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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE JULIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La pretemporada futbolística
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La selección española de fútbol sigue acaparando la atención. De modo que los aficionados apenas hablan del trabajo que vienen realizando los equipos de sus amores. Algo que, por estas fechas, no dejaba de ser la comidilla principal de tertulias y corrillos. En mi caso, dado que desde hace varios años vengo escribiendo sobre la pretemporada, no tengo el menor inconveniente en volver a las andadas.

El trabajo en la pretemporada es vital para sentar las bases primordiales, destinadas a obtener los resultados adecuados a las aspiraciones de cada club. Lo dicho no deja de ser una obviedad. Pero hay que decirlo. A la cita de la pretemporada llegan los componentes de las plantillas, todos, salvo casos aislados, convencidos de que sus posibilidades son máximas y dispuestos a encandilar a los técnicos. Los jugadores aceptan muy bien el sudar la gota gorda. Derrochan entusiasmo durante las sesiones de entrenamientos. Y procuran por todos los medios estar atentos a las indicaciones de quienes los dirigen.

Los jugadores suelen mostrarse afables. Evidencian educación a raudales. Y parecen vivir en permanente estado de alegría. Una actitud que, no existiendo problemas familiares o de otras índoles, es la lógica entre jóvenes que ganan mucho dinero por practicar un deporte que les chifla.

En la pretemporada, el entrenador está sometido a los juicios más variados. El de los jugadores, el de los directivos, el de los periodistas y, cómo no, ya empieza a ser calibrado por los aficionados que acuden a las sesiones preparatorias. Los primeros comentarios en relación con su trabajo están cortados siempre por la misma tijera -máxime cuando son nuevos en la plaza-: este entrenador tiene las ideas muy claras; sus métodos de trabajo son atractivos; sabe lo que hace y, además, lo hace bien. Y en lo tocante al aspecto humano: le valoran el que no se le escapa un detalle con el que dar ánimos a los futbolistas. Y los empleados del club hablan maravillas de él. Se puede oír a cada paso: es el más cercano de cuantos han pasado por aquí.

Pasado un tiempo, y como los entrenadores suelen decir, el día de la presentación, que su vestuario –hace ya mucho tiempo que tienen despacho- está abierto para todos los que deseen hablar con ellos, dos o tres futbolistas de los que han jugado poco en los partidos de preparación, llaman a la puerta y son recibidos. Y lo primero que les dicen a los entrenadores es si cuentan con ellos. Y los entrenadores les dicen que sí. Pero que tendrán que esperar su oportunidad. Es el primer síntoma de que la pretemporada ha finalizado y que la alegría veraniega ha dado paso a las intrigas. Que solamente se van desdibujando con triunfos.

La vida de los entrenadores ha mejorado en todos los aspectos. Albricias. Cuentan con tres o cuatro colaboradores. Y muchas comodidades. Yo entrené a un equipo grande en Segunda División A y conté únicamente con un ayudante que estaba físicamente derrengado. Y tuve que hacer de preparador físico, de entrenador de porteros, de sicólogo y no hacía de taquillero porque no me daba tiempo. Y en Segunda B para qué hablar. Lo único que no han cambiado son las exigencias. Así que los entrenadores que no cumplen los objetivos previstos, acaban siendo defenestrados. Es la ley del fútbol. Pero a mí me gustaba la pretemporada.
 

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