La relación entre Teresa Lascano y el Museo de Ceuta es
antigua y estrecha. Hace ya una década que supimos de ella y
desde el principio todas sus muestras han sido bien acogidas
tanto por el público del museo como por la prensa de la
ciudad sin excepción. Pero hemos dicho que la relación es
también estrecha. Porque lejos de quedarse en una mera,
aunque asidua, relación profesional entre artista e
institución, Teresa ha mantenido con nosotros (y diríamos
más, con Ceuta) un vínculo que trasciende con mucho la
estricta esfera de lo profesional. Sus visitas han sido
numerosas y constantes y no sólo con motivo de celebrar una
exposición con nosotros. Cualquier motivo era bueno para
venir a Ceuta, visitar el museo y sobretodo mostrar su
cariño a las personas que en él trabajamos. Desde la
distancia, bien por teléfono bien por correo postal o
electrónico, nos ha tenido constantemente informados sobre
los trabajos que estaba desarrollando, las numerosas
exposiciones en las que participaba, de los avatares de su
taller y sus alumnos, en definitiva de su vida. A su vez
siempre ha mostrado un sincero interés por todas nuestas
actividades y más alla de eso, por nuestras vivencias
personales estableciendo por tanto una cordial y real
relación de amistad con todos nosotros.
Pero no se trata aquí de hablar de Teresa, entre otras cosas
porque a ella no le gusta demasiado, sino de su obra
reciente. Hace más de dos años que venimos manteniendo
conversaciones sobre el montaje de una exposición en las
salas del Revellín de San Ignacio. Diversos han sido los
planteamientos que se han barajado en este tiempo hasta
llegar a concebir la actual muestra.
Entre otros motivos porque creemos que hemos tenido la
fortuna de coincidir en su gestación con el impulso (que no
giro o cambio) que Teresa le ha conferido a la fotografía
como línea de trabajo en su producción artística. Ya pudimos
ver algo de eso en la exposición que tuvo lugar en 2002,
pero ahora el papel de las imágenes capturadas por su cámara
se magnifica y asciende al mismo nivel que su paletas y
pinceles.
Ni cambia el lenguaje ni cambia el sujeto. Su interés sigue
girando en torno a los mismos temas: geometrías, texturas,
contrastes de luces y sombras, composiciones y lugares. Unas
veces incidiendo y segmentado su propia obra pictórica (como
en la serie “De la pintora”). Otras dirigiendo su mirada al
exterior sin modificar el resultado (como en las series
“Animales en cautiverio”, “El agua”, “Los viajes”, “Los
talleres” o “Lo cotidiano”), Sin embargo otras el proceso
creativo (como podrá comprobar el visitante en el resto de
la obra expuesta) le lleva a someter a esas imágenes
capturadas a un complejo proceso de transformación,
composición y re-construcción que las convierte en otra
“realidad”.
Valiéndose de todos esos recursos y procedimientos la
artista, fiel a su estilo y a su concepto artístico, nos
ofrece una muestra que sin duda no dejará indiferente a
quien tenga la ocasión de disfrutarla. Ojalá que todas las
noches de verano sin sueño fueran tan productivas como las
de Teresa Lascano.
|