La ciudad fue escenario ayer de hechos que ocurrieron en
apenas dos horas pero que reflejan la odisea a la que los
centenares de inmigrantes que recalan en Ceuta se enfrentan
a veces durante años. Mientras la Salvamar ‘Gadir’ recataba
y traía a puerto a nueve subsaharianos, otro grupo de
personas procedentes de los mismos países dormía frente a la
Jefatura Superior de Policía en protesta por su situación de
indefinición en territorio ceutí, sin poder regresar a sus
países ni salir a la Península. Al mismo tiempo, medio
centenar de residentes en el CETI se reunían en el monte en
asamblea para compartir la misma inquietud.
Ceuta fue escenario ayer de una insólita sucesión de hechos
que reflejan el penoso ciclo de la inmigración clandestina:
mientras nueve subsaharianos rescatados en el mar llegaba al
puesto de la Guardia Civil en el puerto, otro grupo bastante
más numeroso celebraba en el monte una asamblea para debatir
su difícil situación en la ciudad.
La sucesión de estos hechos, de los que ha sido testigo EL
PUEBLO, comenzó a las ocho de la mañana, cuando la
embarcación de Salvamento Marítimo con destino en Ceuta, la
‘Gadir’, traía a la ciudad a nueve hombres rescatados a
cinco millas de la costa ceutí. Los inmigrantes, de origen
subsahariano como todos los que, a cuenta gotas, están
llegando a las costas españolas en especial durante los
meses de verano, trataban de alcanzar las costas
peninsulares en dos pequeñas balsas hinchables. Una de las
barquitas, de colores, era similar a las que se han visto en
las últimas semanas, de las que se venden a los bañistas
para dar paseos por la playa.
Los ocupantes de estas dos pateras se encontraban en
aparente buen estado de salud, por lo que no requirieron
atención por parte de los sanitarios de Cruz Roja, que
acuden al muelle en estos casos.
Lo que sí se proporciona siempre a los inmigrantes, en
tierra es ropa seca y limpia. Los de ayer llegaban
pertrechados de chalecos salvavidas, iban abrigados e
incluso alguno de ellos había tenido la precaución de llevar
dos prendas superpuestas. La ropa desechada llenó un
contenedor de basura y los inmigrantes esperaron un rato
sentados en la gasolinera del puerto hasta que el vehículo
de la Policía Nacional, que en esos momentos llevaba a cabo
un servicio en Los Rosales, pudo acudir a recogerlos. El
protocolo en estos casos es la apertura de una ficha de
identificación y su posterior traslado al Centro de Estancia
Temporal de Inmigrantes (CETI).
En el paseo de Colón
De este centro provienen los extranjeros, también
subsaharianos, que desde el pasado mes de abril protestan
frente a la Jefatura Superior de Policía, en el céntrico
paseo de Colón, por su larga espera en el CETI, que en
algunos casos es, según afirman, de dos y tres años, hasta
que se resuelven sus casos y se decreta su expulsión a sus
países de origen o su traslado a la Península.
Lo que en un principio, era una manifestación, en la que un
grupo de inmigrantes que se declaraban originarios de países
como Congo, Ruanda, Camerún o Costa de Marfil, permanecían
unas horas apostados con pancartas frente a la comisaría, se
ha convertido en otro pequeño campamento. Durante el día, a
las horas en las que el sol es más implacable, el grupo se
protege bajo rudimentarias tiendas de campaña confeccionadas
con sábanas y otros elementos similares y ubicadas en un
callejón. Ahora, han comenzado también a pernoctar en el
lugar. A las 09.29 horas de ayer, mientras los recién
llegados eran trasladados al CETI, los protagonistas de la
protesta dormían en camastros que ocupaban media acera, con
colchones y cartones colocados sobre cajas de fruta y
provistos de sábanas, mantas y almohadas.
Este ‘limbo’ en el que personas jóvenes que arriesgan sus
vidas para llegar a Europa en busca de mejores condiciones
de vida, se quedan atrapados durante meses y años llevó ayer
por su parte a otro numerosos grupo de residentes en el CETI
a organizar una asamblea en el monte.
Eran las 09.37 horas cuando EL PUEBLO se convertía en
testigo de la concentración de algo más de medio centenar de
inmigrantes subsaharianos, todos hombres, en el bosque de
García Aldave, a unos 300 metros del CETI. Este punto es
utilizado también como campamento por quienes prefieren
dormir fuera del centro que, según los datos de la
Delegación del Gobierno son unos 60.
Los concentrados desarrollaron un debate ordenado, en el que
se pedían turnos de palabra. Tras una decena de
intervenciones, seguidas con gestos de aprobación o
desaprobación de los presentes, cuyos rostros reflejaban en
todos los casos preocupación, la asamblea se disolvió sin
que aparentemente se llegara a un consenso sobre posibles
acciones a emprender, entre las que algunos mencionaban una
manifestación. “Si se decide hacer una manifestación sería
pacífica, sólo para protestar, no queremos líos ni
incidentes”, explicaba a EL PUEBLO uno de los que mejor
hablaba castellano. Otros afirmaban llevar en el CETI hasta
tres años, “sin dinero, sin poder llamar a la familia y con
la misma ropa que nos dieron al llegar”, lamentaban. “La
gente quiere salir, tener sus papeles, sólo queremos
libertad, estamos en Europa pero en una cárcel”, resumía
otro.
La asamblea terminaba pasadas las diez de la mañana con un
rezo en el que los inmigrantes, reunidos en círculo, unieron
sus manos.
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