La gente se va acostumbrando a
pertenecer a una nación que ya ha inscrito su nombre como la
primera en el mayor acontecimiento deportivo del mundo: el
fútbol. Sin prisa pero sin pausa, la gente comienza a
enfrentarse con la realidad de lo acontecido: que en
Sudáfrica hemos vuelto a demostrar que sabemos competir con
el mismo estilo que los grandes toreros sacan a relucir
frente a la fiera encastada y con trapío.
La hazaña de nuestros futbolistas, en un torneo corto que se
les había resistido durante muchos años, merece elogios.
Pero los elogios deben ser controlados. Pues, de lo
contrario, quienes regalan ditirambos a granel se exponen a
que se les tenga que enmendar la plana en cualquier momento.
Si a mí me diera por dar los nombres de cuantos desconfiaban
de Iker Casillas, tachándolo de haber hecho una mala
temporada en el Madrid y acusándolo de que estaba sometido a
un ataque de nervios incontrolados, seguramente me faltaría
espacio para enumerarlos.
Los primeros que comenzaron a dudar del guardameta español,
que ha nacido, lo cual no es demérito, con esa flor en salva
sea la parte que le adjudicaban a Miguel Muñoz,
fueron los muchachos pertenecientes a Prisa. Carlos
Martínez, narrador que parece tener acciones en una
compañía de otorrinolaringología, nos metía el miedo en el
cuerpo cada vez que el enamorado de Sara Carbonero
temblaba de miedo cuando veía merodear por su zona el
Jabulani.
Nada me estoy inventando. Pues hay unas imágenes donde
nuestro héroe nacional, Casillas, parece que está soportando
un frío intenso en un lugar del Ártico y sin que le sea
posible defenderse. A nuestro héroe convendría recordarle lo
conveniente que sería que se acordara del paraguayo
Cardozo; cuyo lanzamiento del penalti, mal tirado, le
salvó de ser víctima de una congelación que le hubiera
supuesto su ruina futbolística.
El que mejor ha descrito la actuación de Iker Casillas en el
Mundial ha sido, sin ningún género de dudas, Pepe Reina:
vino a decir, más o menos, lo siguiente: que no iba bien en
los balones por elevación y frente a los alemanes demostró
todo lo contrario. Ahora bien, una golondrina no hace
verano.
Por más que Reina haya demostrado que es capaz de soportar
su ostracismo con maneras de ‘gentleman’. Pepe Reina, hijo
del gran Miguel Reina, se ha hecho acreedor, una vez
más, al premio de ser considerado la persona que es capaz de
soportar los agravios no sólo con la sonrisa a flor de
labios sino flagelándose por pensar, en algún momento, que
es mejor portero que Casillas.
A mí me gustaría, lo digo de verdad, poder entrevistar en
estos momentos al entrenador del Inter, y hasta hace nada
del Liverpool, para preguntarle si es capaz de seguir
manteniendo lo que declaró has pocos meses: Reina es mejor
portero que Casillas. Y si acaso Rafa Benítez se
sigue manteniendo en sus trece, a mí no me importaría decir
de él que está sobrado de atributos.
Todos esos atributos que le han faltado a cuantos han venido
largando del portero madridista y que, cuando se produjo el
uno contra uno frente a Robben, salieron diciendo que
habían presenciado la actuación de un santo nacido en
Mostoles y bendecido por el amor de una criatura llamada
Sara Carbonero. Seguimos anclados en la niñez. Lo cual
celebramos.
|