LUNES. 19
Ángel Gómez, superintendente de la Policía Local,
está acostumbrado a recibir felicitaciones por el buen
trabajo que realizan los policías dirigidos por él. Hoy,
cuando me lo he tropezado por la calle y nos hemos parados
para saludarnos, le he recordado el buen servicio que han
prestado sus hombres en ese edificio donde dos individuos
ocultaban armas. Y se ha mostrado como siempre: agradecido y
sin darle importancia al hecho. Con el paso de los años,
debo decir que Ángel y yo hemos ido comprendiendo que había
que dejar a un lado malentendidos que, en su día, nos hacían
distanciarnos. Y, sin que mediaran disculpas de ningún tipo,
decidimos optar por unas relaciones amistosas en las que
ambos, en momentos determinados, pudiéramos hablar sin
tapujos. Así, transcurrido un tiempo prudencial, hemos visto
que nuestra forma de proceder funciona. Y, claro, nos
sentimos satisfechos de poder comportarnos de tal manera. De
modo que no tenemos el menor empacho en proseguir así.
MARTES. 20
Muchas veces he presumido de tener una buena memoria. Pero
debo confesar que a veces ésta me deja en ridículo. A lo
mejor es que los años se me están echando encima sin que
acceda a percatarme de ellos. Hoy, por ejemplo, me ha
saludado Ramón Cortés Márquez, teniente coronel jefe
de la Comandancia de la Guardia Civil, mientras yo
conversaba con Javier Arnáiz, arquitecto municipal. Y
le he devuelto el saludo de forma mecánica. Sin ese interés
que uno suele poner con las personas a las que ha conocido y
con las que ha charlado intensa y gustosamente una noche
cenando entre amigos. Cuando me he dado cuenta de mi error,
me han faltado palabras para disculparme con Ramón. En
presencia de Sergio Moreno; cuya llegada a tiempo
hizo posible que mis recuerdos afloraran. A Ramón Cortés le
debía yo, además, unas palabras para agradecerle la buena
velada que pasé en su compañía, meses atrás.
MIÉRCOLES. 21
El éxito de un establecimiento no sólo depende de la calidad
de sus productos y sus elaboraciones sino también del
comportamiento y la profesionalidad de su personal. Algo que
recoge cualquier manual al respecto. Ser buen camarero, por
ejemplo, no está al alcance de cualquiera. El personal que
atiende la barra de cualquier local ha de saber
perfectamente que su manera de estar puede o no aportar
tranquilidad a los clientes. Y los clientes, que están
obligados a comportarse de forma correcta, han de tener en
cuenta que los camareros son quienes más pronto distinguen
quién es un cantamañanas; quién un vividor o quién terminará
dejando un pufo, en cuanto pueda. Yo he conocido a muchos
profesionales de la hostelería. A muchísimos. Y debo
reconocer que los hay muy buenos. En esta ocasión, no tengo
más remedio que destacar a Isabel dos Santos: una
señora que presta sus servicios en el Hotel Tryp. Y que,
amén de ser una profesional extraordinaria en todos los
aspectos, lleva muchos meses dando muestras evidentes de ser
una mujer merecedora de mucho reconocimiento por parte de
quien corresponda. Habrá tiempo de aclarar el motivo de la
distinción que le dispenso.
JUEVES. 22
Caminando por la plaza Vieja hallo a Pepe Almagro. Y
lo primero que se me ocurre es hablarle en pasado: “Procure
usted aprovechar el viento de levante para tirar la falta al
borde del área”. Mis palabras le suenan a convivencias
pasadas. A cuando él era el jugador que mandaba en la
Agrupación Deportiva Ceuta y yo me sentaba en el banquillo.
A Pepe le hace gracia mi entrada y me responde que ya se nos
deben notar las goteras. Y tanto, Pepe, y tanto... Fíjate
que yo vengo de visitar al fisioterapeuta. Pero tampoco
tenemos motivos suficientes para quejarnos, ¿verdad? Al
menos, tú, le digo. Y Pepe comienza a contarme sus problemas
diarios. Todos concernientes a su trabajo. Y, llegado un
momento, va y me dice: ¿Sabes, Manolo, que algunos
han dado en decir de mí que ya comienzo a comportarme como
un cascarrabias? Y todo porque quiero que se cumplan las
normas que están estipuladas en recintos deportivos donde
soy yo el encargado. No me cabe más que recordarle a mi
estimado Pepe lo siguiente: mandar es muy difícil.
VIERNES. 23
Coincido en un restaurante con los hermanos Gil Pacheco,
abogados ellos. Y la conversación, a los pocos minutos de
emprenderla, se desliza por cauces futbolísticos. Y es
cuando Jorge, el mayor de los hermanos, me habla y
bien de José Antonio Muñoz. De quien me dice que más
pronto que tarde acabará ascendiendo a la Asociación
Deportiva Ceuta. Gracias a su forma de ser y conocimientos
del tema. Luego nos enrollamos charlando de otras cuestiones
relativas a personajes de esta ciudad. De los que él
desconocía cómo se condujeron en sus años mozo. En resumidas
cuenta: que debo decir y digo que pasé una sobremesa
estupenda sin estar prevista, hablando de asuntos variados
con personas a quienes conocía de vista pero que jamás se me
había presentado la oportunidad de pegar la hebra con ellas
SÁBADO. 24
Hablo por teléfono con Ángel Muñoz. Y le digo que
alguien, que él conoce bastante bien, me ha dicho que no
debería participar tanto en asuntos futbolísticos y sí
prestarle más atención al periódico. Ángel, indudablemente,
quiere saber el nombre de la persona que se ha metido donde
no le llaman. Y a mí, en este caso, me cuesta nada y menos
complacerle. Y, a partir de ahí, Ángel me habla de los
entrenamientos de la Asociación Deportiva Ceuta. Y me cuenta
lo que más le ha gustado, hasta el momento, del trabajo del
entrenador. A mí me agrada sobremanera ver a AM tan
ilusionado con el equipo de su pueblo. Y entiendo que esa
ilusión no influirá negativamente en el trabajo que él viene
desempeñando como gerente de este medio. A su edad, ambas
cosas son compatibles. Y hasta creo que el fútbol le servirá
de acicate para acudir todos los días a su despacho de ‘El
Pueblo de Ceuta’ con la mejor disposición.
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