Les invito a localizar entre todo ese tumulto de la
fotografía superior a un agente de la Policía Nacional
española en el paso fronterizo de Beni Enzar de Melilla.
Como les va a ser difícil se lo voy a decir yo: el agente se
encuentra ligeramente desenfocado en la parte inferior de la
imagen y más o menos por el centro. Pues bien, ese sitio es
donde está el puesto de la Policía Nacional de Beni Enzar en
Melilla y delante de él..., la tierra de nadie (¿?). Casi al
final del encuadre, es decir, en la parte alta, podrán ver
el puesto fronterizo de Marruecos.
La fotografía de arriba a la derecha recoge un momento en el
que un policía fronterizo de Marruecos dialoga (¿?) con un
agente del Cuerpo Nacional de Policía prácticamente en el
mismo límite policial español. La imagen de abajo es una
columna de blindados del Regimiento de Caballaría Alcántara
parada porque no puede acceder a la entrada de su
acuartelamiento por el atasco de vehículos en la frontera.
Los soldados se lo toman con calma, como no puede ser de
otra manera.
Las fotografías han sido tomadas por mí no hace más de tres
años. Podría publicar más, pero no es el caso. Creo que es
suficiente para indicarles que España tiene un grave
problema geoestratégico en esa zona, aunque sea a pequeña
escala, que se ha ganado a pulso por incompetencia (repito
lo de otras veces), dejadez extrema (por ser una frontera
“amiga”) y porque, sencillamente, somos muy generosos en el
nivel intelectual y cultural que otorgamos a muchos de los
que nos gobiernan, que no son sino analfabetos sobre moqueta
oficial.
He escrito en otras ocasiones que mi condición de periodista
me ha llevado a cruzar muchas fronteras y algo me ha tocado
ver en materia de control y seguridad o, sencillamente, de
buena vecindad. Entre las más complejas que recuerdo, sin
duda, la que pasaba de Ammán (Jordania) a Jerusalén (Israel)
en plena primera guerra del Golfo o la que dividía el Berlín
occidental y el Berlín comunista a través del Checkpoint
Charlie que tan bien describió John le Carré. Geniales
escenarios para describir el expansionismo patriótico de
turno a lo largo del siglo XX.
La frontera que España tiene con Marruecos en Melilla es,
sencillamente, a-normal. Un escenario del que John le Carré
huiría como de la peste para ilustrar sus novelas, pero que
haría las delicias de personajes de terror como Frankestein
o Van Helsing, que suspiraban por un laboratorio para
investigar sus singulares experimentos humanos. Eso es el
paso de Beni Enzar, un experimento de comportamientos
cerebrales entre humanos y que como elemento residual tiene
connotaciones políticas absurdas a las que se reviste de
autoridad patria para tapar la escenografía de lo absurdo.
Allí en la tierra a-normal de ‘Aigor’ suceden las historias
más terribles para asustar a los niños. Las mujeres vestidas
de azul son brujas terribles sin piedad que fustigan a los
desheredados de la tierra estrellada de cinco puntas. Allí,
en la “tierra de nadie” los “nadie” son los que mandan desde
hace mucho tiempo porque los “todo-va-bien” no se enteran de
nada.
Pero no se apuren, ustedes pueden pasar por allí sin
problemas enseñando su DNI a los “nadie” diciendo que son de
la tierra de los “todo-va-bien”, una escisión simpática de
la tribu “relación-excelente”.
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