En la moral de los mandriles
rijosos o de las ladillas con deterioro cognitivo, la
prohibición de los toros en Cataluña debe aparecer como una
especie de triunfo del antiespañolismo. Sencillamente. Nada
que ver con los astados. Porque esos tipos-tipas que se
embadurnan y se despelotan frente a las plazas de toros para
“exigir” el respeto a la vida y a la integridad física de
los bichos, me da que no son “precisamente” votantes del
Partido Popular, sino todo lo contrario, es decir, de la
progresía de saldo. Y la progresía es quien ha promulgado la
feroz ley del aborto, pontificando como “illuminatis” a la
vista de un grimorio, sobre las innumerables “ventajas” de
ser “tan modernos”.
Vale. Tampoco se trata de que, como persona religiosa, vaya
a criticar con saña los trajines de los ateos, ellos son
como son y nosotros somos como somos. De donde no hay no se
puede sacar. No se le pueden pedir peras al olmo. Y los
internautas, que son proclives a la mala baba y poseen una
increíble memoria, lanzan imprecaciones acerca de “los
llegados al poder sobre la sangre de los inocentes” que
aparecen de manera inquietante en la Biblia y recuerdan el
horror del 11-M y sobre sangre inocente continúan
chapoteando, esta vez la de los niños despedazados en las
barrigas de sus madres.
Se arma la revolica, un millón de creyentes salen a las
calles y digo creyentes porque en una de las manifestaciones
por el derecho a la vida celebrada en Madrid yo vi a
familias musulmanas con sus hijos, allí no importaba el gori-gori
de cada cual, sino una postura común de defensa de la vida
humana y un respeto a las Leyes Divinas comunes a todas las
religiones. Se lía el dos de mayo y los manifestantes
proclaman “¡No les matéis, dádnoslos a nosotros!” Como
dijera la Madre Teresa de Calcuta. Pero la entrega del niño
les parece molesta a más de una y a más de dos. O carecen
las criaturas de infraestructuras como para llevar un
embarazo discreto y luego dar en adopción proporcionándole
al españolit@ recién parido la oportunidad de hacer algo
interesante de su vida, encontrar a una buena familia donde
acomodarse, vivir momentos de contento, poseer una mascota,
plantar un árbol , disfrutar de cientos de atardeceres y
emocionarse cuando juega “la Roja”.
La progresía y los antitaurinos que son progres y más feos
que Picio, defienden a ultranza el derecho de las mujeres y
de las menores a disponer libremente de su cuerpo y
someterse a algo tan traumático como es un aborto. Pero como
son malos y necios no se paran a reflexionar acerca de que,
el futuro despedazado, es obra de dos ¿y donde cojones están
los padres cuando meten las tijeras? ¿missings? ¿Y pagamos
en España a una tía que se hace llamar “Ministra de
Igualdad” para esto? No. La mujer lo sufre y si se agarra al
padre que ese al menos lo pague, una multa, una
indemnización, una compensación o lo que carajo se tercie,
de todas maneras se está ahorrando por adelantado la pensión
de alimentos y los regalos de los Reyes Magos.
¿Ven la hipocresía de estos antitaurinos con sus camisetas
teñidas con tomate frito Solís? Reclaman los derechos de los
toros a morir paciendo amablemente o en el matadero para
convertirse en solomillo, pero no echan cuentas de los niños
de las cubetas de desperdicios, ni de los padres de los
despiezados que se van de rositas. ¡Que ley tan cruel para
con las mujeres! ¿Y por qué no votan los de la progresía de
la butifarra catalana una ley para que los padres se vean
obligados a tomar las precauciones precisas para que sus
hijas adolescentes no se queden preñadas? Están las
píldoras, está el dispositivo intrauterino, está el día
después que se la toman como caramelos. ¿Por qué no campañas
de concienciación para los padres, porque es más honesto
“preparar y aleccionar a las jóvenes” que verlas después
despatarradas y ensangrentadas en un quirófano?.
Estos izquierdosos son muy malos. Y muy torpes. Prefieren
las soluciones extremas y traumáticas a la prevención
bastantes grados por encima del preservativo, la prevención
formulada por las propias niñas y aconsejada por padres y
maestros. Honradez, decencia, castidad… Todo muy fino y muy
bucólico. Pero vamos un poquito al mundo real y este mundo
no es el de Santa Teresita de Lisieux.
Pero lo fundamental es que, los progres alpargateros, se han
cargado las tardes de toros catalanas, ante la sorpresa del
mundo. Y lo digo como pro-taurina que no soporta el arte de
los picadores, porque no me parece justo y encima no he ido
más que una vez a un tendido y porque me invitaron. Pero la
fiesta no es toro-torero, el binomio, sino que es cromatismo
inigualable, es arte en el más puro sentido de la palabra,
es sacar la belleza a la luz del sol y extasiarse con los
matices, con los colores, con los sonidos, con la emoción
contenida y con la explosión de pañuelos al viento. La
fiesta es obra de arte antes que nada y por encima de todo.
Y Rajoy va a proponer que sea de interés cultural ¡olé los
huevos de Rajoy!. Y a los zarrapastrosos antitaurinos, que
van mugrientitos y comiditos de mierda solo les digo :
“Pedazo de mamarrachos, alargaros a una clínica de abortos y
pedís que os regalen la sangre de los chiquitines para
embadurnaros ¡asquerosos!”
¡No llegara el Ratón cuando os estáis manifestando, so
zarrapastrosos! ¿Les parece que he sido suficientemente
explícita? ¿He quedado bien?.
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