Europa va más allá, en el imaginario de los inmigrantes
subsaharianos que salen de sus países de origen en dirección
al Norte, del territorio comprendido entre el Estrecho de
Gibraltar y los Urales. “Todos los sitios donde hay futuro
son Europea” fue una de las frases que más impactaron a la
voluntaria de la oenegé alemana World Unite! Ursula
Dollinger durante las semanas que permaneció en Tánger y sus
alrededores entrevistando a decenas de ellos.
“He pasado semanas”, explica a este periódico desde
Tanzania, donde tiene su base de operaciones desde hace
años, “hablando con hombres, mujeres y niños a los que he
escuchado algunas verdaderamente espeluznante historias”.
“No, ellos no están aquí por la aventura, o porque el estado
de ánimo los trajo. Vinieron”, explica, “porque no podían
alimentar a sus familias o porque no estaban seguros en sus
propios países”.
“Llegaron a Marruecos”, resume, “porque no veían una manera
de permanecer en sus países de origen pero ahora, les
pregunté después de todo lo que han vivido, cuáles son sus
opciones”. Dollinger les ofreció tres alternativas básicas:
perseverar en su sueño de cruzar el Estrecho; volver a los
lugares de los que partieron o quedarse en Marruecos.
“La primera opción es, claro, la que todos quieren”, resume
sus conclusiones la voluntaria alemana, sorprendida de que
después de tantas penurias el sueño siga teniendo aliento.
“Pero sí, me di cuenta en sus grandes sonrisas de que sí, de
que la ilusión es suficiente para mantenerles enfocados en
su objetivo aunque asuman”, lamenta, “que lo más probable es
que terminen haciendo algo ilegal, en trabajos mal pagados y
enfrentados al racismo al menos en la misma medida que lo
hacen en Marruecos”.
Esa, la de no cejar en el empeño, es la opción mayoritaria
pero no la única: “Aunque la mayoría de los subsaharianos
siente que quedarse en Marruecos no sería una opción viable,
bastantes dicen que se quedarían si tuvieran la oportunidad
de encontrar un trabajo y de tener una vida digna”.
Según Dollinger “muchos de mis entrevistados tienen un gran
potencial que ofrecer que no sería ningún mal negocio para
Marruecos: formación, idiomas, gente capacitada y
físicamente fuerte dispuesta a trabajar duro: ¡qué
desperdicio de recursos, su reducción a los mendigos en las
calles de Tánger!”, brama.
Dar media vuelta y deshacer lo andado sería, en un mundo
ideal, la opción predilecta. “Todo el mundo me habló con
emoción acerca de su patria, pero si un país está tan
desgastado por los conflictos, la pobreza, la corrupción y
la ineptitud de sus dirigentes, ¿quién puede culpar a los
jóvenes por tratar de construir un futuro en otra parte?”,
se pregunta la alemana, que llegó a Tánger de la mano de la
asociación local Chabaka.
“Esa opción de futuro resulta bastante difícil de concretar
porque es difícil volver con las manos vacías después de
establecer grandes esperanzas y sueños”, comprende la
posición de los subsaharianos e invita al periodista a
hacerlo: “¿Qué haría usted de vuelta a casa si la situación
de la que huyó no ha mejorado, si ha gastado todos sus
ahorros para llegar adonde está ahora? Incluso si pudiera
encontrar el dinero para el viaje de regreso, ¿cómo hacer
frente a la vergüenza de haber renunciado, que es la
impresión que se va a encontrar allí?”, llama a reflexionar.
En otro contexto imaginario (con dinero en el zurrón, el
sueño más o menos cumplido, el viaje terminado...) Dollinger
constató que sí, que entonces “una mayoría optaría por la
posibilidad de volver a casa siempre que la situación haya
mejorado también”.
Una vida “decente y segura”
“Para el colectivo de subsaharianos todo se reduce a forjar
una vida decente en condiciones de seguridad para ellos
mismos y para su familia”, afirma la voluntaria alemana, que
cree que es ahí donde radica “la fuerza impulsora detrás de
todas las migraciones conocidas a lo largo de la Historia,
una fuerza vital básica que ha asegurado la supervivencia de
la humanidad hasta nuestros días”.
Sólo con ese motor se entiende que persista la sonrisa y la
ilusión en rostros que dejaron sus países de origen “porque
no podían ver un futuro allí” y tomaron la senda de la
penalidad en busca de Europa, del paraíso, donde quiera que
esté. “Muchos pagaron grandes sumas a revendedores que les
prometieron una buena vida; cruzaron el Sahara a pie o en la
parte trasera de camiones, sobornaron a las patrullas
fronterizas, fueron enviados de vuelta varias veces,
padecieron el hambre, la sed y la enfermedad y dejaron atrás
a un número indeterminado de compañeros que nunca pudo
llegar tan lejos”, enumera con pasión Dollinger.
Ahora están aquí al lado, en el Norte de Marruecos, tan
cerca y tan lejos de su objetivo: “España, Europa, la Tierra
Prometida”. “¡Y lo que les queda!”, avisa reproduciendo lo
que ha escuchado la voluntaria de World Unite!: Casi todos
son conscientes de que es más que probable “que haya sido
más fácil para cubrir miles de kilómetros desde Nigeria,
Camerún, Sierra Leona o Malí que hacer los últimos 14 km de
la costa española”.
“Bastantes de ellos están allí desde hace años ya, sin
pasaportes, sin estatus legal y sin posibilidad de encontrar
trabajo, enviar a sus hijos a la escuela o conseguir un
lugar decente para vivir pero su actitud positiva es
inspiradora porque diez años de vivir a salto de mata en
estas condiciones deprimentes no han destruido sus
espíritus”, se alegra, finalmente.
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Unos mil subsaharianos viven en Tánger, sus alrededores y el
entorno de Ceuta
Según los cálculos de Dollinger y
Chabaka se estima que hay unos mil inmigrantes subsaharianos
que viven en Tánger y sus alrededores. “No todas ellas han
encontrado un refugio con paredes y un techo, y algunos
optan por acampar en los bosques cercanos a la ciudad
marroquí y a Ceuta”, explica la voluntaria alemana, que
llegó a la ciudad del Reino alauita para acometer la tarea,
junto a la oenegé del país vecino, de realizar entrevistas
personales con los inmigrantes para “obtener información de
primera mano sobre sus experiencias, sus circunstancias de
vida presentes, sus esperanzas, sus temores y sus sueños”.
“Se trata”, resume Ursula Dollinger, “de desarrollar una
agenda de acción y atención basada en el diálogo en lugar de
en los supuestos”.
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