El Rey, en su discurso ante el
apóstol Santiago el día de su festividad, ha dicho:”Que
ilumine a todos los políticos”. Lleva toda la razón del
mundo el Rey solicitando eso para todos los políticos,
porque hay algunos que tienen tan pocas luces que no se les
encienden ni la bombilla de la lámpara de su despacho.
También puede pasar que no se les ilumine la lámpara de su
despacho o se ilumine poco, porque sea de esas bombillas que
dicen que te dan gratis y son de bajo consumo. O sea que el
consumo esté en consonancia con su capacidad intelectual, de
bajo consumo. Oiga, amigo guardia, es un decir.
Sin señalar que está una jartá de feo, pero me conozco a
algunos de los llamados “nosotros los políticos” que
insistieron, con todas su fuerzas, para ser llamados
señorías”, sin olvidarse que cualquiera que osase hablar con
algunos de ellos, además de señoría les tenían que anteponer
a su nombre el don.
Aquí cabe otra de las frases que acostumbraba a decir mí
abuela al contemplar a estas sus señorías con don incluido:
“No hay seres más ridículos que los que se dan de lo que no
son” a lo que seguidamente añadía “Aunque la mona se vista
de seda, mona se queda”.
Bueno, a esta fauna de “nosotros los políticos”, no hay
bombillas en el mundo mundial para que les ilumine sus
mentes. Ni por la petición que le ha hecho nuestro Rey al
apóstol, sino ni aunque la virgen de Fátima hiciese un
milagro. Y ya se sabe que los milagros son cosas que no se
dan todos los días.
Esta fauna de “nosotros los políticos”, sus señorías y el
don delante del nombre, con menos luces que la calle
transversal a Simoa, forman parte de todos aquellos a los
que la tómbola de la vida, por esas cosas graciosas que en
ocasiones tiene, les entregó la gorra y el pito, a los que
ellos añadieron el mando en plaza.
Y cualquiera era y es el guapo que le tosía a ”nosotros los
políticos”, a pesar de que si se les mueve, aunque sea nada
más un poquito, empiezan a desprender bellotas, con
capacidad para alimenta a los cerdos cuyos jamones se pueden
catalogar de quince o veinte bellotas, con denominación de
origen, patas negras auténticos. A los cerdos me refiero.
Algunos de los pertenecientes a esta fauna de “nosotros los
políticos” que nacieron al amparo de la democracia, a igual
que nacen los pollos de granja, se permitieron el lujo de
decir: “aquí el que manda es le menda lerenda y el tío de
las almendras”.
Y no se equivocaba quien de esta forma ponía en conocimiento
del personal quien era el que mandaba. Para mostrar todo el
poder que atesoraban estos “iluminados” gracias al apóstol
Santiago, que los había “iluminados” pero sólo su figura,
pues sus cerebros seguían totalmente a oscuras, eso no hay
un dios que los ilumines, pues es muy difícil iluminar un
cerebro carcomido por el gusanillo de la ignorancia con
diarrea mental añadida.
Pues como les decía para mostrar su mando se iban cargando,
sin prisa pero sin pausa, a todos aquellos que estaban mucho
más preparados que ellos en todos los ordenes de la vida,
tanto culturalmente como políticamente, Estos no se
“iluminan”, Tienen un apagón de los de hacen época.
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