Joaquín Lara, “Quino”, fue alumno
del C.P. “Maestro Juan Morejón”, en mi primera etapa en el
citado Centro. Carismático y con un gran poder de captación
de amigos. No destacaba mucho en sus estudios, 2º Etapa de
la E.G.B, necesitando apoyos en las áreas fundamentales para
conseguir superar sus cursos.
Recordaré que, todos los viernes, unos minutos antes de la
conclusión de la jornada escolar, su padre se lo llevaba a
una escuela de tauromaquia ubicada en la vecina ciudad de
Algeciras, con un correcto ¡Maestro, me lo llevo! Y es que
el Sr. Lara, hombre entregado por completo a su familia,
quería que Quino triunfara como torero. Y en ello ponía toda
su ilusión. Y es que él, el padre, conocía muy bien el arte
de torear, puesto que se había vestido de luces en muchas
ocasiones, no teniendo la suerte necesaria para conseguir el
triunfo en ese mundo tan difícil del toreo. También el
abuelo de Quino, estuvo ligado a la lucha de toros bravos,
Larita I, que al parecer tuvo cierto relieve. Por lo tanto,
el Sr. Lara había puesto “toda la carne en el asador” para
que nuestro alumno, su hijo, consiguiera continuar la saga
de los “Larita”.
Muchos sacrificios para que Quino lograra la educación
suficiente, pudiera vestir el traje de luces y debutar como
novillero. Permanecían en Algeciras todo el fin de semana,
habitando una vivienda que habían alquilado. Regresaban el
domingo, en el último barco, para que el lunes, padre e hijo
se incorporaran a su deberes cotidianos.
Con toda la concentración puesta en conseguir el triunfo en
el mundo del toreo, era lógico pensar que nuestro alumno
tuviera sus estudios en un segundo plano, por lo que su
rendimiento escolar, como he anotado al principio, no era
satisfactorio.
Y llegó el momento de su presentación. Al parecer, Quino
había superado su periodo de aprendizaje y tenía condiciones
para moverse con dignidad dentro del complicado mundo del
llamado “arte de Cúchares”. Y fue en su ciudad, donde Quino
quiso hacer su debut, que estaba programado para el día 4 de
Enero de 1997, a las 4 de la tarde. Una gran novillada, sin
picadores, con reses de D. Cateyano Muñoz, de Zafra
(Badajoz). Compartía Quino cartel con Víctor Janeiro,
hermano de Jesulín de Ubrique, Luis Vilches, de Utrera,
prometedor novillero. Pero, la suerte no estuvo a su favor
de estos ilusionados novilleros, ya que la corrida no se
pudo celebrar, al ser suspendida por causa del mal tiempo.
Por dos veces, con distinto cartel se quiso celebrar la
corrida, y por la misma causa se tuvo que suspender.
Posiblemente, seguirían otras actuaciones, ya habiendo
dejado el Colegio. Pero el incansable padre seguiría como
apoderado del hijo, buscando, por un lado, otras actuaciones
para el prometedor novillero. Siempre en la lucha,
pretendiendo conseguir, dentro del mundo de los toros, lo
mejor.
Pero, ¡ocurrió la tragedia! No en el ruedo, ni el
protagonista, el torero. Fue su padre, que encontró la
muerte en la carretera, en un accidente de tráfico en
nuestra ciudad. La noticia nos dejó sin respiración. Dicen,
que no es la muerte que desean los toreros. ¡La mejor muerte
la ocurrida en la plaza, por un toro! La familia quedó
desecha, y Quino se quedó sin apoderado, que más de una vez
le escuché decir, ¡lo bueno sería que mi hijo tuviera un
buen padrino!
Ha transcurrido unos dieciocho años. Siempre me pregunté que
había sido de Quino. Di por cierto que el “mundo de los
toros” no sería el suyo. Al preguntarles a algunos de sus
antiguos compañeros, sólo me decían que no se encontraba en
nuestra ciudad, pero que no sabían de su vida familiar y
profesional.
El encuentro imprevisto con un familiar, que me identificó
como el maestro de Quino, de aquella etapa llena de
ilusiones por parte de toda la familia, me facilita datos
suficientes para ponerme en contacto con él: reside en
Estepona, está casado y trabajo. Un número de teléfono
completaría algunos puntos oscuros de la frustrada ilusión
de Quino.
Puesto en contacto con Quino, me cuenta que, en efecto, esa
corrida donde se habían puesto tantas ilusiones, no pudo
celebrarse por el mal tiempo. Después no se pudo repetir
cartel por compromisos de los dos compañeros que lo
compartían. La fecha fue muy inapropiada -4 de Enero-, por
lo que, incluso se esperaba que tiempo tendría mal
comportamiento.
Quino, pese a todas las adversidades, intentó continuar,
siendo en Moguer, Huelva, en 1998, cuando se retiró,
contándose la coleta, y sin esperar nuevas situaciones que
le devolvieran a lo que podría haber sido la resolución del
sueño de su vida.
Actualmente, encontrándose el país con esa grave crisis, que
afecta al mundo de la construcción, precisamente pertenece a
una pequeña empresa, donde también sufre las consecuencias
de la falta de trabajo.
Pero me da la sensación que es feliz. Junto a su compañera,
tres hermosos hijos, donde quizás recobre el sueño de que
uno de ellos, varón, pudiese ser el continuador de la
dinastía de los “Larita”, en su cuarta generación. ¡Suerte
Quino!
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