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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE JULIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Una escuela clandestina


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Dedicarse a la enseñanza en Afganistán, como ya nos podemos imaginar, implica un enorme riesgo. Mayor si se trata de una mujer. Es el caso de Nazeeren, que se decidió un buen día a crear su propia escuela.

Anclada en un mar de arena y custodiada por inmensas y áridas montañas, la aldea de Sheik Mesri, es el hogar de unas 4.000 familias que han regresado a Afganistán tras el éxodo masivo provocado por 30 años de guerras. Esa enorme extensión de tierra yerma se ha convertido en la “tierra prometida” de todos aquellos que se vieron obligados a emigrar a Pakistán, varias décadas atrás. La cercanía del legendario paso Khiber, la puerta conflictiva área tribal paquistaní, facilita, además, el movimiento de combatientes talibanes a ambos lados de la frontera.

Hace algo menos de año y medio, Nazeeren Majeed, afgana nacionalizada estadounidense, decidió crear su propia escuela clandestina para niñas y mujeres en esta aldea. “Decidí establecerme aquí porque, aparte de las necesidades de las gentes, este lugar es más seguro que otras áreas del distrito de Minawaled, o que la propia capital, Jabalad”, explica Nazeeren.

En total unas 500 niñas y también algunas mujeres de esta aldea reciben clases de lectura, escritura, contabilidad y lengua extranjera, algo impensable en las zonas rurales de Afganistán, donde el nivel de analfabetismo supera el 90%.

“Estas niñas serán madres el día de mañana. Ellas son el futuro de Afganistán”, dice Nazeeren, esperanzada. “Esta gente es pobre, pero tiene un alto potencial de inteligencia. Sólo necesita recibir una buena educación. Insiste Nazeeren.

Conviene tener en cuenta que el régimen talibán suprimió la educación, si bien, el Gobierno del Presidente Karzái, mantiene un bajo perfil educativo. Pero, por otra parte, en la actualidad, después de nueve años de intervención militar extranjera, los multimillonarios fondos destinados a proyectos de educación, han caído en manos de las corruptas instituciones afganas.

Antes de la supresión de la educación por el régimen talibán, se permitió a las niñas de hasta seis años asistir a las escuelas, pero se les prohibió continuar los estudios más allá de esa edad. Además, las familias, especialmente los pashtunes -la etnia más importante de Afganistán- han contribuido al absentismo escolar de sus hijas.

Los principales problemas son: la falta de aulas en las escuelas gubernamentales (públicas) y de muros de protección, razón por la cual, los padres no permiten a sus hijas que estudien juntos a los alumnos y temen que puedan ser vistas por otros hombres en el patio de la escuela. “Es muy difícil romper con las tradiciones. Los hombres no quieren que sus mujeres trabajen o que sus hijas aprendan en las escuelas”.

Nazeeren, heroína del problema educativo de Afganistán, afirma: “Podría decirse que he tenido suerte, ya que el anciano de la Comunidad, el hombre que tiene algo más que la autoridad moral, me ha permitido continuar con esta iniciativa educativa, siempre y cuando se incluya en mi proyecto dar lecciones de Corán en el Centro”.

Pero Nazeeren teme por su seguridad y la de sus alumnas, pues no es la primera vez que recibe algún tipo de amenaza o advertencia de los talibanes. “Desde hace unos meses no voy a ningún sitio sin tener escolta. Alguien telefoneó a mi casa y me amenazó con atacar el centro si continuaba dándoles clases a mis alumnas”.

A pesar de ello, la valerosa Maestra, está convencida de que “la reconstrucción de Afganistán sólo será posible si las mujeres ocupan un papel activo en la sociedad afgana. No es un acto de fe. Ningún país puede liberar a otro. Es nuestra responsabilidad formar a la ciudadanía en valores y derechos humanos para abrirnos a la democracia”. Pero, puntualiza que es necesario “apoyo a la educación”, porque a su juicio, “es la clave para la emancipación de la mujer afgana y del verdadero desarrollo del país”.

Todo hasta aquí nos parece una utopía, porque a las grandes dificultades que mencionamos, propias de un país donde la mujer apenas es considerada, hay que añadirles los escasos recursos económicos y, por supuesto, el poco apoyo que recibe de las autoridades gubernamentales. Cuando se dice que tiene que atender a 500 niñas, lo primero que se pregunta uno es cómo se puede atender a un grupo tan numeroso por una sola maestra. Aquí diríamos que es imposible atender un ratio tan grande, pero Nazareen cuenta con tres maestras voluntarias, y entre las tres se reparten las mañanas y tardes. La escuela es un habitáculo de paredes desconchadas, donde de una de las paredes cuelga una deteriorada pizarra, producto de una donación. ¡Y a falta de pupitres y sillas, las alumnas se sienten en el suelo sobre una vieja y estropeada alfombra, para seguir las clases!

En el más difícil todavía, teniendo en cuenta que lo que realmente hay en Afganistán es una guerra, no sólo contra los talibanes, perfectamente infiltrados entre la población; también tienen que enfrentarse a la corrupción de las autoridades, que llega a niveles alarmantes. En sus cálculos más optimistas, la OTAN había planeado acabar la ofensiva antes de que llegase el otoño. Incluso se pensaba que para finales de Agosto. Ahora no parece tan claro, con un futuro incierto… Y Nazareen aportando su granito de arena intentando sacar a su pueblo, con su modesta aportación en su aldea, del caos que se vive en su país.
 

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