De acuerdo. Acepto que lo de “Los
Tiempos Oscuros” suena a saga tipo “El señor de los anillos”
y que corremos el riesgo de que surja una moda friki de
tipos disfrazados de “víctimas de la crisis”. Pero también
es innegable que estos momentos permanecerán por largo
tiempo en el imaginario colectivo y los recordaremos como
una época de tinieblas y lo que es más trágico, como una
época de mamarrachos, mangurrinos y malvados.
Dicen los científicos, pensadores y terapeutas
transpersonales que estamos viviendo una etapa que nos
brinda la oportunidad de poner en práctica todos los
postulados de la moderna psiquiatría y la aún más avanzada
neurología, con unos toques de enseñanzas de los Grandes
Maestros y de la sabiduría ancestral. ¿Qué murmuran? ¿Qué si
estoy en la fase delirante de un trastorno bipolar con tanta
palabrería? No. No lo estoy. Lo que estoy es hasta las
túrdigas de presenciar en directo los efectos perniciosos de
esta crisis brutal en la que nos han metido los gobernantes,
por ignorancia y estulticia. Y de la que no nos pueden sacar
porque no saben, ni conocen, ni están preparados, ni son
grandes cerebros de la economía, ni han estudiado en los
templos del saber internacional. Me pregunto de paso el por
qué de la tibieza de Rajoy y los de “el dedo” a la hora de
pedir elecciones anticipadas.
“Queremos elecciones anticipadas” dice el barbas con
correctísima contundencia y refinada educación. Y los otros
dicen “Pues no. No queremos irnos. Aquí estamos muy bien y
nos sentimos cómodos y en ningún otro puesto nos iban a
pagar tan buenos dineros. E incluso puede que jamás
pudiéramos acceder a “otro” puesto porque no querrían
contratarnos, porque de currículum muy regular y nos
veríamos en el puto paro”. Lo que tiene que hacer Rajoy es
sacar a la gente a la calle e incluso a los sindicatos,
pactando con ellos los dineros que hay que darles, por
supuesto. Una poquita de sangre en las venas y una
chispitina de cojones, si nos hace el favor.
Porque los daños colaterales que sufrimos los españoles por
la ansiedad, el miedo y el disgusto cotidianos, exceden con
mucho la crítica de bar a la hora del café o el rabiar ante
la tertulia de Intereconomía aullando (lo he presenciado) “¡
Esos, esos queremos que nos gobiernen, que parece que tienen
a un viejo en la barriga!”. Lo que estamos pasando está
repercutiendo en la salud de miles de personas, en la salud
física y en la salud mental, porque van unidas y son
inseparables. Pero lo que considero grave es que estemos
apechugando con un momento en el que familias enteras se
encuentran sin trabajo, las pensiones son míseras, los
impuestos abusivos, el IVA una ruina para el pueblo y los
bancos ruina y media, repito, que estemos afrontando la
angustia y la ansiedad en un país donde no se está al tanto
de “lo último” en terapias, ni en psiquiatría y menos aún en
neurología. De hecho no tenemos, como en los países cultos y
civilizados, ni un triste Director General de Salud Mental,
vale, un alegre Director General de Salud Mental y los
agobiados recurrimos a internet y acabamos en EEUU
mendigando lo nuevo para recauchutar nuestras pobres
neuronas fritas y churruscadas por el estrés. Y con los
neurotransmisores bailando la conga en plan anarco, con el
triunfo en el concurso del venenoso cortisol, que mata y la
adrenalina, ambos sirven para salir corriendo en situación
de peligro, pero ahora el peligro es la ruina económica, es
la falta de una esperanza real derivada de la postura firme
de quien pueda rescatarnos y es la soledad del ciudadano que
tiene que agarrarse enloquecido a la roja y gualda del
Mundial porque necesita en los tres planos, físico, mental y
espiritual, agarrarse a un símbolo que es bueno y es bello y
que nos une a todos.
Los daños colaterales llenan las consultas de salud mental,
donde te atiborran de ansiolíticos que no curan y como el
sistema está saturado no hay quien se pare a explicar los
métodos mixtos de la ciencia moderna para recuperar el buen
funcionamiento del cerebro o cocorota. Nos agobiamos,
perdemos facultades, mi entorno se queja de fallos de
memoria, de dificultad de concentración, de deterioro
cognitivo y de menor rendimiento en el trabajo. Y el menor
rendimiento genera estrés y mayor ansiedad. Las frases tipo
“Hay que extraer lo positivo de lo negativo” y “Tomar los
tiempos tenebrosos como oportunidad de crecimiento” son
idílicas, siempre que se controle la mente. Pero cuando la
preocupación impide controlar suena a coña marinera y a
potaje de higos chumbos encebollados.
Pero todo tiene solución. Porque todo cambia. Nada permanece
inmutable. Hasta Fidel Castro espichará, de hecho ya anda
que parece que está más embalsamado que el cadáver de Evita
Perón. Y, por responsabilidad, por moral y por ética, son
los nuestros quienes tienen que dar un ejemplo riguroso de
ese “mono de cambio” que sufre el pueblo español y emprender
una auténtica revolución a todos los niveles y por todos los
medios para lograr que “desde ya” sean las urnas quienes
manifiesten si, los españoles, nos conformamos con seguir
siendo “daños colaterales” o ,por el contrario, tenemos
derecho a declarar que no estamos dispuestos a conformarnos
y deseamos retomar nuestro futuro y construirlo como Dios
manda. Lo que “estos” tenían que demostrar ya lo han
demostrado con creces.
Lo que nos toca demostrar a nosotros tenemos que hacerlo
tirando de testiculina y no desde mañana, sino desde
antesdeayer.
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