Principié ya mi veraneo. Y lo hice
acudiendo a mi playa favorita: la del chorrillo. Aunque debo
decir que me estrené con mala suerte. Me explico: a las diez
de la mañana, cuando sobre la arena estábamos asándonos
muchos bañistas, un operario, conduciendo un tractor con
rastrillo incluido, se puso a limpiar la playa haciendo
círculos.
La polvareda levantada fue tan grande como para quedar
cegados los allí presentes. La reacción fue unánime: todos
nos acordamos, y no para bien, del tío que ordena que se
labore a semejante hora. Tomen nota, pues, los que andan
presumiendo de contar con playas cuya bandera ondea con
color de premio.
Menos mal que mi malestar desapareció en cuanto la vi que se
me acercaba. Iba como siempre que la veo. Andando como sólo
ella sabe andar. Con ese aire que invita a decirle que no
pare. Que su forma de caminar se mete por los ojos y acaba
por dejarnos la sensación de haber asistido a un espectáculo
poco o nada corriente. Aunque me abstuve. Porque en el fondo
es una criatura tímida. Por más que se empeñe en aparentar
lo contrario.
Hablamos del chorrillo... Y me dijo si había notado la
diferencia existente entre quienes frecuentaban esta playa y
la de la Ribera. Y terminó por convencerme de que era cierto
lo que me comentaba. Seguimos pegando la hebra mientras
sentíamos aún la frialdad del primer baño. Y allá que me dio
las explicaciones técnicas al respecto.
Rubia, ojizarca, pizpireta, de risa sensual, nada de cine y
encima está al tanto de cuanto acontece en la política
local. Me preguntó, como quien no quiere la cosa, por el
cambio de gerente en Acemsa. Y le respondí que de ese asunto
ella debía saber más que yo. Aunque no olvidé contarle que
Manolo Gómez-Hoyo me vio, días atrás, y me indicó por
señas que tenía que llamarme por teléfono para contarme no
sé qué... Y que su llamada aún no se había producido.
También salió a relucir el nombre de Carreira. Como
no podía ser de otra manera. Ya que Emilio está otra vez en
el machito de la política. Lo cual se veía venir. Y creo, le
digo, que si Pedro Gordillo no hubiera caído en
desgracia, seguramente también se habría producido el
nombramiento de EC como gerente de la empresa del agua.
Ella, sin embargo, tiene sus reservas en ese sentido. Por
más que el personaje le parezca muy válido.
-A propósito de Gordillo –me dice-: ¿No te parece que está
guardando un silencio sepulcral? Más del que se
vaticinaba...
-Yo creo que Gordillo está comportándose como debe.
Esperando la llegada del juicio. Y a partir de que se dicte
sentencia, ten por seguro que su mutismo cesará. Aunque me
da a mí en las pituitarias que Pedro no perderá los papeles
en ningún momento. Sí, ya sé que mucho se ha hablado de su
vehemencia. Pero sería pecar de tonto pensar en que esa
forma de ser que se le achaca, impetuosa y apasionada,
carece del correspondiente control a tiempo completo.
-Antes de que se me olvide, Manolo, ¿serás capaz de
seguir sin ir al Murube esta temporada?
Lo haré como ya lo hice otras temporadas: de higos a brevas.
Pero tengo asumido que no podré faltar cuando se jueguen los
partidos que dan derecho al ascenso. Mi moral es grande...
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