Ay de mí que quiero recordar
tantas historias y tantas vivencias de un diario que guardo
como un relicario, son las historias de un Legionario. Fue
hace unos años, con la vigilancia del perímetro fronterizo
un destino, añadido al argot militar, aparte de los famosos
en mi época de retén, guardia, libre, maniobras,
adiestramiento y las imaginarias, se añadía eso de
“frontera”. Empecé a visitar a mi hermano Legionario en sus
marchas y despliegues fronterizos. Íbamos la familia con
bollos, batidos, zumos y todo tipo de chucherías, con el
calor que hacía ese verano. Yo me he visto solo en la mili,
salvo que fuera mi novia, hoy mi mujer, a llevarme bocatas,
dulces y café, veía pasar ante mis parabienes a otros y yo
solo.
Así que pregunté a mi hermano, ¿cuántos eran con él en esa
ronda?, eran una pareja, así que llevábamos cosas para los
dos. Era resaca de feria, el cuerpo fatigado y allá que
vemos a los dos Legionarios con los chambergos y cetme y uno
de ellos un pedazo radio con antena a cuestas, sacamos los
tentempiés y ellos lo agradecen. Me hablaron de que un
hombre, todos los días subía y bajaba el perímetro empezando
por el Tarajal y terminando por Benzú, cargado de dos
bolsas llenas de chucherías, batidos, pipas, tabaco y café,
todos los soldados lo esperaban y agradecían su meritorio
esfuerzo con dejarle las bolsas vacías y compraban todo.
Esos días de calor, toda La LEGIÓN lo esperaba, su imagen
por las llanuras, parecía un espejismo, subiendo y bajando
cuestas su necesidad, hizo de ella un oficio. Hoy, años
después, leyendo libros de La Legión, descubro su figura,
lo que Millán Astray denominó Vivandero en los años 20, en
los comienzos del Tercio de Extranjeros, una garrafa de
cristal llena de agua, una botella de jarabe de refresco y
un vaso, con el frió, el jarabe, se cambió por aguardiente.
Con peligro o sin él, y hasta en combate o guerrilla. Muchos
murieron atracados por las barcas rifeñas y muchos eran
admirados por acompañar hasta la muerte a los Legionarios.
Vivandero, más a prisa, más ligero, sube la cuesta hasta la
Legión y tráenos más pipas y refrescos que son una
bendición.
Cierro en mi corazón las páginas del diario, un día más y
perdóname hermano si me olvidé de ti, cuando vestías la
camisa verde, toda tú historia, la de tus compañeros y los
que vengan las guardo en mi relicario, dignas son
escucharlas de ti, Caballero Legionario.
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