ve con muy buenos ojos la actuación de
algunos de ellos.
Sin entrar en discusión alguna, pues cada quisqui es libre
de opinar como mejor le venga en ganas. Lo cierto es que los
partidos políticos parecen empeñados en llevar en sus
listas, a las elecciones municipales, autonómicas o
generales, a personas cada vez con menos carisma ante el
electorado que, en ocasiones, se pregunta y ese que va en la
lista quién es y qué ha hecho para merecer ir en las mismas.
Estoy de acuerdo con Bono que los mejores candidatos son los
que el pueblo elige y no los que van, en esas listas, por el
señalamiento del “dedatil”, una de las formulas de las que
se valen los mandas, para colocar en las listas no a quienes
más valen, sino a quienes ellos les interesan que vayan en
las mismas, para tener siempre dispuestos, a estos del
“dedatil” a decir a cualquiera de sus decisiones, “si, bwana”.
Observando objetivamente las listas, me da igual el partido
que sea el que las lleve a cabo, encontrará en las mismas a
personajes que jamás entenderá cómo pueden ir en una lista
para que sean los que durante cuatro años les gobiernen,
mientras que se caen de las mismas, otros personajes con
mucha mejor preparación cultural y política que usted
pensaba, sin duda alguna, formarían parte de esas listas a
las elecciones.
Hay mandas que piensan, de todo tiene que haber en este
mundo de Dios, que llevar en sus listas a personajes
preparados cultural y políticamente y a veces mucho mejor
político que los mandas, les pueden crear problemas, ya que
no le pueden gobernar como a aquellos otros del “dedatil”,
que quedan muy lejos, cultural y políticamente, de ellos. Un
gran error.
Si yo fuese uno de esos mandas cosa, por supuesto que ni lo
soy ni lo seré, sin lugar a duda me rodearía de los mejores,
aunque estuviesen mucho más preparados que yo, puesto que
sus grandes conocimientos me ayudarían a resolver los
problemas que se me puedan presenta. Al fin y al cabo el
manda soy yo, y me colgaría todas las medallas del éxito
conseguido, recibiendo el aplauso del pueblo, que vería en
mi persona un manda para toda la vida.
Recuerdo a alguien que dirigía un medio de comunicación que
no aceptaba, en el mismo, a nadie que le pudiese hacer
sombra, tratando de darle trabajo, en ese medio, a todos
aquellos que él consideraba que estaban muy por debajo de
sus conocimientos.
Por cierto, este manda no era ningún genio de los medios de
comunicación, más bien un mindundi al que la tómbola de la
vida le había regalado el bastón, la gorra y el pito con
mando.
Así le creció el pelo, fue de fracaso en fracaso, y cuando
quiso acudir a buscar a alguien con suficiente capacidad
para levantar el medio, todos se negaron a ir con él,
dejándolo en la estacada.
Salió del medio con más pena que gloria, sin que nadie
tuviese un recuerdo para él. Así son algunos mandas, cambian
oro por cobre.
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