El tendero de la esquina, cada vez
que paso por delante de su tienda de comestibles, sita en mi
barrio, procura dirigirse a mí con muy buenos modos. Y,
claro, se le nota que arde en deseos de pegar la hebra
conmigo. Suelo pararme con él, de tarde en tarde,
aprovechando siempre el momento en que el hombre no está
metido en faena.
En esta ocasión, miércoles por más señas, me pongo a
conversar con él y lo primero que le digo es que le he
echado de menos. Y me cuenta que ha estado un tiempo sin
aparecer por el establecimiento. Por haber padecido de un
principio de neumonía. Pero que ya se encuentra fuerte como
un roble.
El tendero nunca ha olvidado que hace dos años se vio
reflejado en este mismo espacio. Y no tiene ningún
inconveniente en decirme que guarda esa columna como oro en
paño. Y, cómo no, que sigue siendo un lector empedernido de
‘El Pueblo de Ceuta’.
El tendero tiene fama de enamoradizo y de ser muy del PP. Y,
sobre todo, de admirar a Juan Vivas. Así que no me
extraña que empiece preguntándome por esa mujer rubia,
ojizarca y pizpireta, con la que yo mantuve una
conversación, días atrás, en la playa del chorrillo.
En vista de que no me saca el nombre de la fémina, cuyo
andar destaqué sobremanera, el tendero decide mentar nombres
al voleo para ver si consigue que uno de ellos se refleje en
mi cara como la mujer que yo describí fechas atrás.
Entre los nombres que Ambrosio va diciendo aparece el
de Yolanda Bel. Y el tendero cree percibir en mí un
visaje que le induce a pensar que es la criatura que estuvo
conmigo en la playa charlando sobre cuestiones diversas.
Y le digo que no. Pero Ambrosio se niega a creerme. Y es que
éste, según confesión, está caído de boca por la portavoz
del Gobierno y consejera de Medio Ambiente. Y no duda en
referirme que tal y como yo describí a la criatura de la
playa es como él ve a la política que más ha evolucionado en
los últimos tiempos.
Ambrosio, el tendero, me dice que, como lector, cuando hay
alguna palabra que él no entiende, acude a su diccionario,
el cual siempre está a mano en uno de los cajones del
mostrador, para buscar su significado. De manera que así lo
hizo con el vocablo ojizarca. Y comprobó que es un adjetivo,
literario, que quiere decir de ojos azules.
-¿Tú crees, Ambrosio, que YB tiene los ojos azules?
-Si te digo, la verdad, Manolo, no lo sé. Por una
razón muy sencilla: porque soy daltónico.
¿Entonces...?
-Mira, cuando yo te leí el otro día, me dije para mí: esta
mujer, retratada por Manolo, no puede ser más que YB. Pues
me consta lo bien que la tratas.
-Pues te equivocaste, estimado Ambrosio, te equivocaste. Así
que vamos a cambiar de tercio.
-¿Te hace que hablemos de Juan Vivas?
-Por supuesto que sí. Aunque debo decirte que me han dicho
que el presidente lleva ya cierto tiempo sin admitir las
críticas desfavorables. Que no es tan buen encajador como en
sus comienzos. ¿Tú que opinas...?
-Mira, Ambrosio, por qué no se lo preguntas a Francisco
Paris.
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