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OPINIÓN - MARTES, 27 DE JULIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Luis Parrillas y señora, bienvenidos a Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace ya bastantes años, trabajé codo a codo con un directivo de un club, pieza de vital importancia en la sede, que era persona cordial, culta y de conversación amena. En realidad, cuando más trato teníamos era durante las mañanas. Y puedo asegurar que transmitía optimismo y alegría a cuantos le frecuentábamos.

Varias veces le invité a comer, las mismas que él procuró eludir con la habilidad que le caracterizaba en todos los sentidos. Hasta que un día, la secretaria del club, que estaba conmigo a partir un piñón, me puso al tanto del motivo por el cual VT no aceptaba mis invitaciones.

Mira, Manolo, me dijo María José, secretaria tan eficiente como dueña de un cuerpo que levantaba... corazones a su paso, no te molestes en invitar a VT porque, mientras pueda, te seguirá dando larga. Y no porque seas tú, que me consta el aprecio que te tiene, sino porque lo hace con todo el mundo. Y, cuando ya le es imposible negarse, acude a la comida cual las reses van al matadero.

-No te entiendo, María José...

Según sé, me respondió ella, VT suele padecer de gastritis después de comer. Y en su caso, no se le puede achacar a que tal irritación se la produzca su mal genio. Ya que su carácter es apacible. La cuestión es que, apenas comenzada la digestión, se pone intranquilo. Se desasosiega. Se inquieta. Y se transforma en otra persona bien distinta a la que todos conocemos, queremos y respetamos. Así que intenta por todos los medios no compartir mesa y mantel en la calle.

Viene lo escrito como anillo al dedo para ilustrar la razón que he tenido para llamar al Hotel Tryp, muy de mañana, a fin de excusar mi presencia en una comida a la que fui invitado, hace días, por Luis Parrillas: empresario cordobés, tan conocido, querido y respetado en esta ciudad. Y Se me ha puesto al teléfono la encantadora Yoaina, recepcionista, siempre tan jovial y atenta, y le he dicho que por mor de una gastritis le ruego que le comunique al señor Parrillas, que llegará acompañado de su señora, que me es imposible acudir a su encuentro, acordado a la una de la tarde. Para, una vez tomado el aperitivo, comer en el Refectorio: restaurante que había sido elegido para compartir una sobremesa distraída y agradable, en un ambiente distendido.

Pero mi gozo en un pozo. Y es que la gastritis que padezco es de cinco estrellas. Y me ha cambiado el humor de tal manera que ni siquiera Luis Parrillas, con su sempiterno optimismo y su vitalidad inagotable, podría hacer el milagro de que yo acudiera a la cita en condiciones de amenizar el momento con mi forma de ser. Aunque debo decir que mi malestar es distinto al de VT, personaje al que me he referido para ilustrar esta columna. Pues mi gastritis es pasajera.

Aun así, todavía tengo fuerzas para confesar que este empresario, tan celebrado por cuantos le conocen, no cesa de hacer proselitismo de esta ciudad y de su gente, allá por donde va. Y, aunque no es la primera vez que doy fe de ello en este espacio, ahora lo hago también para presentar mis respetos a su esposa. Con la que Gloria –mi mujer- y yo, sin duda, hubiésemos disfrutado de su presencia y de su conversación. Mis disculpas, pues, a dos cordobeses a los que no se les cae el nombre de Ceuta de la boca.
 

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