La Ciudad Autónoma se ha embarcado
decididamente en la tarea de expulsar mediante el desalojo y
el derribo a aquellos que incívicamente han osado usurpar
terrenos de dominio público, un ejercicio bastante común no
ya en el famoso barrio de Príncipe Alfonso, sino que por
extensión, esa fórmula del ‘robo’ de los espacios públicos,
ha ido cundiendo el mal ejemplo en otros lugares de barrios
periféricos y no tan periféricos. Los operarios de la Ciudad
derribaron ayer en Narváez Alonso, una calle paralela a la
avenida Cláudio Vázquez. Esta estrategia de recuperar la
calle para los ciudadanos no sólo debe perdurar en el tiempo
como claro aviso a navegantes, sino que tendría que contar
con el respaldo político de la Asamblea en aras a la
responsabilidad que se le supone tienen éstos ante el bien
general.
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El buen tiempo ayuda a que la
desesperación lleve asociado algo de esperanza. Sólo en una
semana, más de 300 inmigrantes han arribado a las costas
españolas merced a la labor de rescate de las unidades de
Salvamento Marítimo y de la Guardia Civil. La oleada está
clara y bien definida. Las salidas de los subsaharianos se
ven facilitadas por la laxitud en los controles migratorios
de las autoridades marroquíes en un claro incumplimiento a
sus compromisos con España y con la Unión Europea. En Ceuta
se supera el centenar en el último cuatrimestre, pero en la
última semana la llegada de inmigrantes del sur del Sáhara
se ha visto incrementado de modo que casi es ya la noticia
de cada día.
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