Jorge Sánchez Sánchez, a punto de cumplir cincuenta y seis
años de edad, en septiembre, fue una pieza fundamental en la
discoteca La Cueva hasta que llegó el momento de su cierre
en el año 1997. Más de dos décadas de su vida estuvieron
dedicadas a ser el alma de la pista de baile de una de las
discotecas más recordadas de la ciudad. En esta entrevista
recuerda numerosos episodios de aquellos días en los que La
Cueva era un lugar de referencia en el mundo del ocio de
Ceuta. A pesar del tiempo pasado ya, vuelve a estar en el
candelero porque a través de la red social facebook se ha
creado un grupo que mantiene vivos los recuerdos y se
estudia la posibilidad de revivir aquellos días con una
sesión en algún local actual.
Pregunta.- ¿Cómo comenzó usted la afición por la música?
Respuesta.- A finales de los años setenta yo iba los sábados
por la tarde a la emisora de Radio Ceuta, la Onda Media, y
colaboraba con programas musicales. Recuerdo a José Luis
Díaz cómo me instruía en el método que se utilizaba para
usar los dos tocadiscos, la mesa mezcladora y poner los
vinilos. Yo no hablaba por antena, sólo ponía la música. Era
algo que me gustaba mucho. También estaba Beatriz Palomo y
por medio de ella conocí a su hermano Paco, que ponía la
música en la discoteca La Cueva. Yo en esos días iba como
cliente, a bailar y pasarlo bien.
P.- Lo veo venir. Poner discos en la radio, ¿le abrió la
posibilidad de hacerlo también en la discotec?
R.- Un día, Paco Palomo me preguntó si me gustaba la música
porque sabía que iba a la radio. Le contesté que sí. En esa
época, Paco tenía un compañero que le ayudaba en la cabina
pero que se había ido al Servicio Militar. Me preguntó si me
gustaría poner música en la discoteca y me quedé. Yo aprendí
a poner la música siguiendo el estilo que tenía Paco.
Hablamos del año 1979.
P.- ¿Ya se quedó definitivamente allí?
R.- No, hubo un paréntesis. En el año 1980 se inauguró el
Britannia y me contrataron en esa discoteca. Estuve el año
de la inauguración, pero luego regresé en el 81 a La Cueva,
porque Ignacio Becerra me reclamó. Ya sí me quedé como disc-jockey
hasta el año 1997, hasta el final.
P.- ¿Le costó trabajo adaptarse?
R.- Yo siempre he sido muy dicharachero con la gente, me ha
gustado mucho pasarlo bien. Ya cuando me quedé de
pinchadiscos, tenía una base y una experiencia acumulada.
P.- Ese trabajo era complicado, porque hablamos de una época
donde la tecnología todavía no había despuntado.
R.- Se trabajaba con tocadiscos normalitos, todavía no se
conocían los Technics en España. Había que estar aguantando
con la mano los discos hasta que se lanzaba la canción.
P.- ¿Usaba alguna técnica especial?
R.- Paco Palomo me había enseñado a hacer los cambios de un
disco con otro en la mesa mezcladora. En esa época se
utilizaban tres tipos de música, la lenta, la semimovida y
la rápida.
P.- Es cierto, según la hora de la noche, tocaba una sesión
diferente
R.- Yo también ponía baladas, Claudio Bagglioni y otros
cantantes, que hacían que las parejas salieran a bailar
lento y agarraditos.
P.- ¿Cómo fue su reincorporación a La Cueva?
R.- En el intervalo del año que pasé en el Britannia, Paco
Palomo aprobó unas oposiciones y dejó la discoteca. Cuando
regresé a La Cueva estaba Paco Fajardo, que también hacía
radio en los 40 Principales. Al cabo del tiempo, se dedicó
más a la radio y también dejó de pinchar en la discoteca. Me
quedé solo.
P.- Pero no estaba solo realmente en la cabina...
R.- La cabina era un lugar especial de la discoteca. Allí
siempre había mucha gente haciendo compañía. Se charlaba de
todo, se pasaba muy bien siempre y cuando no interfiriera en
el trabajo.
P.- ¿Había que saber de música, conocer los grupos, las
canciones?
R.- Yo, prácticamente me lo conocía todo de memoria. Además,
tenía una técnica que me ayudaba. Yo tenía los casilleros
organizados por los estilos de lento, semimovido y rápido,
singles y maxi singles. A veces, haciendo una búsqueda
rápida, sólo con ver la carátula ya conocía perfectamente el
contenido. Era un trabajo que iba mucho sobre la marcha
porque no se puede prever la reacción del público, sino que,
conforme iban saliendo las canciones, se enlazaban con
otras, pero nunca era igual una noche que otra en el aspecto
musical. No se podía poner una sesión cerrada de discos. Mi
música siempre era espontánea, y creo que directa y
atrayente. Solía poner música de actualidad, pero eso no
quiere decir que en medio de la noche no recuperara algún
gran éxito. Recuerdo uno que gustaba mucho, la canción que
interpretaban Donna Summer y Barbra Streisand, que se
titulaba “no más lágrimas”. Cuando la ponía, apagaba todas
las luces de la pista y encendía los focos de flash y veía a
la gente saltando.
P.- ¿Ahora no es así?
R.- Ha cambiado mucho con la digitalización o los platos
modernos que tienen un boton de acelerador de revoluciones.
Así es más fácil hacer que una canción case con la anterior.
En mi época eso lo tenías que conocer de memoria porque no
se podía revolucionar más el tocadiscos.
P.- En los mediados de los ochenta se produce un fenómeno
musical con la aparición del estilo italiano. ¿Cómo lo
vivió?
R.- Se puso muy de moda ese estilo de mantener las mezclas
con los bpm (beats per minute). Carlos Coronado, que se
incorporó a La Cueva durante bastante tiempo, me enseñó esa
técnica.
P.- Poner música no era lo único que hacía el disc-jockey...
R.- He grabado miles de cintas de casete que me traía la
gente. No había otra manera de tener una cinta de canciones
mezcladas. Ha pasado mucho tiempo y parece hasta extraño
hablar de esto. Los coches tenían un radio casete. Ahora
llevan hasta mp3. También había que hacer un mantenimiento
de los discos de vinilo. Aunque siempre se les pasaba un
paño antiestático antes de ponerlo en el tocadiscos para
evitar el tipico ruido de chisporroteo, de vez en cuando se
daba un repaso general. Había que tener agujas de repuesto
para los platos y más de una vez he tenido que sustituirla
en medio de la sesión.
P.- Diferencie entre La Cueva y La Cueva de verano.
R.- Bueno, antes de que se inaugurara la discoteca de
verano, al aire libre, La Cueva era un referente por muchas
cosas, por su ubicación, por su decoración, por el ambiente
tan bueno que había, prácticamente todo el mundo era
conocido o amigo... Tiene un carisma, era acogedora, mis
amigos de verdad siempre estuvieron allí conmigo.
P.- ¿Cómo era la marcha en esa época?
R.- Le puedo contar mi experiencia, pero es más o menos la
de todo el mundo que fue joven en esos años ochenta. Por la
mañana trabajaba en la Ducar y por la noche en la discoteca.
En ese tiempo se abría todos los días. Teníamos clientes de
entre semana, que llegaron a tener taquillas con sus
botellas. Esos días ponía una música diferente a la del fin
de semana. Por ejemplo, un día ponía grupos de rock, otro de
cantautores... según quién estuviese allí esa noche. Se
llegaba a conocer el gusto de los clientes.
P.- ¿Es una satisfacción ver cómo responde el público en la
discoteca?
R.- Aunque en todos los trabajos hay momentos buenos y
malos, yo he pasado más de los buenos. La reacción del
público siempre es algo grato porque es una forma de
recompensa a tu trabajo en ese mismo instante.
P.- ¿Recuerda cuántas personas cabían en la discoteca de
verano?
R.- No, pero aquello era muy grande, con una pista en la
parte de abajo, donde se ponía música lenta grabada
previamente y la parte de arriba con la pista de marcha. Yo
inauguré esa discoteca estando solo como pinchadiscos, pero
al poco tiempo se incorporó Carlos Coronado porque hacía
falta contar con su ayuda. Siempre nos hemos llevado muy
bien poniendo música. Nos turnábamos y ninguno de los dos
quería destacar sobre el otro.
P.- ¿Cómo se seleccionaba la música? ¿Dónde la encontraba?
R.- Tenía que ir a distintas ciudades de la península para
comprar los discos que se utilizarían posteriormente en la
discoteca. Principalmente era en Madrid, donde ya se
preparaba un encuentro con distribuidores y proveedores y se
compraba música de importación. Casi siempre teníamos en
Ceuta la misma música que estaba pegando fuerte en las
principales ciudades. Recuerdo también un año que pasé por
Valencia y me traje discos del estilo que estaba de moda en
ese año, el bacalao, que fue una total novedad en nuestra
ciudad. Creo recordar que costaban más o menos mil
cuatrocientas pesetas cada uno. Gracias a esos contactos se
llegaron a recibir discos de promoción de las
distribuidoras.
P.- El público, ¿le solicitaba canciones durante la noche?
R.- Siempre me pedían música. Y siempre lo ponía, pero en su
momento, cuando yo veía que se podía intercalar. Hasta
sevillanas se ponían. No muchas, porque a todo el mundo no
le apetecía ir a una discoteca a bailar sevillanas, pero dos
o tres se ponían.
P.- Estamos hablando de cosas del pasado, pero la discoteca
La Cueva sigue actual porque existe un grupo de facebook
dedicado a ello expresamente.
R.- Sí, fue una idea de Ignacio Becerra y Carmen Dorado, los
creadores de la página. Allí se asoman muchos amigos de
aquellos años, comentan sus recuerdos, y tienen también la
opción de poder escuchar la música de esa época. Además, hay
muchas fotografías que están llenas de aquella alegría que
se vivía allí.
P.- Existe un proyecto de intentar hacer una sesión revival
de lo que fue La Cueva, ¿puede añadir algo más?
R.- Es eso, por ahora, solamente un proyecto. Pero sería
interesante poder encontrar un local adecuado en el que se
pudiera reunir aquel público, con la gente que trabajábamos
en La Cueva y pasar una velada agradable poniendo esa
música, esos discos, recordar aquellos años y convertirse en
lugar de reencuentro de viejos amigos donde pasar un rato
inolvidable por tantas cosas.
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