LUNES. 26
Me recluyo en casa, debido a que siento unas molestias
estomacales. Yo se lo achaco al abuso que he hecho del
gazpacho. Así que me resulta imposible acudir a la cita que
tenía acordada con Luis Parrillas y Charo, su
señora. Aunque lo primero que hago es avisarles de que no me
esperen. Me pongo, pues, frente al televisor y me convierto
en testigo de la despedida de Raúl González. Y
confieso que hay un momento en el cual me puede la emoción.
Nada extraño para un madridista que lo es desde que vestía
pantalón corto y en el Madrid jugaban Alonso, Pahiño,
Barinaga, Clemente... Lo de Raúl es un hecho que habrá
que seguir analizando con el paso de los años. Como
futbolista, por más que uno trate de estudiarlo, jamás será
posible destacarle ni una sola cualidad de forma
sobresaliente. Y, sin embargo, en él se han dado todas de
manera que le han permitido ser número uno durante muchas
temporadas. Raúl, que quizá debió despedirse del Madrid
mucho antes, volverá muy pronto a ser pieza importante en el
entramado técnico del club. Se ha ido un grande. Y hay que
reconocerlo.
MARTES. 27
José Antonio Carracao y José María Más se dirigen
hacia la Delegación del Gobierno cuando yo camino en sentido
contrario. Nos paramos y nos ponemos a charlar de todo
cuanto se encarta. Así que sale a relucir, a las primeras de
cambio, la forma de comportarse de un político de la ciudad
que miente más que habla. También hay cabida en la
conversación para que yo les cuente un pasaje vivido no hace
mucho y del que más pronto que tarde escribiré para que los
lectores se rían a mandíbula batiente. Aunque debo adelantar
que todo depende de que yo sepa describir la escena
esperpéntica que me tocó soportar. Ni siquiera el genial
Ramón María del Valle-Inclán, en su día, se hubiera
imaginado que un asunto de escasa importancia hubiera dado
para deformar la realidad, saliendo a relucir los rasgos más
grotescos que imaginar se puedan. Ah, le dije a Carracao y a
Más que saludaran de mi parte al Delegado del Gobierno,
José Fernández Chacón.
MIÉRCOLES. 28
Acudo a mi cita con Luis Parrillas y Charo, su
esposa, y, acompañados por Mohamed Chaib, comemos en
‘El Refectorio’. Charo, mujer culta y gran conversadora, nos
permite divagar a placer. Y, dado que nos sentimos muy a
gusto, la charla transcurre sin ningún tipo de aridez. Los
cuatro sabemos que nos hemos reunidos para disfrutar del
momento. Y ponemos a disposición de la causa todos nuestros
recursos. Hablamos de lo que se nos va apeteciendo. Y en
cuanto aparecen los desencuentros surge, inmediatamente, el
quite por parte de quien en ese instante esté situado en
mejor posición. En rigor: Charo, la esposa de Luis
Parrillas, a quien no se le cae de la boca el nombre de
Ceuta, me ha causado una impresión inmejorable. Ojalá que
ella lo haya pasado tan bien como para que desee repetir
visita cuanto antes.
JUEVES. 29
Nunca he negado mi afecto por María del Carmen Cerdeira.
Mantuve unas magníficas relaciones con ella y con sus padres
y que se hicieron extensivas a toda su familia. Días atrás,
contaba yo mi conversación con Clemente Cerdeira
Morterero, en la Peluquería Logar, donde coincidimos, y
ahora me plazco en escribir acerca de Charo Argüelles:
esposa de mi estimado CCM. Con la que me ha sido posible
charlar esta mañana en el centro de la ciudad. De manera que
ya sé que está trabajando a gusto en el sitio en el cual ha
ganado su plaza. Charo sabe, porque así se lo he dicho, que
goza de mi amistad y también la de los míos. Porque ella ha
sabido ganársela por su manera de ser. Y la manera de ser de
Charo es de una sencillez pasmosa. Por lo tanto, no cabe más
que finalizar este recuadro diciéndole que le deseamos
siempre lo mejor.
VIERNES. 30
Después de muchísimo tiempo sin verle, hallo a Francisco
Pérez Hita en los alrededores de El Pueblo Marinero. Y,
tras los saludos de rigor, lo primero que me dice nuestro
hombre es que no ha sido imputado en la causa por todos ya
conocida. Y de la que es mejor no hablar más. De momento. El
aspecto físico de Pérez Hita es inmejorable. Y así se lo
manifiesto. Y, mientras hablamos unos minutos, en presencia
de varios conocidos, me doy cuenta de que Paco ha vuelto a
recobrar la tranquilidad. La que había perdido meses atrás
por haberse visto envuelto en habladurías sobre un asunto
que jamás debió salir a la palestra. Al grano: que me
complace escribir que he visto a Pérez Hita disfrutando del
sosiego conveniente. El que le permite mostrarse cual es:
amable y siempre dispuesto a pegar la hebra.
SÁBADO. 31
El 23 de junio escribí yo una columna cuyo título era el
siguiente: “El Delegado del Gobierno debe intervenir ya”.
Uno de los párrafos de aquel “Oasis” rezaba así: “Todos los
días, a la misma hora y en el mismo sitio, los comerciantes,
los taxistas, los vendedores ambulantes y los conductores de
autobuses y los viandantes en general braman contra las
autoridades. Porque no entienden que éstas sean tan
melifluas como para seguir permitiendo que cien personas
atenten contra los bienes de otras muchas personas. De
innumerables personas”. Hoy ya puedo decir que, ese mismo
día, José Fernández Chacón mantuvo una conversación
conmigo. En la que pude enterarme de las razones habidas
para que todavía no se hubiera podido poner freno a tamaño
disparate. Al día siguiente, con las precauciones debidas,
conté en otra columna los inconvenientes que existían para
poder pararle los pies a CCOO. Hoy, leída la sentencia de la
Sala de lo Contencioso del TSJA, en relación con las
manifestaciones diarias, con orquesta incluida y coche
circulando en dirección prohibida y cortes de tráfico, no me
cabe más que felicitar al Delegado del Gobierno.
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