Los trastornos alimenticios deben
ser tratados en sus dos vertientes: si la obsesión por la
delgadez conduce en numerosas ocasiones al padecimiento de
enfermedades como la anorexia o la bulimia nerviosa, la
afición por la comida y, sobre todo, el descontrol sobre sus
componentes nutricionales, aboca en otras tantas situaciones
a graves problemas de sobrepeso y obesidad que se han
convertido una epidemia característica de los países
desarrollados. Los hábitos alimenticios se adquieren casi
siempre en las edades más tempranas, por eso la iniciativa
del Ministerio y la Consejería de Sanidad para intervenir
sobre los escolares resulta no sólo lógica, sino también
perentoria, en materia de políticas de salud pública.
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