Cuidado con la tormenta de fuego
que viene injertando la mano del hombre sobre su hábitat. Ya
lo advirtió, en su tiempo, Tolstoi: “hay quien cruza el
bosque y sólo ve leña para el fuego”. Hemos de detener,
antes hoy que mañana, a estos tipos que no entienden de
abecedarios poéticos ni de vida. No se puede permitir que
nos despojen las masas forestales. Sólo tenemos una casa,
este cosmos. Los crímenes contra el patrimonio ambiental
deben cesar de manera fulminante y sus autores, sin
miramiento alguno, han de reparar el daño causado. Acto
seguido, debemos enseñarles a mirar a la naturaleza de otra
manera.
El ser humano, todos los seres humanos, tienen que aprender
a valorar las bellezas que conviven con nosotros: las
selvas, los montes, las espesuras y boscajes; en suma, el
mar verde, que, por cierto, debe estar tan vivo como el mar
azul. Sólo así podemos acercarnos a su oleaje de versos con
respeto, gozando pero sin alterar su equilibrio. Y en todo
caso, y por siempre, quienes abusen de los recursos
naturales carguen con los costes monetarios, en lugar de
remitirlos a toda la sociedad, porque la pena aquí también
es mayor para unos que para otros.
Si en verdad hubiese en el mundo conciencia ecológica, los
enjambres de incendiarios que pululan por doquier espacio,
unas veces actuando con ánimo de lucro y otras simplemente
por hacer daño, quizás como divertimento, dejarían de
hacerlo cuando vieran que el planeta entero les considera
criminales del medio ambiente, puesto que su actitud
irrespetuosa se criminaliza por los daños irreparables a
toda la humanidad.
Considero, pues, una buena noticia que la Organización de la
ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) haya
activado toda su maquinaria para que un sistema de
vigilancia de incendios permita a los países detectar el
fuego en tiempo casi real. Esperemos que el sistema funcione
y que no sólo esto permita reaccionar con rapidez para
proteger los recursos naturales, sino también para dilucidar
el autor del crimen. Tan vital es lo uno como lo otro, saber
las causas y los motivos, y quién es quién, el que da el
fuego. Ya está bien de permitir, que del libro de la
naturaleza, se arranquen páginas y páginas, se tiren a las
llamas, y no se haga justicia.
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