Me suele ocurrir con mucha
frecuencia. En los últimos días me he encontrado con algunos
antiguos alumnos; en ocasiones fueron ellos los que me
identificaron, ya que con el transcurso de los años, los
cambios físicos operados en ellos hicieron difícil su
reconocimiento por mi parte. Sólo el hecho de mencionar mi
nombre, hacía que me pusiese en guardia y, al solicitarles
su identificación, con el mayor número de datos, a veces
acompañados de algunos hechos significativos o anécdotas,
llegué a situarme en el tiempo.
El más reciente de los casos me ocurrió el pasado miércoles,
día 4 de los corrientes, en una consulta médica. Como viene
siendo norma, después de muchos años que dejó la escuela –se
ruborizó al decirme que casi ya tenía medio siglo- me costó
mucho trabajo reconocerlo para lo cual tuve que recurrir a
mi “protocolo” establecido.
Me refirió mi ex-alumno que no llegó a finalizar sus
estudios –se refería a la EGB- teniendo que abandonar,
obteniendo sólo el Certificado de Escolaridad, con el cual
tenía vía libre para incorporarse al mundo laboral. No pudo
hacer la Formación Profesional, encontrándose, en aquellos
momentos, con el grupo que se dirigía a determinados tiempos
de trabajos, de provenir bastante incierto.
En aquellos momentos, existiendo clamorosamente el fracaso y
consiguiente abandono escolar, apenas se le daba la
publicidad que se le da ahora, al menos, gozaban de cierta
indiferencia.
Ahora, un reciente estudio, describe la historia de chicos y
chicas cuya trayectoria ha ido avisando desde muy temprano
de esa preocupante estadística de fracaso y abandono
escolar. Aunque existe una matización: ellos abandonan mucho
antes que ellas.
De nuevo, conviene recordar las causas del fracaso y
abandono escolar. Como siempre se recurre a nuestro sistema
escolar, al ser considerado muy rígido, incapaz de ofrecer
soluciones y captar su interés, sino que ha ayudado a ese
desenlace con medidas ineficaces y perversas, como la
repetición. Sirva como ejemplo éste: nueve de cada diez
alumnos que abandonan la ESO, son repetidores.
Otro problema añadido es el siguiente: el absentismo
escolar: de los que abandonaron en la ESO, la mayoría de
ellos también eran “absentistas“ (225 horas en ausencias,
sin justificar, de media en el primer ciclo de la ESO y no
es que se suspendieran los exámenes, es que no se
presentaban a la mitad en 1º y 2º de la ESO). Y es que “el
que repite, no gana nada y se le empuja al abandono”,
manifiestan los responsables del Estudio.
Pero, buena parte de los que abandonan, a pesar de lo que
señalan los tópicos, no lo hacen en la educación
obligatoria. Se revisan los expedientes de los jóvenes que
han dejado sus estudios sin un título post-obligatorio (al
conocido abandono escolar temprano, que en España es del
31%, el doble que la media europea) casi la mitad (el 44,
3%) se fueron de las aulas cuando ya había empezado el
Bachillerato. Otro 42,8%, lo hizo cuando aún estaban o
acababan de terminar la ESO o en un curso de Garantía
Social, y el resto una vez empezado un curso de FP. Si se
separan por nacionalidad, los españoles abandonan más en la
etapa postobligatoria (61,2% en el Bachillerato o la FP) y
los extranjeros en la obligatoria (76%).
También el Estudio hace una disección del fracaso escolar en
España al reafirmar la importancia de factores externos a la
escuela: el origen socioeconómico y sobre todo, el cultural
(hijos de trabajadores no cualificados tienen triple riesgo
de fracaso que los universitarios o la abundancia de empleos
de baja cualificación en algunas comunidades). El abandono
es mucho mayor en regiones como Valencia, Baleares o
Canarias.
Pero se insiste en que los factores escolares también buena
parte de culpa, en concreto esa rigidez de un sistema que
expulsa a muchos jóvenes. Además, en un contexto en el que
la escuela compite por la atención de los alumnos, de
información accesible y abundante, el sistema educativo no
logra que los estudiantes consideren útil y atractiva su
selección de contendidos y la forma de transmitirlos. De esa
forma, habría que tener en cuenta que los alumnos que
abandonan no perciben como un fracaso, sino como una
liberación a pesar de la presión de los padres para que
continúen.
Conviene recordar que anteriores estudios sobre el abandono
temprano de los estudios, representa un lastre para nuestro
país, perjudicando obviamente nuestra economía, como ya lo
advirtió, en su momento la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo). Como señalábamos
anteriormente, en esta misma página, ese abandono en nuestro
país se encuentra, en estos momentos en un 31%, el doble de
la media europea (15,3%) solo superado por Portugal (39,2%)
y Malta (41,7%).
Por otro lado tenemos como referencia los “Objetivos de
Lisboa-2000”, que aconsejaban que todos los países miembros
de U.E. se comprometieran a reducir esa tasa hasta el 10% en
2010 –ya estamos en ese año, y el abandono permanece
inamovible-. Ahora, renunciando a conseguir ese porcentaje,
se propone llegar al 15% en 2012, que como se supone no se
conseguirá, con lo cual estaremos igual que ahora.
Esperemos.
Por último, lo que si me parece algo inconcebible que para
aquellos alumnos “etiquetados” como practicante del abandono
escolar, éste signifique una liberación. Yo pienso que
llegado un momento, será para ellos una reflexión profunda y
posterior rectificación, incorporándose -nuca es tarde-, en
aquellos programas, que en su momento, renunciaron.
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