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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE AGOSTO DE 2010

 

OPINIÓN / ESCRITOS CABALLAS

Vivandero
 


Javier Cherllarám
javiercherllaramt@elpueblodeceuta.com

 

Ay de mí que quiero recordar tantas historias y tantas viven­cias de un diario que guardo co­mo un relicario, son las historias de un Legionario. Fue hace unos años, con la vigilancia del perímetro fronterizo un destino, añadido al argot militar, apar­te de los famosos en mi época de retén, guardia, libre, maniobras, adiestra­miento y las imaginarias, se añadía eso de “frontera”. Empecé a visitar a mi hermano Legionario en sus mar­chas y despliegues fronterizos. Íbamos la familia con bollos, batidos, zumos y todo tipo de chucherías, con el calor que hacía ese verano. Yo me he visto solo en la mili, salvo que fuera mi no­via, hoy mi mujer, a llevarme bocatas, dulces y café, veía pasar ante mis parabienes a otros y yo solo.

Así que pre­gunté a mi hermano, ¿cuántos eran con él en esa ronda?, eran una pareja, así que llevábamos cosas para los dos. Era resaca de feria, el cuerpo fatigado y allá que vemos a los dos Legionarios con los chambergos y cetme y uno de ellos un pedazo radio con antena a cuestas, sacamos los tentempiés y ellos lo agradecen. Me hablaron de que un hombre, todos los días subía y bajaba el perímetro empezando por el Tarajal y terminando por Benzú, car­gado de dos bolsas llenas de chuche­rías, batidos, pipas, tabaco y café, to­dos los soldados lo esperaban y agra­decían su meritorio esfuerzo con de­jarle las bolsas vacías y compraban to­do. Esos días de calor, toda La LEGIÓN lo esperaba, su imagen por las llanu­ras, parecía un espejismo, subiendo y bajando cuestas su necesidad, hizo de ella un oficio. Hoy, años después, le­yendo libros de La Legión, descubro su figura, lo que Millán Astray denominó Vivandero en los años 20, en los co­mienzos del Tercio de Extranjeros, una garrafa de cristal llena de agua, una botella de jarabe de refresco y un va­so, con el frió, el jarabe, se cambió por aguardiente. Con peligro o sin él, y hasta en combate o guerrilla. Muchos murieron atracados por las barcas rifeñas y muchos eran admirados por acompañar hasta la muerte a los Le­gionarios. Vivandero, más a prisa, más ligero, sube la cuesta hasta la Legión y tráenos más pipas y refrescos que son una bendición.

Cierro en mi corazón las páginas del diario, un día más y perdóname hermano si me olvidé de ti, cuando vestías la camisa verde, toda tú histo­ria, la de tus compañeros y los que vengan las guardo en mi relicario, dig­nas son escucharlas de ti, Caballero Legionario.
 

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